Absolución, purificación y arrepentimiento

Deuteronomio XXIX,9 - XXX - NITZAVIM

         La lectura de nuestros capítulos coincide con el período anual de los Yamim Noraim, los días espiritualmente solemnes, Rosh HaShaná y Yom Kipur. Estos días deben ser dedicados a la teshuvá que es el retorno a nuestras raíces (que incluye el arrepentimiento por las fallas cometidas) y la búsqueda de la kapará que es el perdón Divino. Nuestro texto hace referencia a este tema al afirmar veshavtá ad HaShem Eloheja veshamatá bekoló, que quiere decir y retornarás (hasta) a El y escucharás (acatarás) Su voz.

         Harav Soloveitchik diferencia entre los dos vocablos kapará que quiere decir expiación o absolución y tahará que significa purificación. Así reza el texto en el Séfer Vayikrá, ki vayom hazé yejaper alejem letaher etjem, mikol jatotejem, lifnei HaShem titeharu, que quiere decir por cuanto ese día (el kohén gadol) hará expiación por vosotros, para purificaros de todos vuestros pecados ante el Eterno. Citando nuestra tradición, Soloveitchik señala que el propio día de Yom Kipur nos otorga kapará, que es la absolución. Pero, tahará que es una especie de purificación (de limpieza espiritual) tiene que ser lograda por cada uno de nosotros.

         El judaísmo considera que toda falta o pecado produce un castigo como consecuencia del mismo. En otras palabras, pecado y castigo constituyen un par, un binomio. El pecado nos conduce, invariablemente, a ciertos resultados nefastos. Según una Mishná, sejar averá, averá, significa que el castigo por los pecados es el tener que vivir con la culpa emocional de haber cometido el error. En otra Mishná, en cambio, leemos sejar mitzvá behai alma leka, que quiere decir que en este mundo no se recibe la recompensa (y el castigo) por las acciones. Pero, en algún momento y en algún lugar las consecuencias de nuestras acciones se manifiestan.

         El día de Yom Kipur es el momento de la absolución Divina por los errores cometidos. Tal como los mandatarios terrestres tienen la prerrogativa de otorgar el perdón, así también el Creador nos perdona anualmente por nuestros errores. Nuestros jajamim, con el probable propósito de evitar que se abuse de la generosidad Divina, nos advierten que uno no debe llevar una vida alegre y despreocupada, sin controles, pensando que el día de Yom Kipur nos absuelve totalmente. Podemos considerar que Yom Kipur nos otorga una nueva oportunidad en la vida. Conceptualmente afirmamos, hagamos borrón y cuenta nueva. Una vez cumplido el castigo (y en Yom Kipur perdonado por Dios) el pecado queda borrado y anulado.

         Cabe entonces preguntarnos, ¿volverá acaso esta persona a pecar de nuevo? Una vez obtenido el perdón Divino, ¿qué impide que la persona vuelva a reincidir en los mismos errores, que cometa nuevas faltas? Es aquí donde introducimos el concepto de tahará, que como dijimos quiere decir purificación. Con kapará se obtiene el perdón, pero la noción de tahará sugiere un cambio radical en la personalidad del ser humano, para que no reincida en los errores del pasado. La absolución puede venir desde afuera, pero la transformación de la personalidad tiene que venir desde adentro, de nuestro más profundo fuero. Hay quienes critican nuestros sistemas carcelarios porque castigan pero no transforman al criminal. En algunas oportunidades, se convierten más bien en cursos de postgrado para los pequeños malhechores a quiénes endurecen y fortalecen en su camino criminal.

         Adín Steinzaltz cita una fábula en la que los animales de la selva decidieron hacer teshuvá porque concluyeron que sus pecados eran la causa de sus males. El tigre y el lobo admiten que acechan y matan a otros animales y se les perdona por su crimen. Después de todo es parte de la naturaleza de estos animales el acosar y devorar a otras criaturas que son más débiles. Así, cada uno de los animales se confiesa en voz alta y es perdonado por sus faltas. Finalmente, la oveja dice que en una oportunidad se comió la paja que servía de forro para las botas de su amo. Todos los demás animales concluyen de inmediato que esa era la causa de todos sus males. Procedieron a sacrificar a la oveja y consideraron que con ese acto de ajusticiamiento habían obtenido, para todos, el perdón deseado. La moraleja obvia de que el mundo está dispuesto a perdonar a los fuertes, pero que es implacable con los débiles, es posiblemente, una interpretación superficial de la fábula. Para Steinzaltz la enseñanza de la fábula reside en nuestra disposición personal de enfrentar únicamente los pecadillos. De esta manera nos escapamos de la ineludible necesidad de un examen profundo, de nuestro espíritu. Evitamos el doloroso enfrentamiento con nuestras grandes fallas, que es lo que permite iniciar el proceso de tahará, la purificación, y que puede darse solamente cuando se produce un cambio de personalidad radical.

         Teshuvá es el retorno hacia el prototipo ideal del judío. Este retorno requiere remontarse al pasado y re-escribir los sucesos, como si fuera posible revivir lo ocurrido. No es suficiente el arrepentimiento por lo sucedido. Es necesario trasladarse en un eje temporal hacia el pasado, enfrentar la misma situación que condujo al error, y actuar, esta vez, (desde el punto de vista de la metafísica) decisiva firmemente, moral y responsablemente. Si nuestro presente y futuro dependen en gran medida de nuestras actuaciones pasadas, es obvio que debemos revivir lo sucedido en forma diferente, para que la influencia de ese pasado también sea diferente en nuestro comportamiento futuro.

         Para dar comienzo a un sincero proceso de teshuvá se requiere llegar a la conclusión, en las palabras del profeta Hoshea, ki jashaltá baavoneja, “porque tropezaste en tu iniquidad.” Cuando sentimos el vacío de nuestras vidas, la falta de dirección y de sentido en nuestra existencia, estamos afirmando ki jashalta baavoneja y permitimos el inicio del proceso de teshuvá. Teshuvá carece de final. Teshuvá es un proceso de acercamiento hacia las raíces, que nunca termina, porque nunca llega. Así dice el citado Hoshea, shuva Israel ad HaShem Eloheja, que quiere decir retorna Israel, ad, “hasta” (acercándonos cada vez más, pero obviamente sin poder llegar a la divinidad propia) el Señor, tu Dios. El versículo de nuestro texto semanal que citamos inicialmente, también menciona el retorno ad, el acercarse, porque es imposible llegar al Ser que es infinito, con pisadas humanas las que por definición son finitas.

         Teshuvá requiere que se descarten las conductas que condujeron al error, y se asuman nuevas estructuras de comportamiento. Desde cierto punto de vista, de lo que se trata es de proceder a canalizar en una nueva dirección los impulsos, que en el pasado nos llevaron al pecado. Así dicen nuestros jajamim, si no fuera por el yétzer hará, que es la inclinación hacia el mal, el hombre no se casaría, ni construiría un hogar. El yétzer hará, es tan sólo una predisposición que puede ser modificada a fin de derivarla hacia una dirección distinta a la anterior. Teshuvá es imponer una orientación diferente y positiva tanto a nuestra vida como a nuestro modo de ser.