LA PROMESA DEBE SER CUMPLIDA – FIDELIDAD DE LAS TRIBUS DE ISRAEL

Parashá Matot Mas'ei

En numerosas oportunidades leemos en la Torá que Dios le dice a Moshé que instruya a Benei Yisrael, al pueblo de Israel, siendo esta una orden específica. En algunas ocasiones la instrucción está dirigida a los Kohanim con referencia particular al desempeño de sus responsabilidades. Rambam cuestiona: ¿por qué la Torá insiste, esta vez, que la instrucción sea dirigida a Rashei HaMatot, los líderes de las tribus de Israel? La respuesta que ofrece es que el asunto de las “promesas” que es el tema inicial de nuestros capítulos, debe ser tomado con mucha seriedad. El hecho de que, bajo ciertas condiciones, se pueda anular una promesa podría conducir a pensar que una promesa carece de seriedad, ya que se puede obviar. Por ello, los líderes –como garantes del destino del pueblo– serán los guardianes de la promesa y de las leyes pertinentes a su ejercicio. Porque no hay duda que la palabra y su cumplimiento es uno de los mayores bienes que la persona posee.

Leemos en Pirkei Avot que con diez repeticiones de la palabra “VayÓmer”, “y (Dios) dijo” fue creado el universo.

En este sentido, la expresión “y (Dios) dijo” era un reflejo de la Voluntad de Dios.

Desde un principio, el judaísmo predicó que la palabra es más potente que la espada, porque el ideal monoteísta acerca de la existencia de un solo Dios se transmitió a través de la palabra, por medio de la instrucción verbal de las futuras generaciones.

El Jatam Sofer, gran erudito e insigne líder espiritual del judaísmo húngaro, propone una razón diferente, porque el liderazgo muchas veces está acompañado de la promesa que en la actualidad es generalmente incumplida. Incluso en el Tanaj leemos acerca de la célebre promesa del Shofet Yiftaj de ofrendar a Dios al primer ser vivo que avisore después de batallar victoriosamente. Como es sabido, la hija de Yiftaj sale a recibir y felicitar al padre por el éxito obtenido. La alegría inicial tendrá que convertirse en luto debido a la ligereza de Yiftaj cuando hizo la promesa.

En este sentido, el Midrash cuestiona: ¿por qué no acudió Yiftaj ante el Kohén Gadol Pinjás para que anulara la promesa que produciría una tragedia? El Midrash responde que cada uno estaba esperando que el otro diera el primer paso.

Yiftaj, como líder administrativo y militar del pueblo pensó que Pinjás debería presentarse ante él, mientras que Pinjás, como guía espiritual de la nación opinó que Yiftaj, la parte interesada en este caso, debería tomar la iniciativa. De acuerdo con el Midrash, la tragedia de la hija de Yiftaj fue consecuencia del orgullo inoportuno demostrado por cada uno de los protagonistas.

El falso orgullo recibió un castigo. Yiftaj perdió los miembros de su cuerpo, uno por uno; en tanto que Pinjás fue excluido, dejó de recibir la comunicación directa de Dios. Estos episodios deben producir la reflexión, porque incluso personalidades excepcionales suelen sucumbir frente al “orgullo frívolo” que puede conducir a la tragedia, como en los casos mencionados.

Está claro que la promesa tiene que ser cumplida, tal como reza la Torá, “tienes que observar y ejecutar lo que sale de tu boca”. Por ello, uno de los momentos más solemnes del calendario hebreo es la noche de Yom Kipur, cuando se recita Kal Nidrei, petición por la anulación de los votos incumplidos, por las promesas que fueron vulneradas.

Muchos consideran que Kal Nidrei se originó, o adquirió mayor impulso, durante el período del dominio del Islam y del Cristianismo en la península ibérica, cuando obligados so pena de muerte, muchos optaron por la conversión.

Sin embargo, en la noche más sagrada se reunían en la clandestinidad, sobre pisos cubiertos de arena para mitigar el ruido de sus pisadas, con el propósito de reafirmar su judaísmo y negar los votos que forzadamente habían pronunciado para convertirse a otra fe.

Al cumplir con la promesa, el judío también insta a Dios a cumplir con sus promesas a los patriarcas, el tema de Zijronot, parte de la plegaria más larga, la Amidá de Musaf de Rosh HaShaná.

MAS’EI

FIDELIDAD DE LAS TRIBUS DE ISRAEL

Moshé designa a Elazar HaKohén y a Yehoshúa bin Nun como los líderes que dirigirán al pueblo en la conquista de la Tierra Prometida que debe ser luego dividida, a través de un sorteo, de acuerdo con el número de integrantes de cada tribu.

Asegura que se destinarán algunas ciudades para dar albergue a quienes cometan un asesinato sin premeditación, las denominadas Arei Miklat, que eran seis en total. Además, las ciudades que serían ocupadas por la tribu de Leví, que sumaban cuarentidós, también acogerían a los que asesinaran Beshogueg, sin intención.

La Torá permite que el Goel Hadam, personaje enigmático designado por la familia como el “vengador” de la sangre derramada, tenga el derecho de cobrar la vida del asesino Beshogueg, si lo encuentra fuera de los límites de las mencionadas ciudades. Está claro que quien asesina, incluso Besho gueg, no está totalmente libre de culpa. Debía haber tenido mayor cuidado cuando tenía en sus manos un instrumento que podía ser letal.

En este contexto, los dirigentes de las tribus de Reuvén y Gad, a quienes se unió la mitad de la tribu de Menashé, también tuvieron que apartar Arei Miklat en lado oriental del Yardén. Porque se habían dirigido a Moshé para solicitar su consentimiento para permanecer en las fértiles tierras de la mencionada orilla oriental del Yardén, aunque prometieron que cruzarían el río para ayudar a las otras tribus en la campaña de la conquista de la Tierra Prometida. Construirían establos para sus animales y ciudades para sus niños, y luego se juntarían con el resto del pueblo para la tarea de la conquista.

Moshé respondió afirmativamente a la solicitud de estas tribus, pero cambió el orden de las cosas. Antepuso la construcción de las ciudades para los niños a la construcción de corrales para los animales. De esta manera, Moshé jerarquizó la importancia de lo humano por encima de lo material.

Es una lamentable realidad, porque hay personas que optan por la bonanza material, la acumulación de bienes, por encima del bienestar personal.

Moshé apuntó hacia aquellos que colocan el éxito económico por encima del desarrollo emocional y espiritual de sus familiares. De acuerdo con Rashí, las tribus de Reuvén, Gad y Menashé demoraron catorce años antes de retornar a sus hogares en la otra ribera del Yardén, el territorio de Transjordania, conocido en la actualidad como el Reino de Jordania. No estuvieron con sus hijos en los años formativos, especialmente aquellos que dejaron niños pequeños en sus respectivos hogares.

Aparentemente, el deseo de riqueza nunca se satisface. Llega el momento en que el estómago no admite más comida ni líquido, incluso existe el límite en las transgresiones en el campo sexual. En cambio, en el caso de las posesiones materiales, no hay límite. Según el Talmud, “quien tiene cien, desea doscientos”.

De cierta manera, estas tribus demostraron desconfianza en la promesa Divina, porque pensaron que no habría suficientes campos con pasto para sus animales en Israel. Sin conocer aún la dimensión del territorio que les sería asignado, prefirieron ocupar la parte oriental del Yardén.

Por otro lado, cabe destacar la honorabilidad y lealtad demostradas por los miembros de estas tribus, por su disposición a apartarse de sus hogares para ayudar a sus hermanos en la conquista de la Tierra Prometida. Fue Moshé quien insistió que las tribus de Reuvén y Gad fueran acompañadas por gente de Menashé, porque como descendientes de Yosef, serían fieles a las enseñanzas del patriarca Yaacov, quien predicó la convivencia entre sus descendientes. Separados del resto de las tribus, existía la posibilidad que estas tribus perdieran progresivamente su identidad y se integraran al medio ambiente de la región. La presencia de la mitad de la tribu de Menashé, probablemente pensó Moshé, serviría para asegurar la fidelidad de los patriarcas a las enseñanzas que habían sido estructuradas formalmente con la revelación en el monte Sinaí.