PACTO CON LOS PRESENTES Y LOS AUSENTES y CORREREMOS TRAS DE TÍ

Parashá NITSAVIM y VAYÉLEJ

En el transcurso de sus últimas palabras, Moshé exhorta al pueblo judío a seguir por el sendero de las mitsvot, conducir sus vidas de acuerdo a los dictámenes de la Torá. Todo ello basado en un Berit, un pacto que el pueblo hizo, un compromiso asumido sólo por los allí presentes, parados ante el Creador, sino incluso con la anuencia de los ausentes en aquel día. De esta manera, Moshé destaca que la relación del pueblo judío con Dios es una relación eterna, incluso con las generaciones futuras.

Aunque este pacto luce determinante para el destino del pueblo judío, cabe preguntar: ¿cómo se puede comprometer a quienes no están presentes? ¿Es posible acaso decidir por las generaciones que aún no han visto la luz del día? Varios exegetas deliberan acerca de esta dificultad, entre ellos Rav Yitsjak Arama, autor de Akedat Yitsjak. En efecto, argumenta Arama, este tipo de pacto no puede tener vigencia legal, porque en la tradición judía los hijos no pagan la culpa de los padres, ni los padres la culpa de los hijos. Cada quien debe asumir la responsabilidad por sus propias acciones.

Y una generación no debería poder comprometer a otra generación futura. Yitsjak Arama argumenta que la relación entre Dios y el pueblo judío no se rige por las normas de otras relaciones.

El amor de Dios por el pueblo judío no depende de la existencia material del pueblo, es un fenómeno que tiene tal vigor que su cancelación es inconcebible. Tal como una persona no puede negar su propia identidad, de la misma manera es inconcebible que el pueblo judío se separe de Dios y Sus leyes. La relación del pueblo judío con Dios forma parte del código genético de este pueblo; por lo tanto, asumir que las generaciones futuras también están obligadas por el mismo Berit es una manera alterna de describir la naturaleza intrínseca del judío.

Cuando un judío cumple la Torá no es por voluntad propia, el resultado del libre albedrío, sino que, por herencia, está condicionado para un comportamiento acorde con la mitsvá.

Rambam cuestiona el ordenamiento de Kofín otó, cuando se obliga a un esposo a divorciarse de su esposa en el caso de que el Beit Din así lo considere. Está claro que el divorcio se puede realizar únicamente de acuerdo con la voluntad del esposo. Incluso, el Beit Din de Rabenu Gershom Maor Hagolá introdujo una restricción adicional: no se puede divorciar a una mujer sin su consentimiento previo. Por ello, ¿cómo se puede convalidar un divorcio, en el caso que se obligó al esposo hacerlo?

Rambam responde sugiriendo que en el alma del esposo está el deseo de hacer lo correcto, sólo que en este caso algún sentimiento erróneo le está colocando impedimentos y dificultades. Por ello, al obligar al esposo a efectuar el divorcio, incluso bajo coerción, se está permitiendo que sus deseos más profundos salgan a relucir. Porque en última instancia, desea cumplir con la ley y la voluntad del Beit Din que representa la halajá. Al forzar al esposo a otorgar el Guet, el divorcio, se quita el obstáculo emocional que le impide hacer lo propio.

El significativo retorno de muchos miembros del pueblo judío a las tradiciones ancestrales en lo que se denomina el “movimiento de los Baalei Teshuvá” es tal vez una manifestación de ese deseo íntimo y profundo que aflora bajo circunstancias que sirven de agente catalítico para los sentimientos que siempre existieron de manera pasiva en el fuero interno de la persona.

En el Kuzarí de Yehudá HaLeví, el argumento que sustenta la fe en el Creador y la veracidad de la Torá es el hecho de que la revelación Divina no se produjo en la intimidad, no fue un hecho privado, sino un evento público; la revelación se produjo ante toda la masa del pueblo judío que había participado en el éxodo de Egipto. Ese evento alteró el contenido genético del pueblo judío y cada uno de los descendientes futuros tiene impresa sobre su alma aquella experiencia única.

De esta manera, el estudio de la Torá no es una experiencia totalmente novedosa para el judío. Aunque vea por primera vez un texto, la vivencia es tal como si volviera a un lugar que ya ha visitado en el pasado. El estudio se convierte en un repaso, porque cada judío forma parte del colectivo que estuvo presente en aquel momento histórico.

VAYÉLEJ

CORREREMOS TRAS DE TÍ

Los últimos mensajes han sido dados y ahora se implementa la transmisión de mando a Yehoshúa con la exhortación pública Jazak Veemats, “debes ser fuerte y estar preparado para la batalla”, porque la conquista de la Tierra Prometida será una prueba de la voluntad del pueblo y de su fe en Dios. Porque así como Dios participó activamente durante la travesía por el desierto para vencer a Sijón y Og, los reyes de Emor, de igual manera, el Creador estará al lado de Yehoshúa y el pueblo durante el proceso de la conquista. De acuerdo con el Talmud, Moshé escribió el texto de la Torá, capítulo por capítulo, sección por sección, durante los cuarenta años del viaje por el desierto. Ahora plasma la última entrega y entrega formalmente el texto completo a los Kohanim y a los ancianos del pueblo.

Una antigua tradición afirma que cuando Moshé adjudicó la Torá a los Kohanim, integrantes de su propia tribu –la de Leví–, el resto del pueblo protestó porque no le entregaron también una copia del documento. Manifestaron que, en el futuro, los Kohanim podrían alegar que sólo ellos recibieron la Torá. Moshé se mostró contento por la protesta, porque era una señal de que el pueblo estaba comprometido con el mensaje de la Torá. Fue entonces cuando exclamó: “Hoy se han convertido en un pueblo”, porque la Torá y el acatamiento de sus ordenanzas es la razón de existencia del pueblo hebreo.

Moshé indica que es necesario escribir el texto Veatá kitevú lajem et HaShirá hazot, una referencia al poema contenido en Haazinu, que no obstante fue interpretado por los jajamim como la obligación de escribir la Torá completa, un texto que debe incluir este poema. Esta obligación está vigente incluso en el caso en que se recibe un ejemplar de la Torá por herencia. Cada judío debe escribir una Torá. Pero dado que la mayoría no sabemos hacerlo, se puede cumplir la Mitsvá escribiendo al menos una letra de un ejemplar nuevo de la Torá.

De acuerdo con Rabí Baruj HaLeví Epstein, autor de Torá Temimá, la Mitsvá no radica en la posesión de un Séfer Torá, sino en “escribir” el texto, porque de esta manera se incrementan los ejemplares en la comunidad y un número cada vez mayor de personas podrán estudiar la Torá.

Unos capítulos atrás, Moshé había vaticinado que incluso después de la conquista puede venir el exilio que requerirá también la intervención Divina: Veshav HaShem Eloheja et shevutejá…, “Y Dios retornará tu cautiverio…”.

Muchos exégetas señalan el uso “indebido” de la palabra Veshav, porque en su lugar hubiera sido apropiada la palabra Veheshiv, “y hará retornar”. Basándose en un Midrash, los intérpretes apuntan que la Shejiná, la Presencia Divina, acompañó al pueblo durante el período de exilio. Por lo tanto, el vocablo Veshav se refiere al retorno de Dios junto con el retorno del pueblo a la tierra ancestral. Como una muestra de su misericordia, Dios se autoexila, figurativamente, como una señal de empatía por la suerte del pueblo judío.

Según Rashí, la palabra Veshav sugiere que Dios toma de la mano a cada persona que retorna a la Tierra Prometida. De esta manera, Rashí personaliza el proceso del retorno y del arrepentimiento en general, tema muy apropiado, especialmente en los días próximos a Rosh HaShaná. Aunque el imperativo acerca de no caer en la idolatría y la necesidad del retorno son advertencias colectivas, enunciadas al pueblo en su totalidad, desde cierta perspectiva, son conceptos cuyo blanco es el individuo.

Mi maestro, Harav Yosef Dov HaLeví Soloveitchik, señala que existen dos maneras para salir de una situación de Tum’á, la impureza ritual. El primero es a través de la inmersión en una Mikvé. El segundo es por intermedio de Haza’á, cuando otra persona salpica agua sobre el individuo. Mientras que en el primer caso el individuo puede actuar solo, a través de la inmersión de la totalidad de su cuerpo, en el segundo caso se necesita la colaboración de otra persona, la persona que salpica el agua. Este segundo caso está representado por la “mano” extendida de Dios, concepto implícito en el vocablo Veshav. Tal idea se repite en Shir HaShirim en el versículo: Moshjeni ajareja narutsa, “Hálame, correremos tras ti”, cuando se interpreta: “Hálame, (Dios, provee el primer impulso), (luego) correremos tras ti”.