El ascetismo: ¿ideal o problema?

Parashá NASÓ - Números IV,21 - VII

Uno de los temas destacados en los capítulos bíblicos se refiere al nazir, la persona que toma la decisión de abstenerse de comer uvas y de tomar vino, promete no cortarse el pelo y de evitar cualquier contacto con un difunto. (El estado de nazir tiene validez por treinta días, a menos que se haya especificado un lapso diferente). Nos encontramos, probablemente, con la decisión personal de privarse de algunos de los placeres de este mundo porque se considera que éstos conducen a comportamientos indeseables. En efecto, dado que un capítulo anterior se refiere el proceso de investigación de una mujer cuyo esposo sospecha que comete adulterio, nuestros jajamim concluyen que la ley del nazir es mencionada de inmediato, porque el abuso del vino también puede traer como consecuencia la licencia sexual.

El nazir posiblemente considera que algunos disfrutes son ilícitos o que es demasiado débil para poder gozar de estos placeres, sin comprometer su integridad moral y religiosa. Este concepto es típico de numerosas religiones y se admite igualmente que privarse de algunos gustos es bien visto por los dioses. Según el comentarista Ibn Ezra los seres humanos somos esclavos de nuestras pasiones, y el auténtico rey es aquel que se libera del yugo de las pasiones. Abstenerse de lo mundano puede considerarse, también, como un castigo auto-impuesto por los pecados cometidos.

En una Beraitá, que es un texto rabínico no incluido en la Mishná, nos encontramos con una diferencia de opiniones acerca de nuestro tema. Rabí Eliézer Hakapar hace referencia al hecho de que la Torá exige que el nazir ofrezca un sacrificio al término de su período de abstención y por lo tanto lo califica de pecador; mientras que Rabí Elazar lo considera un virtuoso, apoyándose también en otra expresión de la Torá. Esta diferencia refleja la tensión existente dentro del Judaísmo respecto a los placeres de este mundo. Por un lado, estamos conscientes de que debemos ponerle freno a nuestros apetitos, tal como lo expresara el citado Ibn Ezra y, por otro lado nuestra tradición enseña que quien ha visto algo que parece ser placentero y se abstiene de disfrutarlo, será responsable de su acción.

Hay quienes ven en nuestras leyes de kashrut, por ejemplo, un sistema de reglamentos que tienen como objetivo la limitación del libre goce del placer. Se considera que el propósito de estas normas es el de fortalecer los mecanismos del auto dominio del ser humano a fin de que no ceda, en su impotencia, a sus deseos instintivos. Tenemos por un lado, entonces, la frágil voluntad del humano que tiene que ser moldeada y restringida y, por otro lado, un mundo creado por el Ser Supremo que es toda bondad y por lo tanto también toda su creación debe serla. (En efecto, el hombre también es parte de la creación Divina y de acuerdo al argumento anterior debe ser igualmente bueno). La dialéctica de nuestro argumento tiende a ser resuelta señalando que tanto la naturaleza como el ser humano son potencialmente buenos. Las mitsvot son el instrumento que encaminan los instintos y las inclinaciones de ese hombre hacia la bondad y la nobleza, hacia el bien y el altruismo.

En el Tanaj nos encontramos con dos nezirim. En ambos casos, son las madres las que hacen la promesa de que su hijo, aún por nacer, será dedicado al culto, será un nazir. Los dos personajes bíblicos se convierten, involuntariamente, en nezirim. (Posiblemente, Avshalom, que se abstenía de cortarse el pelo, pueda ser considerado el tercer nazir). El primero de ellos, que ha sido el sujeto de numerosas obras literarias, es Shimshón, que figura de manera destacada en el enfrentamiento de nuestros antepasados con los Filisteos. En el relato bíblico Shimshón es un digno líder de su pueblo mientras cumple con su condición de nazir. En cambio, su entrega a los placeres en los brazos de la bella Delila, rompe con su condición de nazir, hecho simbolizado por el corte de sus cabellos. Shimshón, en el fondo, es una figura trágica, porque posee una extraordinaria fuerza física, que pudo haber sido decisiva en la confrontación con los Filisteos. Lamentablemente, sus descomunales poderes no estaban acompañados de la fortaleza espiritual capaz de resistir a los encantos de Delila. Tal vez nos encontramos frente a una lección importante. Primero, la victoria del pueblo no puede depender exclusivamente de las acciones de un solo hombre. Segundo, la abstención en sí, en el mejor de los casos, es un factor positivo pasajero. La condición de nazir puede tener provecho y ser útil sólo transitoriamente para orientar el carácter de una persona. Pero no puede ser la base de la salvación de un pueblo. Es claro que quien funge como líder de una sociedad, tiene que limitar sus apetitos y deseos personales. Pero, también tiene que tener una clara visión y propósitos definidos, sagacidad y perspicacia para dirigir los destinos de una nación. En el fondo de todo, nazir es una manifestación de voluntad, auto restricción y limitación, pero esto no puede considerarse como un aporte decisivo para la creatividad y el desarrollo.

El segundo personaje bíblico que es un nazir, es el profeta Shemuel. Esta vez estamos frente a un líder espiritual y político que dejó estampada su personalidad dominante en la historia de la formación de nuestro pueblo. Shemuel está claro en sus propósitos y comprende a cabalidad su sagrada misión de liderazgo moral. Shemuel accede al deseo del pueblo de establecer una monarquía ungiendo al primer rey Shaúl. Pero, al mismo tiempo, insiste que esta monarquía debe estar sujeta al “Rey Supremo”, a las ordenanzas y a la obediencia de la palabra de Dios. Y en efecto, cuando Shaúl, en su enfrentamiento con Amalek, desobedece las instrucciones recibidas, Shemuel le vaticina el fin de su reino. La monarquía de Israel tendrá un nuevo tronco desde ese momento en adelante, que será el que perdure, (aunque en el tiempo de los Jashmonaim se interrumpe esta dinastía, hecho que origina una importante disputa para la época) hasta la era mesiánica y que se centra en la figura del joven héroe David.

El Talmud reflexiona que la tradición es muy severa con Shaúl y, en contraste, considera que la simpatía hacia David es excesiva. A este último se le perdonan numerosos errores, mientras que a Shaúl en la primera oportunidad se le retira el apoyo como resultado de su desobediencia. Esto es paralelo al hecho de que solemos ser tolerantes y pacientes con nuestros familiares cercanos, mientras que reaccionamos violentamente frente a las transgresiones de ajenos. ¿Por qué se castiga a Shaúl mientras que David es perdonado varias veces, a la vez que se le asegura que sus descendientes obtendrán la corona real para siempre? ¿Y la mayoría no reaccionamos en forma similar? Hay personas que nos caen simpáticas y estamos dispuestos a disculpar sus fallas, al mismo tiempo que somos implacables con otros. El carismático joven David le había devuelto el orgullo al pueblo al derribar con una piedra al gigantesco Goliat. En cambio Shaúl era un hombre depresivo y melancólico que aparentemente no gozaba del cariño de las multitudes.

         Harav Yosef Dov Haleví Soloveitchik mi maestro, sugiere que las faltas del rey David corresponden a debilidades humanas para las cuales la Torá ofrece arrepentimiento y expiación. La falta de Shaúl, en cambio, está relacionada con el ejercicio de la monarquía. Rambam enumera las obligaciones de un rey, entre las cuales están la defensa del país y la de sus habitantes. El error de Shaúl tenía que ver con estas responsabilidades de liderazgo real, para la defensa del interés nacional y, por lo tanto, su falta es inexcusable. Los errores de David, aunque muchos y graves, provienen de su fragilidad como hombre. El error de Shaúl radica en el desempeño de su función de monarca, o sea en la esencia de su función de líder y, por lo tanto, es imperdonable.

Durante los años de la existencia del Beit HaMikdash, la secta de los Isiim, que son los Esenios, aparentemente practicaron cierto ascetismo y seguramente no fueron los únicos en hacerlo en aquella época. Los jajamim no se inclinaron a exhortar las bondades de abstenerse de los placeres, aunque sí señalaron que el exceso de goce resulta nocivo. Tal vez, uno de los motivos principales para la opinión de nuestros jajamim, sea que las personas que practican la abstinencia y que son muy severas consigo mismas, tienden a ser poco generosas en sus relaciones con sus semejantes. La persona que considera que la abstinencia en el goce de cualquier placer es el comportamiento correcto, no puede responder con criterio de amplitud a las necesidades de otros. Volvemos al shevil hazahav, al delicado balance que se requiere para poder gozar de lo material sin comprometer el valor de lo espiritual. Es tarea individual y personal de cada quien, encontrar ese delicado equilibrio entre las cosas y las ideas, entre poseer y ser. Una vida que se rige por las mitsvot, es el marco por excelencia que nuestra tradición ofrece para cumplir la tarea.

 

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