EL CALENDARIO CELESTIAL Y EL CALENDARIO TERRENAL y LA FE EN DIOS

Parashá BEHAR y BEJUKOTAI

La Mishná considera la existencia de cuatro comienzos del año, porque existe el calendario agrícola, un segundo calendario por el cual se rige la monarquía y así sucesivamente.

En el uso cotidiano notamos que existe el año escolar y el año comercial, que puede ser diferente para cada empresa.

Dentro de estas variantes, existen dos fechas que sobresalen. El primero de Nisán es proclamado por la Torá como el comienzo del año y las festividades se rigen por este calendario.

La primera Mitsvá que recibió el pueblo hebreo fue el cálculo de los meses empezando con Nisán. Por ello, Rosh HaShaná se conmemora el primer día del séptimo mes, Tishrei. Pero existe otro calendario que considera que el primer día de Tishrei es el comienzo del año y que, según la tradición, es el onomástico del universo. Dios creó el universo el primer día de Rosh HaShaná.

Se nota una diferencia fundamental. El calendario que empieza con el primer día de Nisán depende de la aparición mensual de la luna nueva, y la duración del mes es una función del tiempo que tarda la luna en girar una vez alrededor de la tierra, fenómeno que se observa porque la luna nace y aumenta de tamaño progresivamente hasta que desaparece para completar el ciclo de unos veintinueve días y trece horas. En cambio, el año que comienza en Rosh HaShaná no depende del movimiento de la luna alrededor de la tierra.

Dios estableció, desde un comienzo, la noción del período semanal según el cual el séptimo día es Shabat, el día de descanso.

En este caso, las dos unidades son el día y la semana. Por ello, Haim Burgansky sugiere que el año que empieza en Nisán puede ser llamado el año judío, mientras que el conteo del año con el mes de Tishrei puede ser considerado el año universal, de la naturaleza.

El año de Shemitá, año de descanso para la tierra en cada período de siete años, comienza en el mes de Tishrei que da comienzo al invierno en el hemisferio norte, donde se ubica la Tierra de Israel. El año de Shemitá se conoce en la Torá como un año de Shabat, descanso para la tierra, hecho que invoca al Shabat de la creación que es el séptimo día, mientras que Shemitá se celebra el séptimo año.

De manera similar, el conteo del Ómer se realiza por cuarenta y nueve días, equivalente a siete semanas, hecho que a su vez sirve para fijar la festividad de Shavuot. No se puede dejar de observar la similitud entre el conteo de los siete períodos de siete años para llegar al año Yovel –el año jubilar en el que la tierra tiene que descansar nuevamente y todas las tierras retornan a sus dueños originales– y el conteo de siete períodos de siete días para arribar a Shavuot.

Cabe destacar que en el caso del conteo del Ómer, los jajamim interpretaron el versículo Mimojorat HaShabat, “al día siguiente del Shabat” como una referencia al primer día de Pésaj y no al primer día de la semana, bajo el alegato de que las festividades –y entre ellas está Pésaj– también se denominan Shabat. O sea que el Ómer se empieza a contar al día siguiente de la festividad, o sea, el segundo día de Pésaj, sin tomar en cuenta su coincidencia con algún día específico de la semana.

Tal vez la razón de optar por la interpretación que afirma que el Ómer se cuenta del segundo día de Pésaj y no desde el domingo –que sería el primer día después del Shabat– se debe al hecho de que las reglas que rigen el Ómer están contenidas en la sección que se refiere a las festividades, y éstas se rigen de acuerdo con el año lunar que empieza en Nisán. Los jajamim interpretaron que, dado que el Ómer está relacionado con la festividad de Pésaj, el día siguiente al Shabat se refiere al segundo día de Pésaj. Porque las festividades se observan de acuerdo con el calendario establecido por el Beit Din. El Talmud testimonia que al indagar los ángeles cuándo es Rosh HaShaná, recibieron la respuesta de que tenían que plantear esa pregunta a un Beit Din terrenal, porque allí eran establecidas las fechas. Por ello, la Berajá en la Amidá de Yom Tov reza Mekadesh Yisrael vehaZemanim, es el pueblo de Israel el que determina la fecha de las festividades, de acuerdo con el calendario terrenal.

En cambio, la Berajá del día Shabat es Mekadesh Ha- Shabat: esta vez no hay mención de Yisrael en la Berajá porque el pueblo de Israel no interviene en la fijación de ese día sagrado. El séptimo día semanal fue establecido durante los siete días de la creación y el año de Shemitá se rige igualmente por ese calendario, el calendario celestial.

BEJUKOTAI – LA FE EN DIOS

La Torá promete la paz y la residencia en la tierra sin temor como consecuencia de Bejukotai teleju veet Mitsvotai tishmerú,“caminar de acuerdo con las normas y observar las Mitsvot” que Dios ha revelado. Los exégetas enseñan que Jukim son las normas que no son fácilmente entendibles, imperativos que deben ser cumplidos porque provienen de la voluntad de Dios, mientras que las Mitsvot son ordenanzascorroboradas por el intelecto humano, el comportamiento que la lógica igualmente dictaría. Por ejemplo, para la convivencia entre los seres humanos es indispensable el respeto por la propiedad ajena, la solidaridad con el menos afortunado, abstenerse de mentir, no asesinar. En cambio, las leyes del Kashrut no están basadas en conceptos que puedan ser comprobados por la lógica o por la experiencia. Si consideramos que el Kashrut promueve la salud, ¿acaso quienes no observan estas leyes sufren de un promedio mayor de enfermedades? Nos regimos por las leyes del Kashrut porque así lo ordenó Dios, a través de normas que luego fueron explicadas y ampliadas por los jajamim.

El rabino Leo Jung, difunto líder espiritual del Jewish Center de New York y profesor de Yeshiva University, solía argumentar en sus clases que en el judaísmo, a diferencia de otras religiones, no hay dogmas. No es necesario suscribir artículos de fe que carezcan de una base en la lógica. No obstante esta respetable opinión, es innegable que la Torá está basada en el primer Mandamiento que reza Anojí HaShem Eloheja, “Yo soy HaShem tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto”. La base fundamental del judaísmo es la fe en la existencia de Dios, la confianza en que la Torá contiene su palabra revelada.

Incluso las Mitsvot que la mente humana puede captar y entender tienen un trasfondo trascendental que va más allá de la lógica.

El Beit HaLeví, abuelo de mi maestro Soloveitchik, argumentaba que aunque muchas Mitsvot tienen un contenido histórico, como el caso de Sucot, tienen, sin embargo, una significación más profunda que el hecho que conmemoran.

Se construye una Sucá porque los hebreos se protegieron de la intemperie en el desierto por intermedio de Sucot, construyendo chozas. Sin embargo, argumenta el Beit HaLeví, la Sucá también tiene una significación independiente de cualquier suceso que le aconteciera al pueblo hebreo. Tal vez el mensaje fundamental es destacar que incluso una choza puede ser un hogar cuando en su interior está presente el entendimiento y la armonía entre quienes la comparten. Ese mensaje es independiente de la historia del pueblo hebreo.

El texto bíblico contiene una serie de advertencias acerca de cuáles serán las consecuencias por el incumplimiento y la desobediencia: se multiplicarán las enfermedades en el seno del pueblo, será quebrantado el orgullo de ser y existir, e incluso los árboles dejarán de producir el fruto. Uno tropezará con su prójimo como en una estampida, tal como si estuviera huyendo de la espada, sin que nadie le persiga. El incumplimiento conduce a un vacío, a una falta del sentido de la vida.

Hay muchísimas personas que no creen en una Divinidad, algunos son ateos, otros son agnósticos y muchos continúan con su vida sin preocuparse acerca de la veracidad de la existencia de un Ser Supremo. Tal vez la lección de estos capítulos es que la vida adquiere mayor sentido para el creyente, para quien fundamenta su vida en la existencia de un Dios que exige un comportamiento solidario con el prójimo, el cual no puede ser negociado de acuerdo con las circunstancias y la conveniencia personal.

El texto abre un paréntesis cuando enumera las atrocidades que son consecuencia de la desobediencia para Vezajartí et Berit Yaacov…, para recordar la trayectoria de los patriarcas y, de esa manera, dar lección de que incluso cuando no es popular o políticamente correcto hacerlo, hay personas que desafían a la mayoría para ser consecuentes con lo que su alma siente: la Presencia de Dios, el Ser responsable por la creación del universo y gran maestro acerca de cuál debe ser la conducta terrenal del ser humano.