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SANTIDAD DE LA VIDA HUMANA – NADA JUSTIFICA MATAR
Parashá Matot- Mase'i
Nos acercamos a los últimos capítulos de Bemidbar, próximos a la conquista de la Tierra Prometida después de los 40 años que demoró la travesía por el desierto, debido al pecado de los jefes de las tribus que dieron un informe negativo a su regreso de la exploración de esta tierra. El próximo y último libro, Devarim, contiene las exhortaciones de Moshé, el recuento de lo ocurrido en ese período de 40 años, además del repaso de numerosas leyes y nuevas mitsvot.
Moshé sabe que no conducirá la conquista de la tierra, por lo tanto, utiliza estos días para alertar acerca de cuáles son las normas que deberán regir el comportamiento del pueblo hebreo para que pueda tener éxito en la conquista. El instructivo que impera es la destrucción de cualquier vestigio de idolatría, porque el propósito de la conquista es afianzar la noción del monoteísmo sin la interferencia y la seducción de otros cultos.
Al mismo tiempo se describen los límites de la Tierra Prometida y cómo deberá ser dividida entre las doce tribus, ya que la tribu de Leví se dedicará al culto en el Beit HaMikdash que será construido. Esta tribu tendrá que ocuparse de la educación de las nuevas generaciones y dedicará seis de sus ciudades para que puedan servir de refugio para el Shogueg, el que mata a otra persona sin intención de hacerlo.
De acuerdo con Rambán, la razón de incluir la ley de las Arei Miklat, las ciudades de refugio, se debe a la importancia que la Torá da a la vida, especialmente en la Tierra Prometida, la tierra de Israel. Aunque meló jol haárets kevodó, “Dios se encuentra en todos los rincones del mundo”, su hábitat preferido es la tierra de Israel. Si el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, cada asesinato es un atentado contra Dios. Un sistema ético es viable solamente si incluye el respeto por la vida humana.
Más aún, el asesinato atenta contra la relación de Dios con la tierra de Israel, una tierra que aborrece la idolatría y el comportamiento inmoral, específicamente en el ámbito sexual. ¿Por qué decidió Dios que solamente el pueblo hebreo podía poblar la tierra de Israel? La Torá explica que esta tierra no toleró a sus habitantes originales por su comportamiento obsceno en los ámbitos antes mencionados. Y dado que Dios creó el universo, tenía la potestad de asignar cualquier territorio de acuerdo con su decisión. Así lo afirma Rashí en uno de sus primeros comentarios en Bereshit.
El primer gran pecado del hombre después de su expulsión del Gan Eden es el asesinato que perpetra Kayin contra su hermano Hével. Aparentemente es el mayor crimen que el ser humano puede cometer. Por lo tanto, los últimos capítulos de Bemidbar advierten contra este flagelo y se instrumenta la ciudad de refugio para diferenciar entre la persona que asesina con toda intención y quien lo hace por descuido. Porque existe una relación íntima entre la tierra de Israel y el comportamiento de quienes la habitan. Esa tierra no tolera la idolatría ni la inmoralidad sexual y es celosa en cuanto a la salvaguarda de la propiedad del individuo.
La santidad de la vida tenía que ser destacada, debido a la guerra de la conquista que el pueblo iniciaría próximamente y que obligaría al derramamiento de sangre. Tal vez la Torá quería advertir que esa sería una guerra singular, Miljémet jová, obligatoria para ese momento de la historia del pueblo y que no debía servir de ejemplo para su comporta- miento futuro.
En el mundo contemporáneo, la Primer Ministro Golda Meir expresó esta idea cuando lamentó que las guerras contra sus enemigos hubieran obligado a los jóvenes israelíes a enarbolar las armas, a matar para defenderse. Porque la función de la tierra de Israel es fomentar el entendimiento y la paz. Ese es el significado del nombre de la ciudad sagrada de Yerushaláyim: ciudad de la paz.
MASE’I
NADA JUSTIFICA MATAR
El establecimiento de seis ciudades de refugio que los hebreos tenían que apartar para quienes mataban a una persona sin intención de hacerlo es uno de los temas de nuestros capítulos. La Torá ordena que, en el caso de shogueg, el crimen cometido sin intención de perpetrarlo, el asesino tenga la oportunidad de refugiarse en una de las arei miklat, ciudades que habían sido designadas para servir como protección del goel hadam, el miembro de la familia del muerto que podía vengar la sangre derramada. Hay quienes indican que en cada familia se designaba a un goel hadam, el individuo que tenía la tarea de velar por la integridad del grupo y cuya responsabilidad era ajusticiar a aquellos que cometían un crimen contra su familia. Está claro que el goel hadam no podía ser enjuiciado por saldar sus cuentas con el asesino: siempre tenía el derecho de vengar la muerte del familiar, a menos que el asesino buscara refugio en una de las arei miklat. Las ciudades pertenecientes a la tribu de Leví, tribu que no había participado en la repartición de la Tierra Prometida, también podían servir como refugio.
Se puede deducir que el asesinato es un crimen no sola- mente contra el muerto; también es una infracción contra su familia. Más aún, la Torá incluye a la tierra como parte agredida: “No profanaréis la tierra donde estéis, porque la sangre humana profana la tierra. No se puede hacer expiación por la tierra, debido a la sangre que fue derramada en ella, sino por medio de la sangre del que la derramó”. Si tomamos en cuenta que el primer hombre, Adam, fue confeccionado con el polvo de la tierra, se puede comprender que la tierra considere que ha sido violada cada vez que un ser humano es asesinado. Por ello exige el saldo de cuentas: la sangre del asesino.
Después del primer asesinato, la muerte de Hével, el asesino, su hermano Cayin, es expulsado del lugar que ocupaba. Su castigo consistió en convertirse en un ser errante, porque ningún lugar terrenal quiso darle albergue: había desairado y violado la tierra con la sangre de su hermano. Podríamos agregar un evidente elemento adicional: el Creador. Cuando Dios hizo a Adam le insufló su “aire”, su espíritu. Si tomamos en cuenta el dictamen del Talmud, el cual reza que Dios se comunica a través de la Torá con el lenguaje del ser humano, observamos que el soplo divino implica que Dios creó al hombre con un elemento de su fuero interno; porque el aire que se sopla proviene de las entrañas. De tal modo que Adam fue creado con un ingrediente que proviene de las “profundidades” de Dios. Al asesinar a una persona también se elimina una fracción del “aire” original que proviene del Creador.
Las arei miklat constituyen una concesión a la debilidad humana, al probable descuido e insensibilidad frente a los derechos del prójimo. Aunque estas ciudades ofrecían refugio, también eran cárceles, dado que el goel hadam siempre acechaba.
¿Hasta cuándo debe permanecer el culpable en el refugio? La Torá sentencia: hasta la muerte del Kohén Gadol. ¿Cuál es la relación entre el kohén y la muerte de una persona? Desde cierta óptica, el kohén es el personero responsable por la armonía en la sociedad: sus enseñanzas deben conducir a la convivencia y el shalom. De acuerdo con el rabino Soloveitchik, la muerte del Kohén Gadol producía un período de introspección y teshuvá en la comunidad, de acercamiento entre la gente e indulgencia por la injuria, hecho que a su vez, atenuaba el espíritu de agresión del goel hadam, que cesaría de perseguir a quien había asesinado a su familiar beshogueg.
ALBACEA DE MOISÉS
Parashá Pinjás
Según la Mishná, una de las características fundamentales de los kohanim, los sacerdotes, es su insistente dedicación al shalom: la paz. La bendición que los kohanim repetían en el Beit HaMikdash, “Dios te bendiga y conserve”, termina invocando que el Creador otorgue el shalom. Ser discípulo de los kohanim implica ohev shalom verodef shalom, “amar la paz y perseguir la paz”.
Al tomar en cuenta que los kohanim eran descendientes de la tribu de Leví, notamos que los antecedentes de este hijo de Aharón son incongruentes con la característica del shalom. Leví, junto con su hermano Shimón, matan a todos los varones de la ciudad de Shejem debido a la violación de su hermana Diná.
Cuando los hebreos fabrican el éguel hazahav (el becerro de oro), Moshé hace el llamado: Mi LaShem elai (“Quienes estén con Dios, vengan a mi lado”), y la tribu de Leví responde afirmativamente y, espada en mano, mata a alrededor de tres mil individuos que habían danzado frenéticamente alrededor de este becerro.
El héroe de la lectura semanal, Pinjás, demuestra su fidelidad a Moshé al matar a Zimrí ben Salú, un príncipe de la tribu de Reuvén, que trajo a su mujer gentil delante de Moshé, en un acto de desafío y reto a su liderazgo. El arrojo de Zimrí estaba sustentado en el hecho de que Tsiporá, la mujer de Moshé, tampoco había nacido judía. La intervención de Pinjás seguramente fue apreciada por Moshé, pero de cualquier manera había sido un acto de violencia.
El profesor Ephraim Yitzchaki señala que los episodios mencionados incluyen el conflicto y la agresión protagonizados por los miembros de una tribu de cuya estirpe deben provenir los kohanim, los prototipos de quienes representan la paz. El hecho de que la tribu de Leví no haya recibido una porción en la repartición de la Tierra Prometida puede ser interpretado como un castigo por su comportamiento belicoso. En efecto, la halajá ordena que el kohén que asesine a otra persona, incluso por accidente, no puede “levantar las manos para bendecir al pueblo”. Está claro que el kohén no puede estar involucrado con la muerte. Al contrario de la usanza egipcia, en la que los sacerdotes eran los guardianes de los secretos de la muerte y del proceso de embalsamar a los cadáveres, el kohén tenía que separarse totalmente en el caso de la muerte de un individuo. En el caso del Kohén Gadol, éste no podía participar en el entierro de sus propios padres. Por haber enarbolado la espada, el rey David no recibió el consentimiento divino para la construcción del Beit HaMikdash. Está claro que el comportamiento de Aharón y sus descendientes era objeto de escrutinio y crítica. ¿Acaso Kóraj, el primo hermano de Aharón, no había retado su liderazgo? De acuerdo con Yitzchaki, los casos de Shimón y Leví son diferentes. Mientras Shimón reacciona por la violación de su hermana Diná, Leví también desenvaina la espada para defender el honor de Moshé y de Dios: cuando peligra la estabilidad política del pueblo o se pone en entredicho su “pacto” con el Creador. En nuestro texto semanal, Pinjás, descendiente de Leví, arremete mortalmente contra un miembro de la tribu de Shimón, su aliado tradicional, porque en esa ocasión se estaba retando el liderazgo de Moshé, hecho que podía ocasionar la inestabilidad política del pueblo.
La paz representada por el kohén tenía su equivalencia en la estabilidad y la armonía, cualidades indispensables para el auténtico shalom, voto con el cual concluía la bendición del pueblo hebreo.
EL HOMBRE SE DISTINGUE POR LA PALABRA
Parashá Balak
En el proceso de la Creación, Dios le insufló al hombre un “aire de vida” en sus narices. ¿En qué consistió este “aire”? De acuerdo con la autorizada traducción de Onkelós al arameo, el “aire” en cuestión fue la habilidad del habla. De cierta manera, el uso de la palabra distingue al ser humano por encima del género animal, dando la posibilidad de elaborar modelos intelectuales para la descripción de la naturaleza.
Nuestros capítulos relatan que, en cierta oportunidad, una burra habló. Ocurrió cuando Bileam, el profeta que había aceptado la tarea de maldecir al pueblo judío, se dirigía al encuentro con Balak, rey de Midyán. En el camino, la burra hizo un alto súbitamente porque un ángel de Dios se había colocado en el camino y le impedía continuar. Bileam no percibió la presencia del ángel y concluyó que el animal había entrado en un estado de rebeldía. Bileam golpeó a la burra debido a su negativa de continuar por el camino a Midyán. En aquel momento, dice la Torá, Dios “abrió la boca de la burra”, que alegó que siempre le había sido fiel a Bileam y por lo tanto, no debió haberla castigado.
Esta burra parlante se ha introducido en el folclor como un episodio pintoresco que, sin embargo, ocupa la atención de los exégetas. El Pirkei Avot incluye este evento como una de las diez acciones de Dios en el crepúsculo del último día de la Creación. A primera vista, se podría pensar que había cosas más básicas y trascendentales que podían haber ocupado al Creador en aquel momento crucial. Por ello, tal vez se debe revisar nuevamente este episodio para descubrir cuál es la implicación o la lección que ofrece.
Es posible que los jajamim concluyeran que una burra que habla no constituye un milagro sino una aberración, una falla de diseño de la naturaleza. El gran milagro lo constituye el hecho que todos los burros rebuznan, los caballos relinchan y los perros ladran. Una burra parlante era una monstruosidad y no un fenómeno admirable. Por ello, incluyeron la “boca parlante” de la burra de Bileam en el último momento de la Creación para señalar que este animal no constituía una “falla de fábrica”, sino que desde un principio había sido creada con esta facultad.
Najmánides de Gerona considera que Dios quería aleccionar a Bileam con la “burra parlante”. Solamente Dios podía otorgar la facultad del habla, incluso a una burra. Por lo tanto, Bileam debía obedecer las instrucciones de Dios cuando se valía de la palabra que debía ser utilizada para bendecir y no para maldecir. Efectivamente, Bileam, después de varios intentos de maldecir al pueblo hebreo, concluye que Dios lo había escogido como un profeta para el mundo gentil y, como tal, sólo podía utilizar sus facultades para la construcción y no para la destrucción, para la bendición y no para la maldición.
Maimónides de Córdoba opina que los seres humanos no podemos ver a los ángeles que habitan una dimensión espacial diferente. Por ello, Bileam no se percató de la presencia del ángel, e incluso, el habla de la burra ocurrió en una especie de “visión”, o tal vez se desarrolló en la mente de Bileam. En el marco de una relación cercana y familiar con un animal existe la tendencia de atribuirle características humanas a un burro, por ejemplo. Es de notar que hay quienes le dan nombres de personas a un animal doméstico y muchas veces entablan una conversación, como si el animal respondiera a las interrogantes que se le plantean.
El hecho de que Bileam se inhibiera de maldecir a los hebreos produjo un efecto moralizante. Los habitantes de la región tuvieron que concluir que este pueblo gozaba de una protección divina especial. Su éxodo de la esclavitud egipcia no tenía un propósito parroquial, se trataba de una lección universal: la esclavitud es inmoral, todos los seres humanos tienen derecho a la dignidad que incluye la libertad, en primer plano.
El episodio de la “burra parlante” tenía un objetivo didáctico particular para Bileam: su facilidad de palabra y profecía era un bien que Dios le había otorgado y que, de acuerdo con Su voluntad, podía ofrecer a otros, incluso a un animal.
Las facultades extraordinarias de Bileam podían haber sido utilizadas para fines malévolos. En efecto, existen los desastres en potencia con los cuales la naturaleza intimida constantemente al género humano. Sin embargo, el mayor peligro lo constituye el hombre mismo, quien con astucia y mal utilizada sagacidad puede amenazar la sobrevivencia de la especie. Más aún, el uso perverso de un intelecto desarrollado puede conducir a los mayores desastres.
Nuestros capítulos, enseñan, sin embargo, que la Providencia de Dios se hace presente y se vale incluso de una “burra parlante” para frenar el indebido uso de las facultades que tienen un origen divino, tal como en el caso de Bileam que había recibido de Dios el don de la profecía para el mundo gentil.
DIFICULTADES DEL TEXTO
Parashá Jukat
Nuestros capítulos contienen episodios que atentan intelectualmente contra la experiencia usual. Uno de ellos es la Pará Adumá, la “vaca bermeja” cuyas cenizas eran utilizadas en el proceso de Tahará, la purificación de las personas que se contaminaban por el contacto con un cadáver. El Talmud considera que, en la actualidad, el pueblo judío se encuentra en un estado de tumá, impureza que impide, por ejemplo, la construcción de un nuevo Beit HaMikdash. Nos encontramos ante un dilema: por un lado, necesitamos el Beit HaMikdash para ofrendar la Pará Adumá y poder purificarnos con sus cenizas; y por el otro, no se puede iniciar la reconstrucción de la Casa de Dios porque estamos en un estado de impureza que sólo puede solventarse utilizando las cenizas de una “vaca bermeja”.
Un caso diferente es el de la serpiente de cobre elaborada por Moshé. Ésta se usaba para salvar a quienes habían sido mordidos por las serpientes vivas que Dios envió como castigo por haber calumniado la tierra de Israel. Para ser curada, la persona debía mirar hacia lo alto de un poste, donde Moshé había colocado la serpiente. Atento a la obvia dificultad que presenta esta práctica de posible tinte idólatra, el Talmud resalta que se obligaba a las personas a elevar la vista, es decir, hacia lo celestial. Con ello, las personas reconocían el poderío de Dios, quien simbólicamente habita en las alturas celestiales. La serpiente de cobre no curaba, sino que obligaba a tomar conciencia sobre la Providencia de Dios, el único Ser que puede curar.
Og, rey de Bashán –quien entabló una batalla con nuestros antepasados en Edrei–, forma parte de otra incongruencia. Dios aseguró a Moshé que saldría victorioso del encuentro bélico tal como lo había hecho en el caso del enfrentamiento con Sijón, rey de los amoritas. ¿A qué se debía el temor particular de Moshé hacia Og? Porque se trataba de una criatura de dimensiones extraordinarias. Cuando Og se enteró de la dimensión del campamento hebreo, levantó una montaña de unas doce millas de circunferencia para aplastar a su enemigo. El Midrash sugiere que Dios envió unos saltamontes, los cuales perforaron la montaña de tal manera que ésta quedó reposando sobre los hombros del gigante, como un collar del que sobresalía su cabeza.
Muchos exégetas intentaron reinterpretar este episodio –entre ellos Rabí Shelomó Ibn Adéret, el Rashbá de Barcelona–, pues muchos cristianos utilizaron a este personaje fantástico en sus disputas públicas con el pueblo judío. Para algunos de estos intérpretes, Og es un personaje simbólico, en batalla constante con un enemigo de grandes proporciones, partícipe de una guerra que posiblemente se libra en una dimensión espiritual diferente.
Según el punto de vista de la Kabalá, expresado en el Séfer HaBajir, Og poseía el ot, la señal de la circuncisión que se le había practicado en el hogar del primer patriarca Abraham. Su poder no residía en sus dimensiones gigantescas, sino en la espiritualidad representada por el Brit que su cuerpo ostentaba.
Pero, ¿acaso todo lo que está escrito en la Torá o en el Talmud debe ser entendido de manera literal? Maimónides apuntó que, muchas veces, la Torá utiliza el antropomorfismo, cuando le atribuye cualidades corporales a Dios para facilitar el entendimiento del texto bíblico. Por ello, cuando laTorá dice que Dios sacó al pueblo hebreo de Egipto “beyad jazaká”, con “una mano fuerte”, no se debe concluir que Dios posee una mano, como todo ser humano. Por su parte, el Talmud ofrece recetas para algunos males que deben ser evaluadas de acuerdo con los descubrimientos de la medicina moderna. Cabe destacar que algunas de ellas continúan vigentes.
En este sentido, también podemos señalar el principio del Talmud que afirma que es preferible que la mujer viva en pareja. Tal afirmación tiene pertinencia en muchos casos de divorcio, porque se asume que el matrimonio es el estado preferido para una mujer. Sin embargo, algunas autoridades contemporáneas cuestionan este principio. Alegan que, en el mundo moderno, la mujer ocupa una posición muy diferente a la tradicional y, en algunos casos extremos, están dispuestos a otorgar un guet, un divorcio religioso sin la participación del marido. Para cuestionar el principio enunciado por el Talmud, se apoyan en diversos hechos: la mujer puede valerse por sí misma, ocupa puestos de gerencia al igual que el hombre, y por tanto, lo que en épocas pasadas era una realidad, hoy ya no lo es.
Mi maestro, Harav Yosef HaLeví Soloveitchik, argumentó enfáticamente en contra de esta evaluación. De acuerdo a Soloveitchik, la opinión de los jajamim no está basada en ninguna circunstancia social o histórica. “Tav lemeitav tan du”, como reza el principio ya mencionado, tiene que ver con su esencia existencial y fundamental. Una mujer no opta por la vida en pareja de acuerdo con un entorno social específico. Esa preferencia es, simplemente, una consecuencia de su naturaleza primordial.
EL AMANECER REVELADOR
Parashá Koraj
Los momentos de crisis y desafío ocasionan que broten a la superficie características humanas que, en situaciones diferentes, permanecen desapercibidas o inertes. Los peligros y retos que los hebreos tuvieron que enfrentar en el desierto, aunados a la escasez de los alimentos y del agua, tuvieron un efecto negativo sobre el ánimo del pueblo. El nerviosismo, la intranquilidad y el temor seguramente fueron el orden del día. Se debe considerar que, de acuerdo a los jajamim, solamente una quinta parte del pueblo escuchó el llamado de Moisés; la gran mayoría permaneció en Egipto. Además, el éxodo incluyó a centenares de miles de esclavos no judíos que se valieron de este evento histórico para escapar del yugo de la esclavitud. Lamentablemente, la absoluta mayoría de estos gentiles no tenían anclaje en moralidad alguna, carecían de la visión de una vida productiva y, en la ausencia de una mística acerca del futuro, se rebelaron y rindieron ante cualquier obstáculo que se presentó en el desierto.
No obstante lo antedicho, quienes enarbolaron la rebelión que presentó el mayor reto a la autoridad de Moshé y Aharón fueron algunos integrantes de su propia tribu, que celaron el hecho de que dos hermanos se hubiesen repartido el liderazgo monárquico y religioso del pueblo. El líder de la rebelión fue Kóraj, primo de Moshé y Aharón, poseedor de una gran fortuna de acuerdo al Midrash. Como en otros momentos de la historia, no fueron los pobres ni los humildes quienes adversaron activamente al liderazgo, sino aquellos que opinaban que eran ellos quienes debían haber accedido al poder.
Para dirimir la controversia, Moshé sugirió: majar veyodá HaShem, “con el nuevo amanecer Dios hará saber” quien tiene la razón en esta controversia. Es preciso analizar por qué Moshé no optó por un juicio para que se resolviera la situación de inmediato. ¿Cuál era su intención al postergar la decisión? Tal vez pensó que los rebeldes consultarían y reflexionarían, que tendrían una oportunidad para hacer enmiendas y reconocer que Moshé y Aharón eran los “servidores” del pueblo y no las personas que ambicionaban el poder.
Es posible que no pensaran con claridad en el momento del enfrentamiento. Tal vez se encontraban ebrios, bajo los efectos de una sobre dosis de auto estima que los cegaba frente a la realidad. Moshé postergó la decisión porque quería dar una oportunidad a la reflexión, para que Kóraj y sus doscientos cincuenta seguidores –miembros de la elite de las tribus– pudieran sopesar el alcance de su acción.
Una muy novedosa resolución para esta pregunta apunta que Moshé quería darle a Kóraj y sus seguidores una oportunidad para consultar con sus esposas, porque las mujeres nunca se rebelaron durante los cuarenta años de travesía por el desierto. Se debe recordar que las comadronas hebreas que asistían los partos fueron las primeras en desobedecer el instructivo del faraón, y señalaron el camino de la desobediencia civil ante los crueles edictos de los egipcios. La mujer hebrea había demostrado un profundo sentido de justicia y valentía, simultáneamente.
La noción de “Majar veyodá HaShem” enseña que, con el amanecer, cuando el futuro se convierta en el presente, será aparente dónde radica la justicia y a quién acompañaba la razón. Para el ser humano, esté amanecer se sitúa en el futuro pero, para Dios, la historia –tanto la anterior como la posterior– se revelan como un presente actualizado.
Kóraj y sus seguidores veían en el liderazgo una oportunidad para el ejercicio brutal del poder o, tal vez, una circunstancia oportuna para el incremento de sus bienes materiales. Para Moshé y Aharón era una misión de servicio al pueblo: recordemos que, en un principio, durante el episodio de la “zarza ardiente”, Moshé había rehusado aceptar la tarea que Dios le encomendó.
Una de las cualidades fundamentales del líder es su capacidad de anteponer las necesidades del colectivo a sus intereses personales. Incluso tiene que dar prioridad a los requerimientos de la sociedad por encima del bienestar de su propia familia. Los hijos de Moshé, por ejemplo, no heredaron el liderazgo y se conocen pocos datos acerca de sus características personales. La suerte y el destino del colectivo es la preocupación constante y el norte del líder auténtico.
La historia ha reconocido los méritos especiales de Moshé, que incluyen sus persistentes admoniciones a los hebreos; pero, al mismo tiempo, su disposición a “ser borrado del libro de Dios” si ello fuera necesario para salvar a su pueblo. Por un lado es el gran legislador pero, al mismo tiempo, es el autor de Az yashir Moshé (el Canto del Mar), ese poema litúrgico que entonaron los hebreos al cruzar el mar Rojo, para salvarse de las hordas egipcias que los perseguían. Moshé fue legislador, guerrero y poeta, campos en los que expresó la profundidad de su espiritualidad.
Moshé nunca comprometió sus principios básicos, ni demostró un espíritu de venganza contra quienes lo adversaron. En algunas ocasiones, frente a las enormes responsabilidades que el liderazgo implica, cuestionó sus habilidades y talentos personales para cumplir adecuadamente con sus múltiples responsabilidades. Y cuando llegó el momento, no dudó en transmitir el manto del liderazgo al joven Yehoshua, que conduciría al pueblo a la conquista de la Tierra Prometida.