LA JURISPRUDENCIA DE DIOS

MISHPATIM

Las Aséret HaDiberot: los Diez Pronunciamientos, conocidos mejor como los Diez Mandamientos, están incluidos en los capítulos pertenecientes a la Parashá Yitró, que antecede a la presente. Estos Mandamientos han sido sometidos a numerosos análisis y clasificaciones. Una de estas explicaciones señala que las “Dos Tablas” utilizadas para grabar de manera permanente las Aséret HaDiberot representan una separación entre los Mandamientos. Mientras que los primeros se refieren a la relación del hombre con Dios, el tema de los últimos es la relación del hombre con su prójimo.

Nuestros capítulos constituyen una continuación de la preocupación de la legislación divina con la relación entre los hombres. Así los señala Rashí cuando comenta sobre la primera palabra Veele y cuestiona por qué tenemos la conjunción “y” al principio del versículo sino para señalar una continuidad con el contenido de los capítulos anteriores.

Incluso las numerosas leyes contenidas en nuestro texto fueron enunciadas en el monte Sinai.

Rashí también señala que las leyes civiles enunciadas en nuestros capítulos son contiguas al instructivo de la Parashá anterior acerca de la construcción del mizbéaj, para enseñar que se debía establecer un Beit Din, una corte judicial en el área del altar, o sea, en la entrada del Beit HaMikdash.

El profesor Hayman señala que mientras el mizbéaj representa el orden de los sacrificios que se tenían que ofrendar en el Beit HaMikdash por orden divina y, por lo tanto, constituye un instructivo inmutable, el Beit Din tiene que asumir las decisiones de acuerdo con situaciones cambiantes y con las condiciones particulares de los litigantes. Después de la destrucción del Beit HaMikdash, el Beit Din fue trasladado a Yavne y según Hayman, la instrucción rabínica de recitar las oraciones de acuerdo con el horario de los korbanot tenía el propósito adicional de vincular al Beit Din con un evento relacionado con los sacrificios.

Una enseñanza fundamental de la cercanía del Beit Din con el mizbéaj destaca que la espiritualidad básica, representada por el korbán, tiene que traducirse en el comportamiento cotidiano, simbolizado por las decisiones de las cortes de justicia. Así como tenía que existir correlación entre los deberes del hombre con Dios y los deberes con el prójimo, de la misma manera tenía que establecerse la conexión entre el sacrificio a Dios y el comportamiento justo y equitativo en la sociedad.

El universo fuera creado por Dios y, por lo tanto, no permite que se satanice la materia, que también es un producto de esa creación. Por ello, la Torá insiste en relacionar lo espiritual y lo cotidiano, “carne y alma” son ingredientes del ser humano que recibió el “soplo” de Dios que le dio la vida.

La contigüidad entre el Beit Din y el mizbéaj destaca que, al considerar las leyes civiles que rigen la sociedad, los deberes de salvaguardar la propiedad ajena, evitar la injuria y el atropello, ayudar al pobre y asistir al caído, no abstraerse de los problemas del prójimo, no maldecir al sordo, ni poner un obstáculo delante del ciego y las numerosas leyes adicionales incluidas en nuestro texto bíblico, se debe tener en cuenta que estas tienen un origen divino y su cumplimiento se convierte en un acto religioso de fe.

La relación entre la ley de carácter civil y el sacrificio es una manera de invitar a Dios para que salga del recinto sagrado del Beit HaMikdash y de la sinagoga actual y se haga presente en el mercado y en el comercio, en la profesión y en la academia.

Así como la honra debida al padre y a la madre fue enunciada en el Sinai y su cumplimiento es un deber religioso, de igual manera, la devolución de un objeto prestado, instrucción contenida en nuestros capítulos, manifiesta la fe en el mismo Creador que enunció los Diez Mandamientos.

Así como no se debe invocar en Nombre de Dios en vano, también está el imperativo de no ofrecer ni aceptar un soborno.