LAS ENSEÑANZAS DEL SHEMÁ

Parashá ÉKEV

En reconocimiento por el cumplimiento de las Mitsvot, Dios promete consumar el pacto que estableció con el pueblo hebreo en el monte Sinai y continuar obrando con jésed (misericordia). En el Moré Nevujim, Rambam observa que ya había explicado en su comentario sobre Avot que jésed quiere decir exceso, pero generalmente se refiere al exceso en beneficencia.

La beneficencia tiene dos aspectos según Rambam: el primero es la práctica de la beneficencia con el individuo que no tiene derecho a reclamar tal acción; el segundo se refiere obrar con beneficencia más allá de lo que el individuo merece. Generalmente, los Neviim utilizan el término jésed en el primer sentido: obrar con beneficencia con aquellos que no tienen mérito alguno para ello. Por ello, cuando el texto sagrado anuncia: “El mundo está construido sobre jésed”, o tal vez, “El proceso de la construcción del mundo se realiza a través de jésed”, se refiere efectivamente a la ilimitada generosidad del Creador.

Por ello, tal vez, el jasid, el individuo que según Rambam integra en su persona tanto el cumplimiento de las Mitsvot como el estudio de la filosofía y la metafísica, se comporta de la misma manera: ofrece beneficios al prójimo con quien no tiene compromiso alguno. El Jasid observa las Mitsvot sin anticipar recompensa alguna, y está dispuesto a beneficiar a sus congéneres sin esperar un comportamiento similar a cambio.

Nuestros capítulos continúan afirmando, Vaahevejá, “Dios te amará”. Mientras que el párrafo Shemá Israel de la Parashá Vaetjanán exhorta Veahavtá et HaShem, “y amarás a Dios”, nuestro texto destaca que Dios también es la fuente del amor por el ser humano.

Como resultado del cumplimiento de las Mitsvot se concretará Uverajejá, “Dios te bendecirá”. ¿Con qué? Los próximos versículos explican que la bendición consistirá en la descendencia. Tal vez anunciando el remedio para una de las mayores preocupaciones de la generación presente que es la continuidad, Dios promete que a través de la observancia de las Mitsvot se generarán nuevas generaciones, se asegurará la descendencia y, en consecuencia, se establecerá la continuidad.

El texto de Shelaj en el libro de Bemidbar, que se refiere a la obligación de colocar Tsitsit en las esquinas de las vestimentas y que forma parte del recitado diario de Shemá Israel, ofrece –según el Talmud– un recetario para el cumplimiento de las Mitsvot, tema de nuestros capítulos. Ureitem otó uzerjartem, “Ver (los Tsitsit) conduce a recordar, y recordar conduce a observar”. Y observar es la vía para Vihyitem Kedoshim, “alcanzar la santidad”.

Nuestro texto contiene el segundo capítulo de Shemá Israel: “Vehayá im Shamóa”, que promete la recompensa por la observancia y el castigo por la desobediencia. (Tal vez una de las razones por las cuales los jajamim ordenaron la recitación de Shemá Israel dos veces al día, se deba también al hecho de que en estos párrafos está incluida la obligación de enseñar a los hijos el uso de los tefilín sobre el brazo y la cabeza, y la colocación de la mezuzá sobre el dintel de las puertas).

Según Rambam, los tres párrafos que componen Shemá Israel sugieren tres etapas en el proceso de aceptar la soberanía del Creador. En el primer párrafo se nos encomienda amar a Dios, como una expresión de jésed, sin motivo ulterior alguno. El segundo párrafo anuncia la recompensa y el castigo, y el Talmud enseña que Mitoj sheló lishmá, ba lishmá, con la acción continua, aunque interesada, se produce finalmente la acción desinteresada y altruista. Porque según la visión de Rambam sobre el jasid, para este individuo que alcanza un alto nivel espiritual, el cumplimiento de las Mitsvot no obedece ni al castigo ni a la recompensa, sino al amor gratuito y espléndido por Dios.

El tercer capitulo del Shemá que hace referencia a los Tsitsit, vestir el talit con sus Tsitsit es una acción comparable con el agujero que se hace al esclavo que desea permanecer por siempre en la esclavitud. En el presente caso, portar una vestimenta con los Tsitsit es una manifestación externa, un recordatorio de la obligación de permanecer siempre dispuesto al servicio de Dios.