LA CEREMONIA DE HAKHEL

Parashá HAAZINU

El último versículo del capítulo anterior reza: “Moshé pronunció a los oídos de toda la congregación (kahal) de Israel las palabras de este canto hasta su conclusión”. El canto referido es el texto de nuestros capítulos: Haazinu. De acuerdo con el mencionado capítulo anterior, este canto tenía que ser leído cada siete años durante la festividad de Sucot en una asamblea de todo el pueblo, reunión masiva denominada Hakhel, palabra relacionada con el vocablo kahal. Reunidos hombres, mujeres, niños y los extranjeros que residían con el pueblo de Israel, la lectura pública tenía el propósito de que (las mujeres) pudieran escuchar, (los hombres) lograran aprender y obtuvieran un mérito adicional por traer a las criaturas.

La presencia de todo el pueblo servía para revivir la experiencia en el Monte Sinaí y se convertía en una especie de renovación del pacto, el Brit, entre Dios y pueblo: el pueblo servirá al Dios único y Dios protegerá a su pueblo. Esta revelación Divina también es designada como Yom HaKahal,el día de la asamblea y de allí también la designación de Hakhel.

Yehudá Zoldan, de la Midrashá para mujeres de la Universidad Bar Ilán, hace recordar que en el Talmud hay una mención de tal celebración durante el período del Primer Beit HaMikdash durante el reino de Rejovoham, y otra celebración en la época del Segundo Beit HaMikdash dirigida por el rey Agripas. Después de la destrucción del Beit HaMikdash esta celebración quedó en desuso y por alguna razón, los jajamim no ordenaron que se celebrara como un recordatorio de la práctica anterior. Es posible que después del establecimiento de la lectura semanal de la Torá, esta convocación cada siete años careciera de la urgencia inicial.

Leemos el libro de Kohélet durante Shabat Jol HaMoed Sucot porque, según el Talmud, este libro era leído durante la ceremonia de Hakhel que se realizaba durante la festividad de Sucot. Está claro que la nomenclatura Kohélet está relacionada con el vocablo Hakhel. Se sugiere que la lectura de Kohélet durante esta ceremonia de gran significación, además de su contenido ético, sirvió para apuntalar su carácter espiritual y justificar su inclusión en el canon del Tanaj.

Los versos de Haazinu empiezan invocando al cielo y a la tierra como testigos eternos de la relación del hombre y Dios, elementos que recuerdan los primeros versículos de Bereshit que describen la creación del cielo y la tierra.

Manifiestan la cercanía de Moshé a ambos elementos que a su vez sintetiza una enseñanza básica del judaísmo que se refleja en el famoso sueño de Yaacov de la escalera que une a la tierra con el cielo. El judaísmo es una enseñanza de carácter espiritual que no niega el valor de lo que es terrenal, a su vez simbolizado por el ingrediente carnal y espiritual del ser humano.

Los jajamim encuentran el origen de bendecir a Dios, agradecerle por las numerosas bondades que brinda, en uno de los versículos, mientras que un segundo destaca que Dios siempre actúa con el patrón de justicia. El texto hace una relación entre las diferentes generaciones y subraya el rol de maestro del padre y del anciano. Pero sobre todo está la protección

Divina, tal como un águila que cuida a su nido y carga a sus polluelos sobre sus alas.

La abundancia, apunta el texto, conlleva a la rebelión y conduce a la adoración de dioses extraños que, cada generación probablemente sustituye por las tentaciones de la época.

El resultado es el ocultamiento de Dios, quien desaparece del escenario de la historia y permite que surja la perversidad y el mal. En nuestros días, un destacado líder espiritual israelí sugirió que el Holocausto probablemente es una consecuencia de las faltas cometidas por la gente de la época.

Esta afirmación produjo una reacción enérgica de protesta, especialmente si se toma en cuenta el fervor religioso de la gran mayoría de quienes fueron vilmente torturados y aniquilados.

A fin de cuentas, continúa el texto, Aní amit vajayé, majatsti vaaní erpá, “Soy (yo) Dios quien envía a la muerte y quien otorga la vida, quien hiere y quien cura”, afirmación que está envuelta en el misterio de la justicia Divina, muchas veces incomprensible para el individuo.

La ceremonia de Hakhel servía para renovar la experiencia en el Monte Sinaí y al mismo tiempo hacer recordar las bases sobre las cuales descansa la fe y la manera de vivir que el judaísmo predica.

RECORDANDO A SERGIO KIBLISKY z’l

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Recuerdo haber leído que la sociedad se compone de quienes forman parte del problema y quienes se identifican con la solución. Sergio era parte de la solución.

Era el referente de la familia entera en Caracas, especialmente después del fallecimiento accidental de su hermano Mauricio z’l, en cuya memoria Sergio patrocinó un Majzor de Rosh HaShaná que lleva el nombre Tefilat Moshé.

Inteligente, honesto, responsable y generoso, representaba en su persona el dicho de nuestros sabios: Eizehu jajam? Haroé et hanolad, que usualmente se traduce como “Quién es sabio,? El que ve el futuro”. En realidad, la palabra “nolad”, puede ser traducida como “nacido ya”, o sea que el adagio puede interpretarse como sagaz es la persona que comprende el presente, quien entiende lo que realmente está pasando, sabe deshojar las diferentes membranas que esconden al fruto.

Cualquier conversación era un deleite. Muy bien informado porque era un ávido lector, Sergio sabía analizar eventos, tanto los sucesos en Venezuela, como en Israel, USA y el mundo entero. Respetaba las libertades de USA, añoraba su patria natal Chile, tenía un lugar especial para Israel en su corazón. Pero no hay duda que Venezuela ocupaba el centro de su atención porque allí realmente formó familia y creó empresa.

Luchó por casi un año contra una temible enfermedad y su esposa Edith fue su mayor poyo emocional y afectivo. Lo visité en varias oportunidades en esa última etapa de su vida y siempre encontré hijos y nietos presentes, amigos que lo acompañaban y con quienes entablaba una conversación interesante y relevante.

Sonreía fácilmente, pero simultáneamente, profundizaba sobre temas serios, de consecuencia. Le interesaba y preocupaba el futuro de la humanidad y sus proyecciones se basaban en serias reflexiones acerca de las diferentes corrientes políticas y sociales del momento actual.

Siempre tenía presente la implicación de los eventos para Medinat Israel y el pueblo judío, no obstante que su visión tenía un carácter universal.

Me dio aliento y proporcionó sostén material en el afán de reunir a las diferentes confesiones religiosas en Venezuela bajo un manto común que se denomina CRISEV. Consciente de que somos minoría, era importantísimo mantener relaciones cercanas con los representantes de otros credos. A fin de cuentas actuar en pro de la solución, o al menos alivio, de los problemas sociales de pobreza y desigualdad es un desideratum común para todas las personas de fe.

Tuve mano libre para realizar reuniones y almuerzos de confraternidad religiosa gracias al apoyo concreto de Sergio, y cabe destacar a TELEVEN que puso a nuestra disposición en varias oportunidades un espacio físico en sus instalaciones para luego transmitir el contenido de nuestras reuniones por su canal.

Es difícil pensar y escribir en términos pretéritos sobre Sergio porque hacía sentir su presencia en cualquier reunión por su agudo intelecto. Nos quedará ahora el recuerdo, ejemplo de un padre preocupado por el bienestar de sus hijos y familia.

Tengo entendido que se último legado a los miembros más cercanos de su familia fue: “Nunca dejen de apoyar a Israel en todo sentido”.

Tov shem tov mishemen tov, el buen nombre es preferible a cualquier bien material, y Sergio dejó una herencia de rectitud y generosidad, características que se verán incrementadas con el pasar de los años.

Zijró baruj, sus restos mortales descansan en paz y su memoria es una bendición para todos.

David Yisrael Z”l

Unas semanas atrás falleció mi querido amigo David Yisrael en cuya casa mi esposa, tres hijos y yo, comimos nuestra primera comida casera caliente kasher cuando llegamos a Caracas en septiembre de 1967.

Unas semanas más tarde alquilamos un apartamento en el mismo edificio donde residían los Yisrael y nuestra amistad no aflojó desde aquel entonces. Celebramos juntos, especialmente Sucot en la Sucá que erigimos en el edificio.

David tuvo una vida con sufrimiento y alegrías, nunca fue un espectador, siempre participó, muchas veces condujo. El sufrimiento y el dolor es una referencia a los años de la Shoá. Logró sobrevivir Auschwitz y otros campos de concentración. Recuerdo algunas anécdotas de aquellos días de angustia y terror, de cómo facilitó que un rabino celebrara Sucot en una Sucá que improvisó en el espacio entre dos vagones de un tren.

Nació en Europa y después de sobrevivir el Holocausto, emigró a Israel donde sirvió en Tzahal, el ejército israelí. Dotado de facilidad con idiomas, aprendió hebreo a cabalidad y cuando luego llegó a Venezuela en la década de los cincuenta del siglo pasado, se abocó por aprender el Español que habló sin acento extranjero. No sé si tomó clases de Inglés pero lo escuché hablar en público en ese idioma, tal como si hubiera residido en USA por largo tiempo.

Fue uno de los fundadores del Minyan Shomrei Shabat de Caracas y engendró con su querida Dorita Broitman un hogar ejemplar. Formó un equipo familiar y eventualmente empresarial con sus cuatro hijos, siendo cada uno de ellos ejemplo de participación comunitaria. Siguieron el ejemplo de David que también presidió el Comité de Yad Vashem con la meta específica de no permitir que olvide lo que sucedió, especialmente para impedir que tal tragedia sea repetida. Presidió el de amigos de la Universidad Bar Ilan en Venezuela y presidió el Comité de Bonos de Israel en Venezuela, demostración adicional de su amor por la Estado de Israel que visitó luego en innumerables ocasiones.

Merece mención especial el finado Boris Berl Broitman, padre de Dorita que fue la fuente de inspiración para la creación de un Beit Avot en la comunidad judía de Caracas, no obstante que nunca tuvo que valerse personalmente de sus servicios.

David fue un hijo leal del pueblo judío y apreció lo que Venezuela ofreció porque conocía las alternativas, el antisemitismo que soportó personalmente, incluso antes de la Guerra, y desde luego presenció y sufrió los horrores del Holocausto que no puede expresarse con palabras. Plasmó sus memorias en un libro: NUNCA HABRÁ UN POR QUÉ, que es un intento serio de dejar un legado escrito que incluye lo que realmente no se puede reproducir a cabalidad: las angustias y sufrimientos de este hecho sin par en la Historia.

Aunque David vivió una gran parte de su vida en Caracas, nunca abandonó Israel, ni intelectualmente o emocionalmente. Siempre mantuvo un apartamento en Israel donde también celebró muchos jaguim, los días sagrados cuando se hacía peregrinaje a Jerusalem.

Desde joven, el hijo menor Milton hizo aliyá y formó su propia familia, razón adicional para que David y Dorita estén ligados a la tierra ancestral.

La hija mayor Goldy y su esposo Baruch residen ahora en Miami, y siguiendo la tradición familiar, Baruch es presidente de la sinagoga Young Israel de Aventura y Goldy reúne a la familia alrededor de su mesa en Shabat y festividades.

El hijo varón mayor Jacobo permanece en Caracas donde dirige los destinos de la empresa que David fundó y donde centenares de obreros y empleados han encontrado una fuente de trabajo para el sostenimiento de sus familias.

El hijo Billy y Malki residen no muy lejos, participan activamente en su sinagoga y en numerosas ocasiones caminan unos cuantos kilómetros para celebrar con los padres algún día de Yom Tov, una festividad religiosa.

Incluso después de la Guerra, David pasó por otros eventos trágicos. Sufrió la pérdida de hermanos y sobrinos, y se tornó obligatoriamente en la columna vertebral de la familia.

Menciono a cada uno de sus hijos, y hay nietos y bisnietos, porque cada uno tiene personalidad y valor propio. Pero además para indicar que Hitler y los Nazis no solo que no vencieron a David, éste a través de una numerosa, unida y tradicional familia, derrotó el diseño de darle una “solución final” al problema judío. Exterminarlos! Al contrario, de las cenizas de las chimeneas de Auschwith, David engendró un número importante y valeroso de descendientes que enarbolan con orgullo su condición judía.

La familia celebraba anualmente Pésaj, la festividad de “ish uveitó, “el hombre con su familia”, reunida en un mismo lugar. Apenas unos meses atrás la familia entera celebró en esa oportunidad el onomástico 89 de David. Gran recuerdo de amor y unión que puso un broche de oro a una larga trayectoria familiar, empresarial, comunitaria, de entrega y amor por Medinat Israel.

Zijró Baruj, sus restos yacen en paz en Medinat Israel.

“Ten confianza en tus acciones porque Dios estará a tu lado”

Parashá VAYÉLEJ

En los últimos momentos de su vida Moshé convocó al pueblo, no sólo a sus líderes. El pueblo consiste de padres y madres que deben tener voz y voto en la determinación del futuro, jóvenes que tienen intereses particulares y deben ser escuchados. En general, se deben atender las necesidades de la familia, el eje fundamental del pueblo; su fortaleza es el secreto de la supervivencia del pueblo judío a través de las vicisitudes de la historia. Incluso se debían atender las esperanzas del Guer, el extranjero que no tiene raíces en el pueblo.

En numerosas oportunidades, la Torá destaca que fuimos extranjeros, diferentes, sin parientes en Egipto. De cierta manera, esta es la suerte de muchas personas que sienten que son extranjeros en su propia tierra, cuando no pueden identificarse con los valores que rigen la sociedad.

Tal vez debido al irrisorio número de miembros del pueblo judío, cada uno tiene que ser contado y debe hacer valer su contribución al colectivo, pero, en realidad, el mismo concepto es válido para el resto de la Humanidad. El progreso es una función de la inclusión, la participación y cooperación entre los diferentes integrantes y estratos de la sociedad. Al mismo tiempo se establecía un principio importante: el Berit que se pactó en el monte Sinaí y que entonces se estaba reconfirmando no se había establecido entre Dios y un grupo sacerdotal selecto del pueblo. El Berit entre Dios y el pueblo hebreo era, en realidad, un pacto entre Dios y cada individuo; por ello, como hemos repetido en numerosas ocasiones, los Diez Mandamientos fueron dichos en el singular de la segunda persona. No reza: “No matarán”. Reza “No matarás”. La responsabilidad del cumplimiento de la ley recae sobre el individuo, los padres no mueren por los pecados de los hijos, ni los hijos mueren por los pecados de los padres.

Este mensaje era crucial en el momento del cambio de guardia, cuando Yehoshua asumió el liderazgo después de la muerte de Moshé. Se pasó de una relación individual entre los patriarcas y Dios a una relación entre cada miembro del pueblo y Dios. Durante la residencia del pueblo hebreo por más de dos siglos en Egipto pudieron conocer directamente cuáles eran los cultos idólatras de otros pueblos y, por ello, su compromiso con el pacto con el Dios que se había revelado en el monte Sinaí era un acto consciente, después de haber estado cara a cara con las posibles alternativas en Egipto.

Mientras que Moshé se formó en el palacio del faraón y empezó a ejercer el liderazgo del pueblo a la edad de los ochenta años, Yehoshua era un joven que creció en el seno del pueblo. Muchas personas lo conocieron durante su niñez y esa excesiva familiaridad presentaba un problema para el futuro líder. Por ello, Moshé procedió a la transmisión de mando a Yehoshua en presencia de todo el pueblo, no sin antes haber escrito el texto completo de la Torá que entregó a los Kohanim. Porque Yehoshua no será un líder arbitrario, tendrá que regirse por las normas contenidas en el texto sagrado.

Moshé le encomendó a Yehoshua: Jazak veemáts, “ten confianza en tus acciones porque Dios estará a tu lado”. Este conocimiento del apoyo Divino, la certeza de que Dios no lo abandonará incluso en los momentos de mayor dificultad cuando el horizonte sólo presenta amenazantes nubes, esta seguridad en la protección celestial dio vigor y fuerza espiritual para que el pueblo pudiera sobreponerse a todos los obstáculos que seguramente se presentaron durante el período de la conquista de la Tierra Prometida.

La Torá escrita que Moshé entregó a los Kohanim tenía que ser leída públicamente cada siete años en una ceremonia denominada Hakhel, la cual se menciona al final del libro Shemot. Además de escuchar nuevamente cuál era la voluntad de Dios, la lectura acentuaba la historia común del pueblo que se remontaba a los patriarcas y consistía en una renovación del compromiso, del Berit del pueblo con Dios y de Dios con su pueblo.

EL PROCESO DE LA REDENCIÓN

NITSAVIM

Atem nitsavim hayom kulejem lifnei HaShem, “ustedes están todos presentes hoy delante de Dios”, son las primeras palabras de nuestros capítulos. El “hoy” se refiere, según Rashí, al día de la muerte de Moshé y por ello, estas palabras constituyen su último testamento. Dado que la Torá no le asigna una fecha específica al vocablo “hoy”, este día podría interpretarse como el presente para cada persona. La enseñanza que se desprende es que el individuo debe actuar en todo momento tal como si estuviera en la “presencia” de Dios. Mensaje muy adecuado para el mes de Elul, mes que precede Rosh HaShaná y en el cual se da lectura pública a este texto.

En esta ocasión, Moshé renueva el Brit, el pacto entre Dios y el pueblo hebreo. Más aún, hace hincapié en el hecho de que el pacto incluye no solamente a los presentes sino también a quienes no están en ese momento: las generaciones futuras. Nuevamente tenemos una prueba de una confusión de los tiempos: el presente y el futuro se conjugan, los padres pueden asumir obligaciones que comprometen a sus descendientes. Por ello, las tragedias que acontecen al pueblo son una consecuencia de su desobediencia del compromiso asumido. Desobediencia que se traducía en la antigüedad de la idolatría reinante y que producía la ira del Dios único.

Los próximos capítulos, Veyélej, describen la ceremonia de Hakhel que se realizaba cada siete años, ceremonia durante la cual se daba lectura pública a la Torá con el propósito de Lemaan hishmeú ylemaan yilmedú, que sus instructivos sean escuchados y aprendidos. Esta lectura pública Veyareú et HaShem Eloheijem veshamerú laasot, producirá el temor por Dios que conducirá, a su vez, al cumplimiento de todas las palabras (ordenanzas) contenidas en la Torá. De esta manera se renovaba cada siete años el Brit, el pacto que Dios había concluido con el pueblo, según el cual Dios protegerá a los hebreos mientras que estos cumplirán con el conjunto de normas contenidas en la Torá, leyes que asegurarán susobrevivencia sobre la faz de la tierra.

Por otro lado, la desventura y la tragedia serán el producto del incumplimiento del Brit. Más aún, Veanojí haster astir panai, “Dios seguramente esconderá su faz”, no sentiremos más su presencia porque no participará en el desarrollo del destino del pueblo. Para el hombre de fe, este hecho puede ser el castigo mayor, el aparente desinterés de Dios por su suerte. No obstante, la Torá ofrece la resolución de este dilema existencial causado por la “ausencia de Dios”, tal como algunos sugieren sucedió durante el período de mayor oscuridad que produjo el Holocausto en el siglo pasado. La resolución del dilema consiste en el renovado y extraordinario ímpetu del estudio de la Torá que presenciamos en las últimas décadas.

De acuerdo con las Sagradas Escrituras, la historia de la Humanidad tiene un telos, un propósito final que conduce a la redención. Porque eventualmente se producirá Veshavtá ad HaShem…, “Y retornarás a Dios…”. Basándose enestos versículos, Rabí Naftalí Zvi Yehudá Berlín, conocido como el Netsiv, ofrece una agenda para el proceso de la redención. La primera etapa testimoniará el renacer de la espiritualidad en el seno del pueblo judío, hecho que será acompañado por un renovado aprecio por el judío en el seno de los pueblos del mundo. El resultado de esta situación será un retorno masivo a la Tierra ancestral. Luego,

Dios mismo, acudirá a los lugares más remotos para devolver a las pequeñas comunidades a esa misma tierra. Este evento no será puntual, en el sentido que afectará solo a la gente de esos días, sino que su efecto será duradero para todas las generaciones siguientes.

De acuerdo con el Talmud, la redención se materializará con la reconstrucción del Beit HaMikdash en Yerushaláyim, hecho que propiciará la llegada del Mashíaj, el redentor que pondrá fin al sufrimiento del pueblo hebreo y dará inicio a una etapa de entendimiento y paz para la Humanidad.

Esta etapa mesiánica propiciará una metamorfosis en el corazón del ser humano que lo conducirá a amar a Dios, amor que se profundiza en la tierra de Israel. Porque en la diáspora, incluso una persona muy religiosa no puede alcanzar el auténtico amor por Dios. Porque Veatem Hadeveikim baHaShem, estar “adherido” a Dios sólo puede concretarse en la tierra de Israel.