CON LOS DIEZ MANDAMIENTOS

KI TISÁ

Los Diez Mandamientos están repetidos en la Torá. La primera mención está en la Parashá Yitró y la segunda en la Parashá Vaetjanán. Si tomamos en cuenta que Vaetjanán está ubicada en Devarim, el quinto volumen de la Torá –el cual contiene los discursos de Moshé que recapitulan muchos sucesos anteriores– está claro que los Diez Mandamientos merecían ser enumerados de nuevo. Cabe mencionar que la Torá relata que las Tablas sobre las cuales estaban escritos los Diez Mandamientos fueron destrozadas por Moshé cuando presenció la danza frenética de nuestros antepasados alrededor de un becerro de oro, hecho descrito en este texto semanal.

Por lo antedicho, Moshé tuvo que permanecer nuevamente cuarenta días y cuarenta noches en el Sinaí para recibir un segundo conjunto de Tablas con el texto escrito de los Diez Mandamientos. De tal manera que la repetición de´ este texto en Vaetjanán simboliza las dos ediciones de las Tablas. ¿Hay alguna diferencia entre ellas? Se aprecia un cambio textual importante: la razón de observar el Shabat. Las primeras Tablas fundamentan el cumplimiento de este día en la creación del universo, mientras que las segundas aducen que el motivo es el éxodo de Egipto. Meir Simhah Feldblum, profesor a quien recuerdo con admiración y afecto de nuestros días en Yeshivá University, concluye que la diferencia de las Tablas refleja un cambio de actitud que recién se consolidará dentro del seno del pueblo durante la época de Mordejai y Ester, a quienes festejamos en Purim.

Las primeras Tablas fueron recibidas por un pueblo que recientemente había salido de la esclavitud y que no estaba preparado para ejercer la libertad, condición que puede aterrorizar a la mente esclavizada, que ha sido magistralmente analizada por Erich Fromm en su Escape from Freedom. Incluso nuestros jajamim sostuvieron que el pueblo aceptó el cumplimiento de los Diez Mandamientos bajo coerción divina.

Dios elevó el monte Sinaí por encima de las cabezas de los hebreos y les dijo: “O aceptáis Mis Mandamientos, o dejaré caer la montaña sobre ustedes”. Frente a esta amenaza, el pueblo aceptó.

Sin embargo, las segundas Tablas apuntan a un estado de mayor reflexión por parte del pueblo. La experiencia del culto al becerro de oro fue aleccionadora, porque recordaron el culto animal de Egipto, el sitio de su esclavitud, de cuya cultura querían diferenciarse totalmente.

Siglos más tarde, durante la época de la reina Ester, el pueblo reafirmó su compromiso con el cumplimiento de las leyes de la Torá, a pesar de que sus antepasados ya lo habían hecho en el monte Sinaí. Esta vez, el pueblo optó por la ley después de largas y arduas experiencias, pero especialmente porque se había desarrollado una Torá paralela: Torá shebealpé, la Torá oral, que explica con abundancia de detalles el texto de la Torá escrita.

Ahora se puso el énfasis sobre el estudio y la transmisión de los conocimientos a las nuevas generaciones. Aunque la Torá ordena que se imparta la instrucción a los hijos, fue Rabí Yehoshua ben Gamla, en los tiempos talmúdicos, quien instrumentó la creación de escuelas para los niños para asegurar la indispensable transmisión de valores a las generaciones futuras.

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