La Ausencia de Moshé en la Hagada

Comentario Semanal del Rabino Pynchas Brener

La figura humana que domina la Torá es, sin duda, la de Moshé. Miguel Ángel lo eternizó en mármol y, al contemplar la obra terminada, supuestamente exclamó: “¿Por qué no hablas?”. Moshé, el gran legislador y líder máximo del pueblo, combinó el vigor mental con la sensibilidad emotiva, castigó verbalmente a los hebreos por sus periódicas desviaciones, pero imploró que Dios no los castigara. Incluso estuvo dispuesto a someterse a ser borrado de los anales de la historia si fuese necesario para obtener el perdón divino para el pueblo.

Atendiendo el llamado de Dios en el episodio del Sné, la zarza ardiente, volvió a Egipto, donde era buscado como un criminal. Arriesgó su vida para cumplir con el mandato de Dios: liberar al pueblo hebreo de la esclavitud egipcia. Asistido por su hermano mayor, Aharón, se presentó en el palacio del Faraón en varias ocasiones para solicitar la libertad de culto para su pueblo y, valiéndose de los poderes que Dios había concedido, lanzó diez plagas sobre los egipcios, las cuales finalmente convencieron al Faraón de que se realizara el éxodo.

La Torá insiste en que el relato de estos sucesos debe ser repetido a las nuevas generaciones: vehigadetá levinejá, y “le transmitirás a tus descendientes los detalles de los eventos que condujeron a la liberación de los esclavos, tus antepasados”, así reza la Hagadá, el relato formal que data del segundo Beit HaMikdash.

Rabí Yosí el Galileo dice: “¿Cómo sabemos que los egipcios fueron castigados con diez plagas en Egipto? … Cuando estaban en el mar, se dice: “Y cuando Israel vio el maravilloso poder que el Señor desató sobre los egipcios, la gente temió del Señor, tuvieron fe en el Señor y en su siervo Moshé”.

Este versículo de la Torá es la única mención de Moshé en la Hagadá y, más aún, existen versiones del texto que omiten este versículo.

Está claro que, en el transcurso de este relato que se repite la noche del Séder, Moshé podía haber aparecido en diversas oportunidades. Se recitan las diez plagas, una por una, y se derrama una gota de vino que simboliza posiblemente una lágrima por el daño que cada una de ellas causó. Esta recitación debía haber incluido el nombre de Moshé, quien dio comienzo a las plagas cuando se presentó de madrugada ante el Faraón y convirtió las aguas del Nilo en sangre, impidiendo que el monarca se bañara en ellas.

¿Por qué está ausente el nombre de Moshé del relato de la Hagadá? No puede ser coincidencia, porque Moshé es ubicuo en el texto sagrado. Si se intentara expurgar su nombre del Pentateuco, éste quedaría totalmente acéfalo y mutilado.

El autor de la Hagadá hace hincapié en el hecho de que Dios no utilizó ni un ángel ni un emisario para extraer al pueblo: sólo Él mismo en toda su gloria y majestad se ocupó de sacarlos de Egipto. Tal vez la intención fue señalar que la libertad es una condición esencial del ser humano y Dios optó por no delegar su logro para destacar su condición de valor fundamental. Porque la centella divina que reside en cada ser humano es una referencia a la libertad. Al crear al hombre a su imagen y semejanza, Dios lo había hecho libre, porque el atributo cardinal de Dios es ser absolutamente libre, sin condicionamientos.

Durante el episodio del Éguel Hazahav, el Becerro de Oro, el pueblo intentó deificar a Moshé. Porque el Éguel era, en realidad, un sustituto de Moshé, quien había desaparecido temporalmente. Danzaron frenéticamente alrededor de åla estatua de oro y exclamaron: “Esta es la Divinidad, Israel, que te extrajo de Egipto”.

Es posible especular que el autor de la Hagadá trataba de evitar la confusión entre Dios y hombre. Moshé fue el más grande de los hombres porque habló con Dios “cara a cara”; sin embargo, siguió siendo un hombre. Un hombre grande y excepcional, dotado de talentos nunca igualados, pero siempre un hombre. Tal vez quien compuso la Hagadá quiso evitar el desconcierto y la ambigüedad que invaden al cristianismo cuando propone la encarnación de Dios.