EL LIDERAZGO Y LA SOCIEDAD

Parashá Devarim

El libro Devarim es conocido como Deuteronomio, que quiere decir “segunda ley”, porque muchos de los instructivos que allí encontramos habían sido ordenados con anterioridad. Se debe destacar, sin embargo, que también hay normas que no aparecen en ningún otro texto bíblico. Además, Devarim recoge las últimas intervenciones en las cuales Moshé pronuncia una serie de admoniciones y reclamos al pueblo hebreo.

Como ya se apuntó, la travesía de los cuarenta años por el desierto exacerbó los ánimos y produjo el nerviosismo y el clamor del pueblo cuando tenía que enfrentar las constantes dificultades, principalmente, la falta de agua y alimentación.

Itamar Wahrhaftig, hijo del finado ex Ministro de Israel y director de la Junta de Gobernadores de la Universidad Bar Ilan, Zorach Wahrhaftig, se interesó por la relación pueblo-líder, según se desprende del texto bíblico. El nombramiento de los jueces, por ejemplo, se debió al consejo de Yitró, suegro de Moshé. Aparentemente, el pueblo estuvo de acuerdo con la selección y por ello estaba obligado a cumplir sus fallos. Aunque la iniciativa provino de Yitró, el pueblo dio su consentimiento y, por ello, no podía señalar a Yitró como responsable de cualquier error de la corte.

Moshé reprochó al pueblo por su conducta en el episodio de los Meraglim, los doce espías que fueron enviados a investigar la viabilidad de la conquista de la Tierra Prometida. El reporte de la mayoría de los espías concluyó con una apreciación negativa acerca de las posibilidades de adquirir esas tierras. Sostuvieron que no era posible derrotar a los gigantes que habitaban allí, en ciudades fortificadas. No obstante la opinión de estos diez emisarios, el pueblo podía haber retado la conclusión derrotista que produjo el desánimo. Si bien era verdad que tendrían que librar batallas riesgosas y difíciles, ¿dónde estaba su fe en el Dios que había prometido a los patriarcas que sus descendientes heredarían esas tierras?

La idea es que el pueblo no podía señalar a sus líderes como responsables por sus derrotas y errores; ya que no estaban obligados a seguir las indicaciones de sus jefes, podían haber optado por actuar de una manera diferente.

La yuxtaposición de la selección de los jueces con el episodio de los espías sirve para destacar la parcialidad de los hebreos que se acogieron al informe de los diez que conformaron la mayoría. Porque así como un juez tiene que escuchar a ambas partes antes de emitir un juicio, los hebreos podían haber sopesado no sólo el informe de la mayoría. Con igual interés debieron haber escuchado el informe disímil de la minoría de dos: Calev, hijo de Yefuné, y Yeshoshua, hijo de Nun.

Más aún, cuando Yitró sugirió la selección de un grupo de notables para asistir a Moshé, argumentó que no era correcto que el pueblo permaneciera de pie para escuchar algún veredicto de Moshé. Se podía incrementar el número de personas capacitadas para responder a las diversas interrogantes, a sabiendas de que existía el recurso final: recurrir ante Moshé en situaciones de gran dificultad. ¿Acaso la conquista de la Tierra Prometida no ameritaba una consulta directa a Moshé, especialmente después de haber escuchado dos informes contradictorios? ¿Por qué no lo hicieron? Es posible que la mayoría del pueblo sintiera alivio al escuchar que la conquista no era viable y por ello se conformó con el informe de la mayoría. Batallar no era una opción preferida.

Podríamos concluir esta breve reflexión acerca de la relación del liderazgo con el colectivo sugiriendo que la gente usualmente está dispuesta a acatar las normas con las cuales se puede identificar, o que confirma los juicios que se han emitido con anterioridad. Incluso, el silencio ante una situación puede ser interpretado como una manifestación de aceptación o consentimiento. La rebeldía legítima ocurre cuando el liderazgo se desvía de las metas que le fueron encomendadas e intenta conducir al pueblo a un destino que no ha sido identificado anteriormente con precisión.

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