La responsabilidad de Dios

VAYERÁ - Génesis XVIII -XXII

IMG_0097Algunos capítulos de esta semana sirven para la lectura bíblica de los días de Rosh HaShaná . La pregunta obvia es: ¿por qué se seleccionaron estos episodios de la vida de la primera pareja judía, cuando la Torá también contiene por ejemplo, los Diez Mandamientos, que sirven de base moral para la sociedad occidental, y que, por lo tanto, hubieran sido muy apropiados como tema principal para ese Día del Juicio? El haber preferido el episodio de akedat Yitzjak, la “atadura de Isaac” al mensaje de Sinaí, implica que nuestros jajamim le dieron importancia singular a este relato por su enseñanza ejemplar para las futuras generaciones. La noción de sacrificio es esencial en toda relación humana genuina y especialmente para nuestro encuentro con el Creador.

Desde otro punto de vista, el mensaje básico de estos capítulos es que Dios no desea los sacrificios humanos. Un principio esencial en nuestra tradición es vejai bahem, que quiere decir “y vivirán a través de ellas” (las mitzvot). La Torá nos enseña cómo vivir una vida más llena y más satisfactoria. En efecto, según el Talmud, en el Más Allá tendremos que responder a diferentes preguntas y una de ellas será: ¿por qué no aprovecharon más y por qué no disfrutaron más de este mundo? Desde luego, siempre dentro del marco de los parámetros establecidos por nuestra tradición.

Es esencial recordar que el mensaje de akedat Yitzjak tiene una significación especial para una humanidad que incluía en su culto religioso el ofrecimiento sexual de doncellas vírgenes a sus dioses y que, en algún momento, también promueve sacrificios humanos. La tradición judía era, por tanto, muy revolucionaria, al declarar para todas las generaciones futuras que la fe en un Creador implica, por definición, vida y no muerte. La Torá tiene el objetivo de vejai bahem, la propuesta de una dirección y un norte para alcanzar una vida más plena, con un contenido trascendental.

Hay diversas hipótesis acerca de las razones por las cuales el hombre de la antigüedad ofrecía sacrificios humanos. Al final, ninguna de ellas descubre lo que la mente humana pretendía con esto. Es posible que se tratara de una reacción de temor ante los “castigos” que recibían de sus dioses. Estos castigos estaban representados en algunos fenómenos naturales, como terremotos, inundaciones o plagas, cuyo origen desconocía y resultaban imposibles de controlar. Ofrecía, entonces, estos sacrificios como soborno para apaciguar tales fuerzas destructoras que percibía como un mensaje de dioses caprichosos. Esas ofrendas condicionadas, a cambio de algo, desde los encantamientos, hasta la vida de un ser querido, tal como un hermano o un hijo. ¿Acaso el hombre buscaba ejercer influencia en la conducta de deidades que consideraba arbitrarias y caprichosas y, en consecuencia, al no obtener la respuesta deseada, seguía a merced de la inexplicable falta de compasión de dichos seres superiores?

Un mensaje esencial del judaísmo es que hay una relación recíproca y de diálogo entre el hombre y su Dios. Esa es la noción de berit, a la cual aludimos en un comentario anterior. El comportamiento y las acciones de Dios no son arbitrarios. Nosotros, los seres humanos, poseemos los medios para influir en las grandes decisiones Divinas. Tenemos voz, aportamos una parte a la toma de las decisiones celestiales. Ese es el extraordinario significado de una conversación entre Avraham y Dios, según nuestra lectura semanal.

La Torá nos relata que tres hombres visitan a Avraham y, entre otras cosas, le anuncian la inminente destrucción de Sedom y Amorá. Este hecho atañe a Avraham, porque su sobrino Lot, que lo había acompañado al comienzo de su viaje a Canaán, se había residenciado en Sedom. Avraham no centra entonces su atención exclusivamente en su sobrino y su familia. La Torá reproduce una conversación entre Avraham y Dios, que consiste en un aparente cuestionamiento de la Justicia Divina. ¿Cómo es posible, pregunta Avraham, que quien juzga toda la tierra no haga justicia? Seguramente hay personas justas en Sedom y Amorá, ¿acaso se puede destruir a los justos al mismo tiempo que se elimina a los malvados?, señala Avraham. Estamos frente a una concepción totalmente diferente de la deidad. Avraham no es un iconoclasta porque destruye ídolos materiales. Avraham es un revolucionario porque rompe con conceptos y formulaciones que no permiten ningún intercambio, ningún diálogo, entre el ser humano y la deidad. De allí en adelante, Dios aportará una constitución, una Torá propia de El, que deberá regir sus actos. ¿Qué está escrito en los tefilín, que son las filacterias de Dios?, pregunta el Talmud. La interrogante tiene sentido sólo cuando se le atribuye igualmente a Dios responsabilidad por Sus acciones, a la misma e igual responsabilidad por Su frecuente ausencia del escenario de la historia, tal como sucede durante los años del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial.

         Lot se salva de la destrucción de las ciudades, pero sus hijas concluyen que el mundo entero ha sido destruido. El fuego y el humo, el hedor del azufre y de la furia de la lluvia celestial las llevan a concluir que están presenciando el fin de los tiempos. Frente a la posibilidad de presenciar el eclipse final de la especie humana, deciden emborrachar al padre, tienen relaciones sexuales con él y procrean a los antepasados de nuevos pueblos.

Es muy difícil juzgar la acción de las hijas de Lot. Nos encontramos en los albores de la historia de la civilización y muchas de las normas morales que hoy consideramos fundamentales, Eran desconocidas entonces. Este es un ejemplo adicional de un comportamiento humano que se está dejando atrás para evolucionar paulatinamente hacia normas y conductas que pertenecen a un estadio moral superior.

La realidad actual es que estamos aún en plena evolución. En esta época existen versiones de las hijas de Lot en nuestras sociedades: por ejemplo, padres que abusan de sus hijos. Después de milenios de desarrollo y evolución, aún retrocedemos hacia lo primitivo. Los períodos de opresión conducen a las nuevas generaciones al deseo de liberarse por completo de los tabúes de otras épocas. EL resultado, en muchas oportunidades, es una inclinación hacia el libertinaje y el despojarse de todas las inhibiciones. La revolución sexual de nuestros tiempos, por mencionar un ejemplo, ha eliminado muchas hipocresías pero ha traído consigo el debilitamiento de las instituciones que han sido la base de nuestra sociedad. Al fin de cuentas, las enseñanzas de Avraham siguen vigentes.