HOW TO CHOOSE A PHILOSOPHY FOR LIFE

CHAYEI SARAH

The study of the life and individual characteristics of the Patriarchs are critical to understanding the foundations of Judaism.

The history of Judaism begins with Avraham and continues with his descendants including the time when nation-building begins with the exodus from Egypt. Judaism makes its appearance on stage with the call from God to Avraham, Lech Lecha: leave your parents’ home to a land that I will indicate to you and gradually you will discover which are the elements that distinguish this new philosophy from life with its potential to become a theology.
Our chapters report on the death of Sarah, the first matriarch. The absence of details of her death is complemented by the Oral Torah, with the Midrash which reveals that Sarah died upon hearing that her only son Yitschak would be sacrificed as an offering to God, in a hardly understandable demonstration of unlimited love for God. What was Avraham’s reaction? Did he feel guilty about the death of his wife and as a consequence of did he enter a state of acute depression? Avraham cries for his wife and reflects on her virtues and then faces reality: he must find an appropriate place to bury Sarah. Avraham acquires a large piece of land where the mortal remains of the patriarchs will rest and according to
ancient tradition, Adam and Chava are also buried there.

Mearat Hamachpela, is the name of the place, the Mausoleum of the Patriarchs, located in the city of Chevron that is an additional reason for the current disputes between Israel and the Palestinians. Sarah’s death could have provoked a reaction of asceticism, as Professor Dov Schwartz observes. There exist primitive customs according to which the survivors lacerate their bodies at the death of a family member.

An ascetic view probably implies a denial of the value of family and community life, because the concentration on the deity must be total. Perhaps the Christian priesthood, that demands celibacy, shares some of that notion. It is a behavior that denies the value of the material world in order to enthrone the spiritual universe as the only alternative.

The biblical idea of ​​the Nazir, a person who promises to abstain from certain pleasures such as the consumption of the product of the vine, avoids contact with the dead and not cut their hair, points towards a life of material deprivation, and exclusive dedicatio to celestial matters.
Some, rightly point out that the Torah demands a sacrifice at the end of the Nezirut period, thereby signaling that 
the Nazir should not be considered a
spiritual hero, an optimal condition for the Jew. Unlike Shimshon who remained all his life under the sign of Nezirut, the Talmud postulates that, when not specified, the Nezirut period lasts for one month.

We can conclude that according to the Talmud,  being a Nazir must be a temporary choice. Avraham does not choose to convert Sarah into an icon, he cries for her, but also buries her; he does not forget her, but neither venerates her. The death of his wife does not imply the end of family history. Now he has to dedicate himself to Yitschak, to the search of a suitable wife for his son. He has to think about the future of the people he is creating. The difficulty in procreating with Sarah has sensitized him to value even more Yitschak, who through the Akeda demonstrated his willingness to offer his life in the service of God.

At the same time, the Creator taught that he did not desire human sacrifice.

Judaism will have to choose between several alternatives, leaning towards one more than to the other without discarding any;  between asceticism and a path that seeks a middle ground, that accentuates the spiritual model but does not deny the value of the material world. The conflict and dichotomy caused by having to choose between good and evil, the secular world and a spiritual environment, self-interest and altruism, cowardice and courage, is the catalytic ferment that forces one to think and reflect. It is a continuous search to identify the path that should serve for spiritual growth and development which began with Avraham and continues through the present. Living is searching. Contemplation is for the Hereafter where the task becomes the appreciation of the radiant Presence of God.

Vida y muerte de Sará

JAYEI SARÁ - Génesis XXIII - XXV,18

Nuestra lectura semanal, Jayei Sará, que es la vida de  Sará, y el nombre de la esposa de Avraham, comienza con el relato de su fallecimiento. De esta forma tal vez se señala, que hay personas cuya vigencia persíste incluso después de su desaparición física. La influencia de su recia personalidad se deja sentir también después de su muerte. Sará fallece a los ciento veintisiete años. La Biblia nos informa de este hecho con cierta lentitud: “cien años, veinte años y siete años, los años de la vida de Sará”. Nuestros jajamim, siempre atentos a cualquier cambio en el lenguaje usual, cuestionan el por qué de la repetición de la palabra “años” en la enumeración de la edad de Sará. Se sugieren alternativas, tales como que a la edad de los cien años, Sará estaba tan libre de pecados como a la edad de los veinte; y que a los veinte era tan bella como a los siete; y así sucesivamente.

Personalmente, encuentro un mensaje adicional. La Torá nos señala las diferentes etapas en la vida, la niñez, la del adulto joven, la de la vejez, dónde cada una de estas edades tiene sus características y encantos particulares. O sea que Sará a los veinte, tenía las características propias una mujer de esa edad, y a cumplir un siglo era tal como alguien de cien años. Esto supone cierta sabiduría y un alma que había evolucionado para agradecer las bendiciones de cada momento de la vida. Es demasiado frecuente en nuestra sociedad actual el joven de catorce años que desea tener dieciocho para tener el derecho de conducir un automóvil, o para disponer de las prebendas que marcan la mayoría de edad. Y, ¿acaso nos resulta desconocida, la niña de doce años que desea tener dieciséis, para poder ser cortejada por algún joven? Más aún, los de sesenta años quisiéramos aparentar cuarenta y algunos están dispuestos incluso a someterse a intervenciones quirúrgicas de orden estético para tales propósitos. Desde luego, estamos frente a un problema complejo, con evidentes consecuencias emocionales que repercuten en la salud de la persona. A simple vista, parecería que estamos abusando un tanto de nuestro cuerpo al exigirle una edad diferente a la cronológica. Cada edad, obviamente, tiene sus propias modalidades y oportunidades y se requiere de la sabiduría para saber apreciar, aprovechar y vivir en todas sus dimensiones, el aquí y ahora de la vida de una persona.

Según nuestros sabios, Sará fallece al escuchar que su hijo Yitsjak es casi sacrificado. Avraham adquiere una propiedad, a perpetuidad, para enterrar a su esposa. Este lugar, Mearat Hamajpelá, se convierte en el sitio de sepultura para todos los patriarcas y sus esposas, con la excepción de nuestra matriarca Rajel. La ubicación de la sepultura es en Jevrón, un lugar de peregrinaje obligado para los creyentes.

La gran preocupación de Avraham, inquietud que es casi una obsesión, es la de asegurar la continuidad de sus enseñanzas. Su concepción del pacto entre Dios y la humanidad, que es la de un Dios que responde y reacciona frente a la conducta moral del hombre, tenía que ser transmitida a las generaciones futuras. En las tierras idólatras de Canaán no era posible conseguir a una joven que pudiese ser madre y educadora de quienes tendrían que llevar por encima de todo el conocimiento y el fervor de estas nuevas enseñanzas. Avraham le impone entonces un juramento a su siervo Eliézer para que se esmere en conseguir una esposa apropiada y adecuada para su hijo y heredero Yitsjak, una esposa que provenga de su hogar ancestral.

Al llegar a las afueras de Jarán, Eliézer decide guiarse por la siguiente prueba: la escogida será la primera joven que le ofrezca agua, para él y sus camellos. Parece, pues, que para Eliézer la cualidad esencial en una futura esposa es la bondad. La bella Rivká es la muchacha seleccionada por su amabilidad y después de un intercambio de obsequios con la familia de la doncella comienza el viaje de vuelta al hogar de Avraham. Antes de partir, los familiares despiden a Rivká con la bendición ajotenu at hayí lealfei revavá, “nuestra hermana que seas miles de diez miles”, o sea: que numerosos hijos emanen de ti. Estas mismas palabras se utilizan hoy en día, para bendecir a toda novia momentos antes de la ceremonia nupcial, la Jupá. En las cercanías del hogar de Avraham, Rivká nota a un joven que se pasea en el campo. Al escuchar que se trata de su prometido (tal vez debido a la emoción del encuentro) se cae del camello y luego se cubre el rostro con un velo. Para rememorar este hecho ocurrido con la primera joven casamentera mencionada en la Torá, toda novia se cubre la cara en el momento de la ceremonia de la boda, en señal de modestia. La unión entre Yitsjak y Rivká es la primera que se describe con abundancia de detalles y por lo tanto sirve de modelo para el futuro.

El Talmud le da una interpretación adicional al hecho de que, para la boda, la novia se cubre el rostro con un velo. Es para señalar a los novios, dice el Talmud, que no se fijen sólo en la belleza superficial, sino en la belleza interna, en la belleza espiritual de su futura cónyuge.

Nuestro relato continúa con la descripción del momento en que Yitsjak toma a Rivká como esposa, vayikaj et Rivká vatehí lo leishá vayeehaveha, que quiere decir: y tomó a Rivká y ella fue su esposa y la amó. Cuando el verbo lakóaj es utilizado con referencia a una mujer, nuestros jajamim le dan el significado de matrimonio. Así se desprende de varios versículos de la Torá entre los cuales figuran en forma destacada algunos que corresponden a la lectura de esta semana que ilustran la manera y los medios para realizar la ceremonia del matrimonio. Es interesante notar, según nuestra última cita, “y ella fue su esposa y la amó,” que el esposar antecede al amor en nuestro texto. En nuestra cultura en cambio, se concibe que el amor deba ser anterior al matrimonio. La concepción bíblica sirve, tal vez, para acentuar que el amor más profundo se desarrolla después del matrimonio. El amor se fortalece y se fortifica con la convivencia y con la mayor definición de los propósitos y de las metas comunes en la vida conyugal. El amor es más auténtico y duradero cuando marido y mujer enfrentan juntos las vicisitudes y los retos de la vida, así como cuando comparten sus bondades y bendiciones.

Las últimas líneas de nuestros capítulos cuentan que Avraham se casa con una esposa más y, más tarde, a los ciento setenta y cinco años, fallece. Yitsjak y Yishmael se reúnen durante el duelo, en el dolor de la muerte de su padre y lo entierran en la misma Mearat Hamajpelá donde yacen los restos de Sará. El sufrimiento y la tragedia son aquí factores de unión y de acercamiento. Los hermanos que habían escogido rumbos muy diferentes y antagónicos, se reencuentran en el dolor profundo por el fallecimiento del padre. La muerte borra, al menos momentáneamente, las marcadas diferencias entre Yitsjak y Yishmael y ambos llevan al patriarca a su sepultura. El final del período del duelo señala, nuevamente, su escogencia de caminos que se bifurcan, que se apartan, simbolizando la discrepancia existente entre la óptica espiritual de cada uno de ellos.

INFLUENCIA DESPUÉS DE LA MUERTE

Parashá JAYEI SARÁ

La muerte de Sará es el tema de los primeros versículos del texto bíblico. Su desaparición conmovió los cimientos de la familia porque no había sido una mujer pasiva. Ayudó a propagar el ideal que predicó su esposo Avraham. Durante la estadía de la familia en Jarán, rumbo a la Tierra Prometida, Sará demostró iniciativa propia al enseñar a las mujeres acerca de la existencia del Dios único. El enterarse de su muerte, Avraham estalló en un llanto incontenible porque Sará había sido una compañera leal que había dado a luz a Yitsjak, su auténtico heredero espiritual, que tendría que llevar adelante el mensaje del monoteísmo para la Humanidad.

El hecho de que el nombre de la Parashá haga referencia a la vida de Sará, sugiere que su influencia no cesó con su muerte. Avraham reconoce que el vacío creado por la muerte de Sará deberá ser compensado, tal vez a través de la introducción de otra mujer en el hogar, la futura esposa de Yitsjak. Encomienda a su fiel siervo Eliézer la búsqueda de una novia apropiada, doncella que deberá provenir del seno de la familia que permaneció en Jarán. Eliézer invoca la ayuda de Dios para el cumplimiento de su misión y, en lo profundo de su espíritu, probablemente desea encontrar una mujer con las mismas características de Sará.

Rivká es la bella joven escogida por Eliézer y cuando retorna a la casa de su amo, Yitsjak la introduce a la carpa que solía habitar su difunta madre. La Torá sentencia: “Y la amó”. Es la primera vez que la Torá habla del amor entre hombre y mujer, marido y esposa. El vocablo amor no aparece en el caso de Adam y Javá, Nóaj y su esposa que ni siquiera es mencionada por nombre en la Torá.

Citando la interpretación de una de sus alumnas, Lewis Warshauer sugiere que el amor que profesó Yitsjak por Rivká fue una manifestación de la admiración y el respeto, pero no era la expresión de una sensación de intimidad y afecto por el sexo opuesto. Es posible que Yitsjak considerara el carácter y personalidad de Rivká como sustituta de su madre Sará. Tal vez no existió una comunicación fluida entre la pareja y, por ello, no se dio el acercamiento emocional deseable, hecho que condujo a una preferencia diferente por sus hijos Esav y Yaacov. Mientras Yitsjak admiró el arrojo y la proeza física de Esav, el hombre del campo, Rivká se inclinó por la sensibilidad expresada en la personalidad de Yaacov.

Una idea similar aparece en el comentario de Rambán, quien sugiere que de acuerdo con la Torá, Yitsjak estaba sumamente triste por la muerte de su madre y sólo encontró consuelo con Rivká. Así entiende Rambán el paradigma de amor que Yitsjak profesó por Rivká. La amó porque tenía la semblanza espiritual de su querida madre Sará.

No obstante las diferencias entre las tres matriarcas, Sará, Rivká y Rajel –porque cada persona suele ser un universo por sí sola–, hay un hilo común que las une. Sará fue la fiel esposa que acompañó la labor pionera de su esposo Avraham, el iconoclasta que transformó el mapa espiritual de la Humanidad. Rivká, en cambio, reconoce que Yitsjak había sufrido una metamorfosis debido a la Akedá, por haber estado atado sobre un altar para ser sacrificado, se había convertido en un ser totalmente espiritual, alejado de lo mundano, inatento a las posibles intrigas y celos que suelen surgir entre hermanos. Rajel, en cambio, tuvo que competir con su hermana Leá y sus respectivas concubinas por las atenciones de Yaacov.

No obstante, existe un denominador común para las matriarcas: su preocupación por la continuidad del ideal monoteísta, preocupación que se traduce en una actuación positiva que asegure la transmisión de los principios de la fe.

Por ello, la vida de Sará sirvió de ejemplo para las siguientes matriarcas y aunque nuestro texto empieza con su fallecimiento, su influencia perduró más allá de su vida terrenal.

CÓMO ESCOGER UNA FILOSOFÍA PARA LA VIDA

Parashá JAYEI SARÁ

El estudio de la vida y de las características individuales de los patriarcas es fundamental para comprender las bases del judaísmo.

La historia del judaísmo empieza con Avraham y continúa con sus descendientes incluyendo el momento cuando empieza la construcción de la nación con el éxodo de Egipto.

El judaísmo hace su aparición en el escenario con el llamado de Dios a Avraham, Lej lejá: vete del hogar de tus padres a una tierra que te indicaré y paulatinamente se descubren cuáles son los elementos que distinguen a esta nueva filosofía de la vida con el potencial de convertirse en una teología.

Nuestros capítulos informan acerca de la muerte de Sará, la primera matriarca. La ausencia de detalles de su deceso es complementada por la Torá Oral, con el Midrash que revela que Sará murió al escuchar que su único hijo Yitsjak sería sacrificado como una ofrenda a Dios, en una difícilmente entendible demostración de un amor ilimitado por Dios. ¿Cuál fue la reacción de Avraham? ¿Acaso se sintió culpable de la muerte de su esposa y como consecuencia de ella entró en un estado de depresión aguda? Avraham llora por su mujer y reflexiona acerca de sus virtudes y luego enfrenta la realidad: se debe buscar un lugar apropiado para enterrar a Sará. Avraham adquiere un amplio terreno donde reposarán los restos mortales de los patriarcas y según una antigua tradición, allí también se encuentran enterrados Adam y Javá. Mearat Hamajpelá, es el nombre del lugar, el mausoleo de los patriarcas, ubicado en la ciudad de Jevrón y motivo de disputa actual entre Israel y los palestinos.

La muerte de Sará podía haber provocado una reacción de ascetismo, según observa el profesor Dov Schwartz. Existen costumbres primitivas según las cuales los sobrevivientes laceran sus cuerpos ante la muerte de un deudo.

Una visión ascética implica probablemente la negación de la vida familiar y comunal, porque la concentración sobre la deidad debe ser total. Tal vez el sacerdocio cristiano, que exige el celibato, comparte esa noción. Es un comportamiento que niega el valor del mundo material para entronar el universo espiritual como alternativa única.

La idea bíblica del nazir, la persona que promete abstenerse de ciertos placeres como el consumo del producto de la vid, evadir el contacto con un muerto y no cortarse el pelo, apunta hacia una vida de privación material y una dedicación exclusiva hacia lo celestial.

Hay quienes señalan acertadamente que la Torá exige un sacrificio al término del período de nezirut, señalando de esta manera que el nazir no debe considerarse como un héroe espiritual, una condición óptima para el judío. A diferencia de Shimshón quien permaneció toda su vida bajo el signo de nezirut, el Talmud postula que, cuando no se especifica, el período de nezirut tiene la duración de un mes. O sea que, de acuerdo al Talmud, ser nazir debe ser una elección pasajera.

Avraham no opta por convertir a Sará en un ícono, llora por ella, pero también la entierra; no la olvida, pero tampoco la venera. La muerte de su esposa no implica el fin de su historia familiar. Ahora tiene que dedicarse a Yitsjak, a la búsqueda de una esposa apropiada para su hijo, tiene que pensar en el futuro del pueblo que está engendrando. La dificultad de engendrar con Sará lo ha sensibilizado para valorar aún más a Yitsjak, quien a través de la Akedá demostró su disposición de ofrecer su vida en el servicio de Dios.

Al mismo tiempo, el Creador demostró que no deseaba el sacrificio humano.

El judaísmo tendrá que escoger entre varias alternativas, inclinándose por una más que otra sin desechar alguna; entre el ascetismo y una vía que busca un término medio, y que acentúa el modelo espiritual pero no niega el valor del mundo material. El conflicto y la dicotomía ocasionados por tener que escoger entre el bien y el mal, el mundo secular y el entorno espiritual, el interés propio y el altruismo, y la cobardía y la valentía, es el fermento catalítico que obliga a pensar y reflexionar, a la continúa búsqueda e identificación del sendero que debe servir para el crecimiento y desarrollo espiritual que comenzó con Avraham y que continúa hasta el presente. Vivir es buscar. En el Más Allá se encuentra una contemplación de la radiante Presencia de Dios.

Vida y muerte de Sará

JAYEI SARÁ - Génesis XXIII - XXV,18

IMG_0119Nuestra lectura semanal, Jayei Sará, que es la vida de Sará, y el nombre de la esposa de Avraham, comienza con el relato de su fallecimiento. De esta forma tal vez se señala, que hay personas cuya vigencia persíste incluso después de su desaparición física. La influencia de su recia personalidad se deja sentir también después de su muerte. Sará fallece a los ciento veintisiete años. La Biblia nos informa de este hecho con cierta lentitud: “cien años, veinte años y siete años, los años de la vida de Sará”. Nuestros jajamim, siempre atentos a cualquier cambio en el lenguaje usual, cuestionan el por qué de la repetición de la palabra “años” en la enumeración de la edad de Sará. Se sugieren alternativas, tales como que a la edad de los cien años, Sará estaba tan libre de pecados como a la edad de los veinte; y que a los veinte era tan bella como a los siete; y así sucesivamente.

Personalmente, encuentro un mensaje adicional. La Torá nos señala las diferentes etapas en la vida, la niñez, la del adulto joven, la de la vejez, dónde cada una de estas edades tiene sus características y encantos particulares. O sea que Sará a los veinte, tenía las características propias una mujer de esa edad, y a cumplir un siglo era tal como alguien de cien años. Esto supone cierta sabiduría y un alma que había evolucionado para agradecer las bendiciones de cada momento de la vida. Es demasiado frecuente en nuestra sociedad actual el joven de catorce años que desea tener dieciocho para tener el derecho de conducir un automóvil, o para disponer de las prebendas que marcan la mayoría de edad. Y, ¿acaso nos resulta desconocida, la niña de doce años que desea tener dieciséis, para poder ser cortejada por algún joven? Más aún, los de sesenta años quisiéramos aparentar cuarenta y algunos están dispuestos incluso a someterse a intervenciones quirúrgicas de orden estético para tales propósitos. Desde luego, estamos frente a un problema complejo, con evidentes consecuencias emocionales que repercuten en la salud de la persona. A simple vista, parecería que estamos abusando un tanto de nuestro cuerpo al exigirle una edad diferente a la cronológica. Cada edad, obviamente, tiene sus propias modalidades y oportunidades y se requiere de la sabiduría para saber apreciar, aprovechar y vivir en todas sus dimensiones, el aquí y ahora de la vida de una persona.

Según nuestros sabios, Sará fallece al escuchar que su hijo Yitzjak es casi sacrificado. Avraham adquiere una propiedad, a perpetuidad, para enterrar a su esposa. Este lugar, Mearat Hamajpelá, se convierte en el sitio de sepultura para todos los patriarcas y sus esposas, con la excepción de nuestra matriarca Rajel. La ubicación de la sepultura es en Jevrón, un lugar de peregrinaje obligado para los creyentes.

La gran preocupación de Avraham, inquietud que es casi una obsesión, es la de asegurar la continuidad de sus enseñanzas. Su concepción del pacto entre Dios y la humanidad, que es la de un Dios que responde y reacciona frente a la conducta moral del hombre, tenía que ser transmitida a las generaciones futuras. En las tierras idólatras de Canaán no era posible conseguir a una joven que pudiese ser madre y educadora de quienes tendrían que llevar por encima de todo el conocimiento y el fervor de estas nuevas enseñanzas. Avraham le impone entonces un juramento a su siervo Eliézer para que se esmere en conseguir una esposa apropiada y adecuada para su hijo y heredero Yitzjak, una esposa que provenga de su hogar ancestral.

Al llegar a las afueras de Jarán, Eliézer decide guiarse por la siguiente prueba: la escogida será la primera joven que le ofrezca agua, para él y sus camellos. Parece, pues, que para Eliézer la cualidad esencial en una futura esposa es la bondad. La bella Rivká es la muchacha seleccionada por su amabilidad y después de un intercambio de obsequios con la familia de la doncella comienza el viaje de vuelta al hogar de Avraham. Antes de partir, los familiares despiden a Rivká con la bendición ajotenu at hayí lealfei revavá, “nuestra hermana que seas miles de diez miles”, o sea: que numerosos hijos emanen de ti. Estas mismas palabras se utilizan hoy en día, para bendecir a toda novia momentos antes de la ceremonia nupcial, la Jupá. En las cercanías del hogar de Avraham, Rivká nota a un joven que se pasea en el campo. Al escuchar que se trata de su prometido (tal vez debido a la emoción del encuentro) se cae del camello y luego se cubre el rostro con un velo. Para rememorar este hecho ocurrido con la primera joven casamentera mencionada en la Torá, toda novia se cubre la cara en el momento de la ceremonia de la boda, en señal de modestia. La unión entre Yitzjak y Rivká es la primera que se describe con abundancia de detalles y por lo tanto sirve de modelo para el futuro.

El Talmud le da una interpretación adicional al hecho de que, para la boda, la novia se cubre el rostro con un velo. Es para señalar a los novios, dice el Talmud, que no se fijen sólo en la belleza superficial, sino en la belleza interna, en la belleza espiritual de su futura cónyuge.

Nuestro relato continúa con la descripción del momento en que Yitzjak toma a Rivká como esposa, vayikaj et Rivká vatehí lo leishá vayeehaveha, que quiere decir: y tomó a Rivká y ella fue su esposa y la amó. Cuando el verbo lakóaj es utilizado con referencia a una mujer, nuestros jajamim le dan el significado de matrimonio. Así se desprende de varios versículos de la Torá entre los cuales figuran en forma destacada algunos que corresponden a la lectura de esta semana que ilustran la manera y los medios para realizar la ceremonia del matrimonio. Es interesante notar, según nuestra última cita, “y ella fue su esposa y la amó,” que el esposar antecede al amor en nuestro texto. En nuestra cultura en cambio, se concibe que el amor deba ser anterior al matrimonio. La concepción bíblica sirve, tal vez, para acentuar que el amor más profundo se desarrolla después del matrimonio. El amor se fortalece y se fortifica con la convivencia y con la mayor definición de los propósitos y de las metas comunes en la vida conyugal. El amor es más auténtico y duradero cuando marido y mujer enfrentan juntos las vicisitudes y los retos de la vida, así como cuando comparten sus bondades y bendiciones.

Las últimas líneas de nuestros capítulos cuentan que Avraham se casa con una esposa más y, más tarde, a los ciento setenta y cinco años, fallece. Yitzjak y Yishmael se reúnen durante el duelo, en el dolor de la muerte de su padre y lo entierran en la misma Mearat Hamajpelá donde yacen los restos de Sará. El sufrimiento y la tragedia son aquí factores de unión y de acercamiento. Los hermanos que habían escogido rumbos muy diferentes y antagónicos, se reencuentran en el dolor profundo por el fallecimiento del padre. La muerte borra, al menos momentáneamente, las marcadas diferencias entre Yitzjak y Yishmael y ambos llevan al patriarca a su sepultura. El final del período del duelo señala, nuevamente, su escogencia de caminos que se bifurcan, que se apartan, simbolizando la discrepancia existente entre la óptica espiritual de cada uno de ellos.