¿Quién tiene la última palabra? – Responsabilidad moral y lucidez

BEHAR -Levítico XXV - XXVI,2 - BEJUKOTAI Levítico XXVI,3 - XXVII

El título de nuestro capítulo hace referencia al Monte Sinaí donde Moshé recibió las instrucciones específicas acerca de la ley de shemitá, el descanso obligado de las tierras cada siete años. Los jajamim se plantean la interrogante: ¿por qué se seleccionó esta ley, en particular, para que mereciera ser comentada en el propio Sinaí? La respuesta es que, en realidad, todas las leyes fueron analizadas en sus diferentes detalles en aquel momento histórico y la ley de shemitá, por lo tanto, se utiliza, únicamente como un ejemplo.

Está claro que existen numerosas mitzvot adicionales que no fueron enunciadas en el Sinaí. Tenemos un enorme equipaje de mitzvot derabanán, de leyes que fueron promulgadas por nuestros sabios en épocas posteriores las que por fuerza tuvieron que estar ausentes en Sinaí. Los jajamim también se vieron obligados, de acuerdo con las circunstancias del momento, a afinar y a moderar las instrucciones de la Torá para poder mantenerse fieles a lo que consideraron era el espíritu de la Ley. Por ejemplo, la Torá prohíbe el cobro y el pago de intereses. En una sociedad agrícola es el cumplimiento de esta ordenanza es muy factible. Pero en una sociedad mercantil, y con mayor razón aún en nuestra sociedad industrial, o post industrial, el dinero se convierte en una mercancía, en un bien que posee valor propio. Hoy en día, por ejemplo, se habla del costo del dinero. Los que sufren son los menos afortunados, porque los préstamos les son negados. Por lo tanto, los jajamim instituyeron la héter iská, que es un documento legal que convierte al prestamista en una especie de inversionista. Así el cobro de intereses se convierte en los dividendos de una inversión. Para algunos, se trata de un artificio que evita la sanción de la ley. Para otros, es el resultado del ingenio de los eruditos, que por un lado facilita los préstamos al necesitado, pero que, al mismo tiempo, nos obliga a tomar conciencia de la prohibición básica de oprimir indiscriminadamente al prójimo. El mismo hecho de que tengamos que recurrir al héter iská, sirve para recordarnos que su ausencia implica que estaríamos violando una ley de la Torá.

El encendido de la luces de Janucá puede considerarse como el prototipo de una mitzvá propiamente dicha, instituida por nuestros jajamim. Los hechos que Janucá celebra ocurrieron siglos después de que la Torá fue otorgada en el Sinaí. Por lo tanto, podemos preguntar ¿cómo es posible recitar antes de encender estas luces asher kideshanu bemitzvotav vetzivanu…? ¿Acaso fue Dios quien nos ordenó encender estas luces durante un lapso de ocho días? Según la opinión de nuestros sabios, las instrucciones futuras de los jajamim fueron ordenadas, simbólicamente, en el Monte Sinaí. La Torá es la fuente de la autoridad de nuestros sabios. Así, el momento histórico del Sinaí se transforma en una revelación continua de la voluntad Divina a través de las interpretaciones y decisiones legales de los jajamim de todas las épocas.

Tal como Dios es el autor de la Torá, es también El que creó el intelecto humano, el que tendrá que interpretar en el futuro estas Sagradas Escrituras. Más aún, el Talmud en el tratado de Bavá Metziá relata una disputa entre Dios por un lado y el Tribunal Celestial por el otro, con referencia a una cuestión de tumá, que es la impureza ritual. Según el Todopoderoso, en la situación en cuestión no se produce una contaminación ritual; según el Tribunal Celestial sí la hay. El caso se llevó ante Rabá bar Najmani quien era muy estudioso de estas cuestiones, según el texto del Talmud citado. Está claro que carece de sentido instruir a Dios acerca de Su Ley. El, Dios, siempre tiene razón en cualquier duda acerca de la interpretación correcta de Su Voluntad. Con todo, la enseñanza que podemos derivar de nuestro episodio es la insistencia del Talmud que la Torá le fue dada al ser humano para que sea éste último quien la interprete de acuerdo con ciertas normas. Lo bashamáyim hi, una vez que la Torá fue entregada en el Monte Sinaí, dejó de ser propiedad celestial. Ahora es el hombre quien tiene la posibilidad y la obligación de estudiarla, interpretarla y profundizar en sus enseñanzas.

¿Acaso la Torá también le otorga a los jajamim la autoridad para cambiar radicalmente la ley? Esta es una interrogante cuya respuesta no es fácil o simple. A veces, por ejemplo, tomando en cuenta el hecho de que los vendedores de pescado se aprovechaban de la víspera de Pésaj para especular indebidamente con los precios, el rabino de la aldea prohibía comer pescado en esa festividad. Y en efecto, la persona que lo desobedecía estaría violando la ley. Nos han llegado relatos de los campos de concentración en la época nazi que dan testimonio de que cierto rabino ordenó a los allí detenidos comer en Yom Kipur dado la grave condición de desnutrición que hacía peligrar seriamente sus vidas. Cuando le participaron al Jafetz Jayim que las vidas de los integrantes de una compañía de soldados judíos en Siberia peligraba porque no tenían con que alimentarse y el frío era muy severo, respondió que podían comer jazir que era la única comida disponible (óber nit shmochken di béiner, sin chuparse los dedos). Nuestros sabios se basan en el pasuk de Tehilim que reza, et laasot laShem heferu Torateja, “tiempo es de hacer algo para el Señor, porque destruyen Tu ley”.

¿Puede un rabino, o un maestro de nuestra ley, contradecir la decisión de otro rabino? El Mará deatrá, el maestro del lugar tiene la última palabra en una cuestión legal. Sin embargo, un Beit Din, que es una Corte rabínica, o un talmid jajam, un sabio que pueda documentar la validez de una opinión contraria, citando fuentes autorizadas para tal efecto, podría anular la decisión original. ¿Quién decide cuál Beit Din tiene mayor autoridad que otro? ¿Cuáles son los parámetros que se utilizan para preferir entre dos autoridades rabínicas? Existen ciertos principios básicos. Generalmente consideramos que las generaciones anteriores eran más conocedoras de la ley, tal vez por estar más cercanas a nuestro comienzo en el marco del tiempo. Por ejemplo, los Amoraim que son los maestros de la Guemará, que contiene las discusiones de las academias y que forma parte del Talmud, no pueden cuestionar a los Tanaim que son los maestros de la Mishná, que es el compendio central y anterior de la Torá oral. Cuando enfrentamos una disputa entre los sabios de una misma generación, nos atenemos a varias reglas. Tal vez la más importante de ellas sea que respondemos a la mayoría, según la indicación de la Torá, ajarei rabim lehatot.

El Talmud en el citado tratado de Bavá Metziá relata que Rabí Eliézer, que por su piedad tenía poderes para alterar el curso de la naturaleza, invocó esta habilidad para imponer su punto de vista frente a la mayoría de los jajamim, los sabios de la época. Los jajamim se negaron a acatar la decisión de Rabí Eliézer, aun después de haber escuchado un bat kol, que es una voz de origen celestial que le daba a este Rabí Eliézer la razón en la disputa. Lo bashamáyim hi, argumentaron los jajamim. La Torá ya no se encuentra más en las alturas celestiales. Ahora somos nosotros, de acuerdo con las instrucciones de esta Torá, los que por ser mayoría tenemos la decisión en nuestras manos.

El Talmud establece una jerarquía respecto los jajamim señalando que la decisiones de algunos de ellos tienen preferencia sobre las de otros. En ocasiones no se puede llegar a una conclusión y se permite que la decisión final quede en teiku, en espera. No obstante lo antedicho, la realidad es que en cada generación sobresalen ciertos talmidei jajamim como los grandes eruditos cuyas decisiones son respetadas universalmente. El finado Rabí Moshé Feinstein de la ciudad de New York fue una de esas personalidades excepcionales. No existen parámetros definidos para alcanzar una posición intelectual que amerite el respeto de todos. Las numerosas decisiones rabínicas de Rabí Moshé Feinstein fueron publicadas y casi nunca fueron refutadas por otros estudiosos. De tal modo se convirtió en el posek, la persona cuyos fallos fueron mayoritariamente solicitados desde las más diversas y lejanas comunidades judías y cuyas decisiones son motivo de estudio en las diferentes yeshivot, las academias que se dedican, con exclusividad, al estudio de las fuentes judías tradicionales.

BEJUKOTAI

Responsabilidad moral y lucidez

Levítico XXVI,3 – XXVII

                                      

La porción sobresaliente de nuestros capítulos, que será repetida en forma ampliada en Ki tavó, en el quinto libro de la Torá, se conoce bajo el nombre de tojajá, la exhortación y advertencia de no desviarnos del sendero de las mitzvot. La Torá es muy clara en su afirmación inicial de nuestra lectura semanal, im bejukotai teleju… “si en Mis leyes anduviereis y cumpliereis Mis preceptos os brindaré lluvias a su tiempo y la tierra dará su producto y el árbol del campo dará su fruto”. Las bondades de la tierra son, según lo citado, el resultado del comportamiento y de las acciones de la gente. La tierra no es caprichosa y no requiere de sortilegios ni de brujería para su fertilidad. La abundancia de los frutos es el resultado de una función de la obediencia humana a las leyes. En forma paralela, los castigos y las desgracias son la consecuencia de la desobediencia y de la rebeldía. Veim lo tishmeú Li… “mas si no me escucharéis…, echaré sobre vosotros el terror…, y volveré Mi rostro contra vosotros…, y huiréis sin que nadie os persiga”.

En la visión de la Torá la naturaleza no es caprichosa y el mundo no se rige por el azar. (Einstein afirmó que no podía concebir a Dios jugando a los dados con el universo). Existe un orden y un por qué de las cosas. La actuación moral del hombre es la que determina el curso de los acontecimientos y la obligada reacción de la naturaleza. En los tiempos de Nóaj ya se había señalado vatishajet haáretz, que la tierra misma se había corrompido, incluyendo a todo ser viviente que la habitaba. El diluvio fue la consecuencia de la corrupción universal. En nuestros días podemos concluir en efecto, que, el hombre tiene los medios para hacer a la naturaleza más productiva. Al mismo tiempo estamos conscientes de que disponemos de medios nucleares para destruirla totalmente y hacerla inservible para las generaciones futuras por la contaminación radioactiva.

Con esta visión de las cosas, el enemigo externo es una consecuencia de la debilidad interna. Tal como el cuerpo humano está bajo la constante amenaza de microbios y virus que listos para aprovechar alguna fragilidad de nuestro sistema inmunológico, así, la sociedad y la naturaleza están bajo un acecho constante que puede materializarse, en una hecatombe por un simple descuido o por una flaqueza moral. El profeta Yeshayahu lo había advertido, meharsáyij umajariváyij mimej yetzeu, “tus asoladores y los que te saquearán saldrán de ti”. El verdadero enemigo está dentro de nosotros y somos, individual y personalmente, responsables de los males que nos azotan.

Hay quienes argumentan que la delicada situación política de Medinat Israel puede resolverse únicamente con la decidida solidaridad y unificación de propósitos de todo el pueblo judío. Al mismo tiempo se afirma que las más terribles consecuencias pueden darse en la ausencia de esta indispensable concertación de esfuerzos. Norman Podhoretz, el editor de COMMENTARY en su alarmante ensayo, ISRAEL: A LAMENTATION FROM THE FUTURE, (Israel: un lamento desde el futuro), advierte sobre los hechos y desarrollos que llevaron a la destrucción del Estado. Su alerta se dirige, en especial, al rol que jugamos, por la falta de claridad de propósitos y porque no existe una firme decisión de apoyo a nosotros mismos, algo que debería haber sido incondicional con referencia a la existencia del Estado. Nuestra lealtad se ve afectada debido, en parte, por la Intifada y los problemas de conciencia que despierta la lucha contra mujeres y niños. Los dirigentes de la Intifada, probablemente con el propósito de ganarse la buena voluntad del mundo, envían a sus mujeres y niños a lanzar piedras contra los soldados, entonces por atender con demasiada simpatía a lo que consideramos son los derechos de los Palestinos, al permitir es establecimiento de una Palestina dirigida por la OLP, comprometemos la seguridad de Israel.

Desde luego que el razonamiento en el que se basa el ensayo citado no goza de aprobación universal. Una fuerte polémica se ha entablado alrededor de esta tesis, que está siendo debatida con vehemencia y pasión. El argumento es controversial, pero, su enfoque es tradicional porque busca en nuestro propio medio las causas de la gravedad de la situación.

Desde cierto ángulo, ésta es una postura optimista porque afirma que el ser humano tiene el potencial y el vigor para sobreponerse a sus dificultades. La tojajá que en sinagogas de práctica jasídica no constituye una aliyá, porque no se llama a ningún feligrés para su lectura, contiene, en cierta forma, el germen de la nejamá, que es la consolación. Porque la tojajá no es una afirmación de lo desesperanzador e inevitable de nuestra situación. Hay bálsamos y soluciones para nuestras aflicciones. Los medios y los remedios pueden ser difíciles, costosos y amargos, pero existen y están a nuestro alcance. En la tesis del citado Podhoretz, los resultados no son seguros, aun contando con el supuesto apoyo incondicional a Israel, debido a la interferencia de otras presiones internacionales. En el más lúgubre de los casos, sin embargo, evitaría remordimientos futuros y una depresión profunda como resultado de no haber actuado en su momento, a la medida de nuestras posibilidades.

La tojajá de nuestra lectura es interrumpida por la mención alentadora de vezajartí et berití Yaacov, “y recordaré Mi pacto con Yaacov.” Aun en los momentos de oscuridad y de héster panim, de la ausencia de la Shejiná que es la presencia Divina, el valor de nuestros patriarcas tiene actualidad y vigencia. La lección que se desprende es que a pesar de nuestras desviaciones y descuidos, sigue vigente el ejemplo de los forjadores de nuestra tradición y fe. Aunque estén temporalmente bloqueados y ocultos, difusos e imprecisos, los ejemplos de jésed de Avraham, de disposición al sacrificio de Yitzjak, y de dedicación al estudio de Yaacov, permanecen con nosotros. Tal vez sea ésta una manifestación más de una auto estima inflada. Pero la implicación es que aun en nuestro error y en nuestro pecado, continuamos siendo los descendientes espirituales y discípulos de éstos, los primeros iconoclastas y revolucionarios sociales. Men ken nit opshatzen a yídishe kishke, reza el dicho popular, que significa que no se puede menospreciar la gran moralidad de las entrañas judías por su profundo arraigo en nuestra íntima composición personal y humana.

Nuestra preocupación obsesiva por la introspección no debe conducirnos a desatender la multiplicidad de los factores externos circundantes. Por ejemplo, no puede analizarse el fenómeno Nazi, tan humillante para toda la humanidad, pretendiendo atribuir sus raíces al comportamiento de la comunidad judía de Alemania. Estamos presenciando hoy, la reaparición del antisemitismo organizado en diversos países. Sería infantil, ingenuo e irresponsable, dejar de detectar el fuerte ingrediente anti judío en la infame resolución de las Naciones Unidas que equipara al Sionismo con el racismo. (Unos años más tarde se anuló esta resolución). En la Polonia de la post guerra se vio un resurgimiento del antisemitismo que se basaba en la memoria de la presencia judía en el país. Es una especie de antisemitismo histórico, porque la gran masa judía ha perecido y sus sobrevivientes han emigrado. En Italia, en estos días,  aparecen manifestaciones de antisemitismo en localidades donde no vive ni siquiera un judío. En Europa, de manera general, recrudece el sentimiento anti judío. ¿El odio ciego del Islam contemporáneo hacia Israel no es una expresión de su antisemitismo? La guerra contra Israel no es un enfrentamiento contra el movimiento sionista exclusivamente. Nos encontramos cara a una confrontación de dimensiones casi globales contra el judaísmo, contra el pueblo judío en su totalidad en cualquier país donde resida actualmente. ¿Acaso los que cometen atentados terroristas saben distinguir entre judíos de la diáspora e Israelíes? En la medida que la golá aprecie, cada vez con mayor sinceridad y lucidez su identidad con el destino de Israel, mayor será la unidad entre ambos. Porque somos nosotros, todos juntos, los únicos garantes de nuestra sobrevivencia, para dar cumplimiento a la promesa profética de nétzaj Israel lo yeshaker, de la innegable eternidad de Israel.