El pluralismo de las ideas y la unidad de la acción

EMOR Levítico XXI - XXIV

El texto de la primera parte de nuestra lectura semanal está dedicado a una serie de leyes que son pertinentes al kohén. La Torá  insta al kohén mantenerse ritualmente puro, para poder participar en todo momento, en los servicios del Beit HaMikdash. Por lo tanto, no debe tener contacto directo con un cadáver, ni con cualquier ser u objeto cuya cercanía puede resultar en su calificación de tamé que significa la impureza ritual. En un capítulo anterior, mencionamos la importancia singular que tenía la noción de pureza ritual durante el período de la existencia del Beit HaMikdash, y las numerosas consideraciones que giraban alrededor del concepto de tamé. Dado que el kohén es el sacerdote que oficia en el Templo y su figura es central en el culto religioso, es de importancia capital que no entre en contacto con cualquier ser u objeto que pudiera convertirlo en ritualmente impuro.

Una de las consecuencias de la destrucción del Templo de Jerusalem es la pérdida de la autoridad e importancia del kohén dentro del ámbito del culto. En  ausencia de los sacrificios, para los cuales su figura era indispensable, surge ahora la figura del rabí, el maestro y erudito de las leyes. Pero aun en la época del Templo se observaba una dualidad de propósitos o, incluso, cierta rivalidad, entre la casta de los kohanim, representada por el grupo denominado los Tzedukim que son los Saduceos y los grandes expositores y maestros de la tradición, los Perushim que son los Fariseos. No conocemos con certeza el origen de esta nomenclatura. Es posible que el sacerdote Zadok dé origen a la palabra Tzedukim, mientras que la palabra Perushim hace referencia al hecho de que sus adeptos e integrantes eran grandes parshanim, que quiere decir expositores e intérpretes de las Escrituras.

Los Tzedukim se consideraban los guardianes autorizados de la ley y se regían por las tradiciones y las interpretaciones que guardaban celosamente y que consideraban de su exclusiva competencia. Los Perushim, en cambio, aunque se aferraban a los principios hermenéuticos (reglas para la interpretación de las Sagradas Escrituras), permitían una mayor participación del intelecto individual. Los Tzedukim se consideraban los poseedores de toda la verdad, mientras que los Perushim, por su condicionamiento dialéctico, confiaban en su metodología para la búsqueda de esa verdad. Los Tzedukim se apoyaban, generalmente, en el sentido literal de la palabra de la Torá y los Perushim se dedicaban a la investigación y a la búsqueda de algún significado más profundo del mensaje Divino.

Mientras la discusión se situó en el plano académico, ésta se desenvolvía de acuerdo con el geist de la tradición judía que permite la amplitud de criterios, promueve la investigación y estimula las discusiones intelectuales. Pero cuando la polémica se traduce en un comportamiento alternativo, entonces, existe la probabilidad de que la discusión se convierta en  causal de fisuras y de posibles divisiones. Por ejemplo, en nuestra lectura semanal, la Torá nos instruye que hay que contar siete semanas entre Pésaj y Shavuot. Shavuot es la única festividad que carece de fecha en nuestro calendario. Depende exclusivamente del día de la celebración de Pésaj, que es el quince del primer mes Nisán. Al término de siete semanas después de Pésaj, se celebra Shavuot. La discusión se centró en el día exacto cuando se empieza la cuenta de estas siete semanas. La Torá reza, usefartem lajem mimojorat haShabat, “y harán su conteo con el día siguiente del Shabat”. La controversia giró alrededor del significado de la palabra Shabat.

Para los Tzedukim el vocablo Shabat tiene el significado único del séptimo día de la semana. Los Perushim argumentaron que una festividad también recibe el calificativo de Shabat y dado que el contexto de nuestra cita es la festividad de Pésaj, en este caso mimojorat haShabat quiere decir el día siguiente a Pésaj. Ahora bien, si el primer día de Pésaj coincide con un martes, por ejemplo, de acuerdo con los Perushim se empieza a contar las siete semanas el día miércoles para llegar a la celebración de Shavuot que se realizaría el cincuentavo día. Pero de acuerdo con los Tzedukim se comenzaría a contar recién el domingo siguiente. De este modo habría una diferencia de cuatro días entre las dos celebraciones, lo que significa una discrepancia en las opiniones.

En una época posterior, los Karaim (en la Israel actual existen aquellos que alegan pertenecer a este grupo) también insistirán en una lectura literal de la Torá. La instrucción bíblica de colocar tzitzit, las franjas rituales en las cuatro esquinas de nuestras vestimentas, da origen al talit, el manto ritual que utilizamos mientras recitamos las plegarias. Existe igualmente una versión que se denomina talit katán que se usa bajo la camisa, (aunque según las reglas gramaticales se deberían utilizar la palabra ketaná porque talit es de género femenino, el error se ha incorporado al vocabulario diario). La Torá ordena la colocación de los tzitzit sugiriendo el efecto de ureitem otam uzejartem et kol mitzvot HaShem, “y los verán y se recordarán de todas las ordenanzas de Dios”. Los tzitzit vienen a ser una especie de bandera, de símbolo recordatorio, de nuestras obligaciones según las instrucciones Divinas. Nuestros jajamim deducen de la palabra ureitem, que los tzitzit deben ponerse únicamente cuando se puede ver, cuando hay luz natural, es decir de día. Por lo tanto, no vestimos el talit en la sinagoga en la recitación de los rezos nocturnos. Para los karaim la palabra ureitem sugiere que hay que colocar un ejemplar de un talit en un lugar visible de la Sinagoga, sobre una pared, para que todos los asistentes lo vean y se cumpla uzejartem, y recordarán todas las ordenanzas de Dios.

En nuestros días, el intento de definir mi hu Yehudí, ¿quién es judío? o mejor dicho, ¿cuáles son los factores que determinan la condición de judío? ha conducido a una situación de serios enfrentamientos entre diferentes sectores del mundo judío. En los Estados Unidos, donde los miembros de la comunidad judía se identifican, individualmente, con las diversas corrientes religiosas del judaísmo, este tema ha afectado profundamente la sensibilidad de los miembros de la comunidad. A pesar de la existencia de diversas consideraciones teológicas,  muy importantes y de gran significación, entre las distintas corrientes, mi hu Yehudí cuestiona la identidad judía de la persona y por lo tanto la reacción es muy violenta. Este hecho se pudo apreciar durante los recientes intentos de formación de un gobierno en Israel que se proponía reformar el Jok hashevut, la ley del retorno, invocando una nueva definición de la condición judía. (El problema se presentó cuando se intentó incorporar en la ley el concepto de guiur kehalajá. Es decir que toda conversión, una de las maneras de ingresar al judaísmo para quien no nació judío, tenía que realizarse de acuerdo con las normas ortodoxas, quedando excluido, en consecuencia, el método de los Conservadores y él de los Reformistas).

Concluimos nuestras reflexiones, señalando que el judaísmo siempre propició un clima de libre pensamiento en un ambiente de cuestionamiento constante respecto a las ideas reinantes en las diferentes épocas. Pero, al mismo tiempo, insistió en cierta uniformidad en el comportamiento diario, en la halajá lemaasé, en las normas de acción y de esta manera se pudo mantener durante siglos una continuidad histórica de la identidad judía. Esto se hizo aunque carecíamos de tierra propia y dispersos en los confines del globo. A partir de la existencia del Estado de Israel ¿podemos permitirnos la diversidad de acción y retener al mismo tiempo una identidad común? Por el momento, en vista de la delicada situación política en Israel, resulta inconveniente una lucha ideológica que llevaría a la división justamente cuando la unión es vital importancia. A pesar de los señalamientos de otras corrientes, mi preferencia personal se inclina por una actitud que evite la posibilidad de resultados imprevistos y mantener nuestro compromiso con la halajá tradicional, especialmente en aquellos aspectos que afectan nuestro carácter e idiosincrasia nacionales.

EL CONTEO DE LOS DÍAS

Parashá EMOR

El texto semanal también se distingue por una enumeración de los diferentes días sagrados en el calendario hebreo y detalla algunas de las leyes que los rigen. Hacemos referencia particular a Sefirat HaÓmer, el conteo del Ómer, que se debe realizar Mimojorat HaShabat, al día siguiente del Shabat de Pésaj. Esta ordenanza fue el motivo de un debate entre los Perushim y los Tsedukim. De acuerdo con los Perushim, el conteo debe empezar el día domingo que sigue al día Shabat después del primer día de Pésaj. Los Perushim argumentaron que la festividad de Pésaj también recibe la nomenclatura de Shabat y, por lo tanto, esta Mitsvá se observa con el conteo que empieza el segundo día de Pésaj. De acuerdo con los Tsedukim, Shavuot se celebraba siempre un día lunes, mientras que de acuerdo con los Perushim se debía celebrar el mismo día de la semana que el segundo día de Pésaj.

Según ambas interpretaciones, la Torá ordena contar cuarenta y nueve días completos que culminan el día cincuenta con la festividad de Shavuot, el aniversario del recibimiento de la Torá en el monte Sinai. Cabe indagar, ¿por qué no se recita, además de la Berajá pertinente, la Berajá Shehejeyanu tal como se estila al escuchar el sonido del shofar en Rosh HaShaná, por ejemplo?

Se argumenta, primero, que Sefirat HaÓmer no debe ser considerada una Mitsvá DeOraitá, ordenada por la Torá, porque está relacionada con el Beit HaMikdash que no existe en el presente. Así como el Talmud considera que en la actualidad, Sefirat HaÓmer es sólo Zéjer laMikdash, en recuerdo del Beit HaMikdash, el conteo tiene un propósito específico–la preparación para Shavuot– pero carece de valor propio. En cambio, el Beit Din recitaba Shehejeyanu cuando hacía el conteo para arribar a Yovel, el año jubilar. Por otro lado, una mujer Zavá, que tiene una emisión, debe contar siete días sin ver vestigio de esa emisión y al octavo día adquirirá la calificación de Tehorá, ritualmente pura. En este caso tampoco se recita Shehejeyanu durante el conteo, porque éste tiene la finalidad de arribar al octavo día que tiene la mencionada significación ritual. Los días del conteo son simplemente el vehículo, el instrumento para concluir en un día de un significado religioso determinado.

Observamos que durante los Shalosh Regalim, Janucá y Purim, por ejemplo, se recita Shehejeyanu cuando se observa una Mitsvá específica, ya sea la Matsá o el Lulav, el encen- dido de la Menorá o la lectura de la Meguilá, porque esos días conmemoran eventos históricos que son trascendentales para el pueblo judío. En cambio, en el caso del Brit Milá, se deben contar ocho días para celebrar la circuncisión y no existe ninguna obligación de recitar Shehejeyanu para anticipar el evento, porque el evento esperado es la meta: el Brit Milá en el octavo día.

Cabe destacar la importancia de Shavuot, ya que la Torá exige que se cuenten ansiosamente los días para esta fecha. Mucho se ha reflexionado y escrito acerca de la naturaleza del judaísmo. Empezando con ¿quién es judío? La respuesta obvia es que judío es aquel que nace de una madre judía o se convierte voluntariamente al judaísmo. Pero al mismo tiempo está claro que la condición judía no es solamente la consecuencia de haber nacido de un vientre judío o de haber pasado por una ceremonia de conversión. Ser judío implica un comportamiento que se ajusta a un conjunto de normas y principios contenidos en la Torá y explicados en la Ley Oral, que básicamente están contenidos en los folios del Talmud.

Mientras que otras religiones acentúan el simbolismo físico a través de sus templos y efigies, el judaísmo destacó la importancia del tiempo a través de las diferentes festividades que celebran eventos históricos y espirituales. Incluso Yom Kipur, el Día del Perdón, conmemora el perdón divino por el pecado del Éguel Hazahav, el Becerro de Oro.

El tiempo, las horas y los días son elementos que ofrecen la misma oportunidad a todos los sectores. El reloj marca el tiempo de manera igual para el pobre y el rico, para el hombre y la mujer. Las festividades sirven para concienciar al ser humano a fin de que haga un uso apropiado del mismo, y especialmente, para afinar su sensibilidad espiritual, que debe conducir a la solidaridad con el prójimo.

EL LIDERAZGO IMPONE RESPONSABILIDAD

Parashá Emor

De acuerdo con la Torá, el Kohén debe regir su vida por un código más estricto que el resto de la población, debido a sus responsabilidades adicionales. Por ejemplo, sólo puede atender a un difunto en el caso de un pariente cercano, por el cual tendría luego que observar el período de Shiv’á. La ley es más estricta con el Kohén Gadol, quien debe abstenerse incluso en estos casos, con la excepción de un cadáver que nadie atiende en el campo. En este caso debe enterrar al muerto. El Kohén no puede casarse con una mujer divorciada o convertida al judaísmo. En el caso del Kohén Gadol, además de los casos mencionados, tampoco puede casarse con una viuda.

Aparentemente, las responsabilidades suelen estar acompañadas de privilegios, pero también de tareas y limitaciones. Quien ocupa un cargo de liderazgo deberá ser más mesurado con su acción y palabra.

El comentarista Dáat Zekenim sugiere una razón singular por la cual la Torá prohibió al Kohén Gadol contraer matrimonio con una viuda. Partiendo del poder que la tradición judía atribuye al Kohén Gadol cuando pronuncia el Nombre Sagrado de Dios durante el culto del día de Yom Kipur, Dáat Zekenim ofrece una interesante especulación.

Durante su estadía en el Kódesh HaKodashim, el Kohén Gadol solía invocar diez veces el Nombre Sagrado de Dios, y tal era la efectividad de esa mención que si tenía en mente en ese momento a una persona que detestaba, la persona moría.

El poder del Kohén Gadol no tenía límite cuando el Nombre Sagrado estaba en sus labios, incluso para la acción negativa. Originalmente, el Kohén Gadol pronunciaba en voz alta el Nombre Sagrado, Nombre explícito cuya pronunciación era compleja. Dado que algunas personas aprovecharon esta oportunidad para aprender la pronunciación correcta y utilizar este conocimiento para propósitos ilícitos, se cambió el estilo y el Kohén Gadol dejó de pronunciar el Nombre en voz alta durante el servicio de Yom Kipur.

La Torá prohibió el matrimonio del Kohén Gadol con una viuda, porque era posible que, al tener una inclinación afectiva por una mujer, tuviera malos pensamientos acerca de su esposo en el momento de invocar el Nombre Sagrado de Dios, hecho que a su vez causaría la muerte del individuo.

Para evitar esta posibilidad, la Torá prohibió el matrimonio del Kohén Gadol con una viuda. Sin ánimo de controversia, la opinión de Dáat Zekenim es muy individual y esotérica, pero apunta hacia un tema relevante: la responsabilidad adicional de quienes ejercen el liderazgo tanto religioso como social, político y económico.

El hecho de que el Kohén Gadol no pueda casarse con una viuda no implica que se muestre desprecio por ella, sino que la Torá es muy exigente con el líder que tiene que asumir limitaciones adicionales debido a la influencia que ejerce en la sociedad. Está claro, por ejemplo, que en el caso de la muerte de un pariente cercano, cuando la Torá le impide acompañar a los dolientes en el entierro, este hecho debe ser emocionalmente devastador para el Kohén Gadol. Sin embargo, su condición de representante del pueblo ante Dios exige que mantenga un estado de Tahará, pureza ritual, en todo momento. Sus necesidades personales deben ocupar un segundo plano.

En la actualidad, debido a la ausencia del Beit HaMikdash, las leyes referentes a los sacrificios no son pertinentes. El Kohén no tiene el privilegio del consumo de la Terumá y de las diferentes partes de los animales ofrendados. Sin embargo, siguen vigentes muchas leyes. El Kohén es el primero en ser llamado a la lectura de la Torá. Durante los servicios religiosos bendice al pueblo, oficia en el Pidyón HaBén y tiene que acatar las limitaciones anteriormente mencionadas con referencia al luto y al matrimonio.

SENSIBILIDAD SOCIAL DEL KOHÉN

Parashá Emor

El tema inicial de nuestros capítulos es el Kohén, sus características y obligaciones, privilegios y tareas. Los Kohanim, miembros de la tribu de Leví, son los descendientes de Aharón –hermano de Moshé Rabenu– quienes fueron seleccionados como los líderes espirituales del pueblo hebreo. Sus tareas incluían el servicio diario de los Korbanot y la transmisión de las leyes e instructivos Divinos. Mientras que Moshé se mostraba un tanto alejado del pueblo, su hermano Aharón logró establecer un diálogo directo con las multitudes.

Por ejemplo, cuando Moshé tardó en descender del monte Sinai, los hebreos se dirigieron a Aharón, quien en un momento de aparente debilidad accedió a la fundición del oro en un “becerro” que se convirtió en el elemento de devoción para el pueblo. Sincronizado con las necesidades emocionales del pueblo, evitó males mayores al ceder momentáneamente a sus demandas para ganar tiempo y permitir que Moshé retornase.

Mientras que la actividad intelectual y espiritual era primordial, la sensibilidad del Kohén hacia las necesidades emocionales del pueblo, como testimonia el caso citado, sirvió para crear un lazo existencial entre el Kohén y cada miembro de la naciente nación hebrea.

En este sentido, citamos un episodio mencionado por el rabino Jacob J. Shacter de Yeshiva University. En los años 30 del siglo pasado, dos grandes figuras rabínicas coincidieron en un lugar de veraneo: Rabí Chaim Ozer Grodzensky yRabí Meir Yechiel HaLevi Holzstock, el Rebe de Ostrowiec.

Después de las correspondientes formalidades, Rabí Chaim Ozer le pidió al Rebe de Ostrowiec que articulara alguna explicación novedosa de los capítulos de nuestro texto bíblico.

Finalmente, el Rebe accedió porque Rabí Chaim Ozer se refirió a él como Gavra Raba, un gran hombre. El Rebe quería utilizar la oportunidad para señalar que Gavra Rabano era realmente la persona que tenía mayores conocimientos, sino que el calificativo se refería a una cualidad diferente de la persona.

El Talmud enseña que, si bien la Torá afirma que el incumplimiento de ciertas normas acarrea el castigo de 40 azotes, los jajamim, de acuerdo con la Torá shebealpé, modificaron esta cantidad y establecieron que 39 era el número requerido de latigazos. Este texto del Talmud continúa con la afirmación de que las personas que se ponen de pie delante de la Torá y no lo hacen en la presencia de un Gavra Raba, el individuo que es estudioso de la Torá, cometen una simpleza, una necedad. Esta norma se encuentra hacia el final de Devarim, el último libro de la Torá.

Cuestiona el Rebe de Ostrowiec: ¿por qué tuvo que esperar el Talmud hasta los últimos capítulos de la Torá, cuando un caso paralelo aparece en nuestro texto? La Torá ordena en nuestros capítulos que se debe contar 50 días desde el día después del Shabat (segundo día de Pésaj) para festejar Shavuot. Y en este caso, el Talmud también modifica la cifra de 50 para señalar que se deben contar 49 días solamente.

De nuevo observamos el poder intelectual de los jajamim, quienes podían interpretar el texto escrito de laTorá de tal manera que se modificara la celebración de Shavuot, situándola en una fecha diferente. Por lo tanto, seguramente hay que ponerse de pie en presencia de un Gavra Raba, la persona erudita en el contenido de la Torá.

Concluye el Rebe señalando que el Talmud tuvo que esperar hasta el episodio de los 39 azotes en la Parashá Ki Tetsé porque, en ese caso, los jajamim mostraron compasión por el sufrimiento, incluso el del pecador cuando rebajaronun latigazo de su castigo. O sea que Gavra Raba, no es necesariamente un apelativo que se refiere al cúmulo de conocimientos o a quien realiza proezas intelectuales insólitas. Gavra Raba es el individuo que muestra sensibilidad y solidaridad con quien está humillado, quien se apiada de la persona, incluso con aquella que tomó un rumbo equivocado en la vida.

La descendencia de Aharón continúa, sin interrupción, hasta el presente. No obstante, la inexistencia del Beit HaMikdash y la ausencia de los Korbanot, la labor del Kohén sigue vigente porque simboliza la urgencia de limar las asperezas entre posiciones conflictivas, la búsqueda del entendimiento y la paz en el seno del pueblo hebreo. Sobre todo, la solidaridad con los más necesitados y muchas veces abandonados por la sociedad.

El pluralismo de las ideas y la unidad de la acción

EMOR - Levítico XXI - XXIV

El texto de la primera parte de nuestra lectura semanal está dedicado a una serie de leyes que son pertinentes al kohén. La Torá insta al kohén mantenerse ritualmente puro, para poder participar en todo momento, en los servicios del Beit HaMikdash. Por lo tanto, no debe tener contacto directo con un cadáver, ni con cualquier ser u objeto cuya cercanía puede resultar en su calificación de tamé que significa la impureza ritual. En un capítulo anterior, mencionamos la importancia singular que tenía la noción de pureza ritual durante el período de la existencia del Beit HaMikdash, y las numerosas consideraciones que giraban alrededor del concepto de tamé. Dado que el kohén es el sacerdote que oficia en el Templo y su figura es central en el culto religioso, es de importancia capital que no entre en contacto con cualquier ser u objeto que pudiera convertirlo en ritualmente impuro.

Una de las consecuencias de la destrucción del Templo de Jerusalem es la pérdida de la autoridad e importancia del kohén dentro del ámbito del culto. En ausencia de los sacrificios, para los cuales su figura era indispensable, surge ahora la figura del rabí, el maestro y erudito de las leyes. Pero aun en la época del Templo se observaba una dualidad de propósitos o, incluso, cierta rivalidad, entre la casta de los kohanim, representada por el grupo denominado los Tsedukim que son los Saduceos y los grandes expositores y maestros de la tradición, los Perushim que son los Fariseos. No conocemos con certeza el origen de esta nomenclatura. Es posible que el sacerdote Zadok dé origen a la palabra Tsedukim, mientras que la palabra Perushim hace referencia al hecho de que sus adeptos e integrantes eran grandes parshanim, que quiere decir expositores e intérpretes de las Escrituras.

Los Tsedukim se consideraban los guardianes autorizados de la ley y se regían por las tradiciones y las interpretaciones que guardaban celosamente y que consideraban de su exclusiva competencia. Los Perushim, en cambio, aunque se aferraban a los principios hermenéuticos (reglas para la interpretación de las Sagradas Escrituras), permitían una mayor participación del intelecto individual. Los Tsedukim se consideraban los poseedores de toda la verdad, mientras que los Perushim, por su condicionamiento dialéctico, confiaban en su metodología para la búsqueda de esa verdad. Los Tsedukim se apoyaban, generalmente, en el sentido literal de la palabra de la Torá y los Perushim se dedicaban a la investigación y a la búsqueda de algún significado más profundo del mensaje Divino.

Mientras la discusión se situó en el plano académico, ésta se desenvolvía de acuerdo con el geist de la tradición judía que permite la amplitud de criterios, promueve la investigación y estimula las discusiones intelectuales. Pero cuando la polémica se traduce en un comportamiento alternativo, entonces, existe la probabilidad de que la discusión se convierta en causal de fisuras y de posibles divisiones. Por ejemplo, en nuestra lectura semanal, la Torá nos instruye que hay que contar siete semanas entre Pésaj y Shavuot. Shavuot es la única festividad que carece de fecha en nuestro calendario. Depende exclusivamente del día de la celebración de Pésaj, que es el quince del primer mes Nisán. Al término de siete semanas después de Pésaj, se celebra Shavuot. La discusión se centró en el día exacto cuando se empieza la cuenta de estas siete semanas. La Torá reza, usefartem lajem mimojorat haShabat, “y harán su conteo con el día siguiente del Shabat”. La controversia giró alrededor del significado de la palabra Shabat.

Para los Tsedukim el vocablo Shabat tiene el significado único del séptimo día de la semana. Los Perushim argumentaron que una festividad también recibe el calificativo de Shabat y dado que el contexto de nuestra cita es la festividad de Pésaj, en este caso mimojorat haShabat quiere decir el día siguiente a Pésaj. Ahora bien, si el primer día de Pésaj coincide con un martes, por ejemplo, de acuerdo con los Perushim se empieza a contar las siete semanas el día miércoles para llegar a la celebración de Shavuot que se realizaría el cincuentavo día. Pero de acuerdo con los Tsedukim se comenzaría a contar recién el domingo siguiente. De este modo habría una diferencia de cuatro días entre las dos celebraciones, lo que significa una discrepancia en las opiniones.

En una época posterior, los Karaim (en la Israel actual existen aquellos que alegan pertenecer a este grupo) también insistirán en una lectura literal de la Torá. La instrucción bíblica de colocar tsitsit, las franjas rituales en las cuatro esquinas de nuestras vestimentas, da origen al talit, el manto ritual que utilizamos mientras recitamos las plegarias. Existe igualmente una versión que se denomina talit katán que se usa bajo la camisa, (aunque según las reglas gramaticales se deberían utilizar la palabra ketaná porque talit es de género femenino, el error se ha incorporado al vocabulario diario). La Torá ordena la colocación de los tsitsit sugiriendo el efecto de ureitem otam uzejartem et kol mitsvot HaShem, “y los verán y se recordarán de todas las ordenanzas de Dios”. Los tsitsit vienen a ser una especie de bandera, de símbolo recordatorio, de nuestras obligaciones según las instrucciones Divinas. Nuestros jajamim deducen de la palabra ureitem, que los tsitsit deben ponerse únicamente cuando se puede ver, cuando hay luz natural, es decir de día. Por lo tanto, no vestimos el talit en la sinagoga en la recitación de los rezos nocturnos. Para los karaim la palabra ureitem sugiere que hay que colocar un ejemplar de un talit en un lugar visible de la Sinagoga, sobre una pared, para que todos los asistentes lo vean y se cumpla uzejartem, y recordarán todas las ordenanzas de Dios.

En nuestros días, el intento de definir mi hu Yehudí, ¿quién es judío? o mejor dicho, ¿cuáles son los factores que determinan la condición de judío? ha conducido a una situación de serios enfrentamientos entre diferentes sectores del mundo judío. En los Estados Unidos, donde los miembros de la comunidad judía se identifican, individualmente, con las diversas corrientes religiosas del judaísmo, este tema ha afectado profundamente la sensibilidad de los miembros de la comunidad. A pesar de la existencia de diversas consideraciones teológicas, muy importantes y de gran significación, entre las distintas corrientes, mi hu Yehudí cuestiona la identidad judía de la persona y por lo tanto la reacción es muy violenta. Este hecho se pudo apreciar durante los recientes intentos de formación de un gobierno en Israel que se proponía reformar el Jok hashevut, la ley del retorno, invocando una nueva definición de la condición judía. (El problema se presentó cuando se intentó incorporar en la ley el concepto de guiur kehalajá. Es decir que toda conversión, una de las maneras de ingresar al judaísmo para quien no nació judío, tenía que realizarse de acuerdo con las normas ortodoxas, quedando excluido, en consecuencia, el método de los Conservadores y él de los Reformistas).

Concluimos nuestras reflexiones, señalando que el judaísmo siempre propició un clima de libre pensamiento en un ambiente de cuestionamiento constante respecto a las ideas reinantes en las diferentes épocas. Pero, al mismo tiempo, insistió en cierta uniformidad en el comportamiento diario, en la halajá lemaasé, en las normas de acción y de esta manera se pudo mantener durante siglos una continuidad histórica de la identidad judía. Esto se hizo aunque carecíamos de tierra propia y dispersos en los confines del globo. A partir de la existencia del Estado de Israel ¿podemos permitirnos la diversidad de acción y retener al mismo tiempo una identidad común? Por el momento, en vista de la delicada situación política en Israel, resulta inconveniente una lucha ideológica que llevaría a la división justamente cuando la unión es vital importancia. A pesar de los señalamientos de otras corrientes, mi preferencia personal se inclina por una actitud que evite la posibilidad de resultados imprevistos y mantener nuestro compromiso con la halajá tradicional, especialmente en aquellos aspectos que afectan nuestro carácter e idiosincrasia nacionales.