EL PACTO DIOS-HOMBRE

Parashá BERESHIT

Cada lectura de los textos bíblicos es diferente. El texto es inmutable, el lector cambia. Por ello, el comienzo de un nuevo ciclo de la Torá consitutye un hito en la evolución intelectual y espiritual del judío.

El reto de los primeros capítulos del Génesis no desaparece: es el desafío de quienes proponen que la Torá es en realidad un compuesto basado en textos primarios. Este hecho resalta con la repetición de la historia de la creación del universo porque, según algunos, representa una huella de los textos que sirvieron al supuesto autor o autores humanos de las Sagradas Escrituras.

Según muchos exégetas tradicionales, existe una razón didáctica para las dos versiones. Mientras que el primer capítulo constituye un relato general sobre los orígenes de lo que nos rodea, el segundo capítulo es específico: se concentra en la historia del hombre, quien es el punto de referencia terrenal de la creación y, en especial, su relación única con el Creador: sólo el ser humano puede entrar en una correspondencia mutua con Dios, un berit que establece obligaciones de parte y parte. La historia religiosa de la Humanidad se refiere a la estructura y condiciones de este berit, las violaciones y los cumplimientos que invariablemente tienen que ver con ese “pacto” con Dios. Cuando la relación con Dios se fractura, encontramos la semilla de la destrucción, hecho que se ve incrementado con el proceso imparable de la globalización, que ha convertido al globo terráqueo en una aldea.

Los jajamim estaban atentos a las dificultades textuales, por ello sostuvieron serias discusiones acerca de la inclusión de algunos textos en el compendio del Tanaj. En particular, el libro de Ester presentó la gran interrogante: ¿acaso es posible insertar dentro de las Escrituras Sagrados un texto que no menciona el nombre de Dios? Tomaron una decisión afirmativa debido a la frase: kiyemú vekibelú hayehudim aleihem veal zaram veal kol hanilvim aleihem veló yaavor lihyot osim…, “los judíos decidieron que ellos, su simiente y todos los que se les unieran, continuasen observando escrupulosamente conforme a lo establecido…”. El cumplimiento de los instructivos de Ester y Mordejai a la población judía fue el hecho decisivo para que el libro de Ester fuese incluído en el canon de la Biblia. Además de la crítica que se puede efectuar con referencia al texto, se debe tomar en cuenta la influencia que el escrito ha ejercido para corregir y perfeccionar la disposición y actitud moral de la sociedad.

El relato del Génesis es majestuoso. La creación no es el resultado de una colisión de voluntades entre los dioses, el producto de cataclismos que se produjeron en el cosmos. El mundo nace como expresión de la voluntad de Dios, quien con la expresión Vayomer Elohim, “Y Dios dijo”, colocó a la idea y al pensamiento por encima de cualquier actividad física. Bereshit enseña que hay propósito en la creación, no se trata de un universo en el cual reinan el caos y la incertidumbre, el capricho y el azar. Existe un creador y por lo tanto coexiste la finalidad y el designio.

La ubicación del hombre y de la mujer en el idílico Gan Eden muestra una naturaleza amiga que provee el fruto para el sustento. Cuando esta naturaleza se rebela puede ser amaestrada o controlada, se puede hacer construcciones antisísmicas, por ejemplo. En cambio, quien hace peligrar, de manera sostenida, la existencia de la especie humana es el hombre mismo debido a su agresividad, cualidad probablemente indispensable para el crecimiento y el desarrollo, la evolución y el perfeccionamiento, pero que demanda un precio altísimo. Por ello, la Torá exige que la conducta del hombre se rija por un conjunto de leyes que sabiamente enseña el judaísmo, según una revelación directa del Creador que recibió en Sinai. Dios no podía abandonar su creación en manos de esos seres a quienes dotó con gran inteligencia y cuyo potencial puede tomar el rumbo de la construcción o de la destrucción. Para asegurar la supervivencia de la especie y de la naturaleza junto con la flora y fauna que posee, legisló la mitsvá para asegurar un comportamiento que garantice Yemot HaMashíaj, una era de convivencia que no será una consecuencia de la Voluntad de Dios, sino que será el producto del convencimiento de su creación de última hora, en el sexto día: el ser humano.

VEZOT HABERAJÁ

Cabe destacar que estos capítulos no son leídos en un Shabat tal como las otras porciones semanales. En Israel existe una excepción, cuando Sheminí Atséret coincide con Shabat. Más aún, su lectura en Simjat Torá, fuera de Israel, al igual que en Sheminí Atséret en Israel, es seguida por la lectura del primer capítulo de Bereshit.

La razón para no asignar un Shabat específico a la lectura pública de Vezot HaBerajá se debe tal vez al deseo de no identificar un día con la conclusión de la Torá, un texto que es inagotable. Cada lectura permite un nuevo entendimiento acerca de la naturaleza del hombre y su relación con Dios.

Quienes sostienen que Moshé también escribió las últimas líneas de la Torá, posiblemente quieren transmitir la idea de que, no obstante el contenido de estos versículos, el maestro del pueblo hebreo no murió. Al menos no partió de este mundo de la misma manera que otros seres mortales.

Según el Midrash, la muerte de Moshé se produjo a través de un beso de Dios, que extrajo su Neshamá, su alma.

Ya que filosóficamente es difícil que la persona demuestre su propia existencia, tal vez se puede apreciar la misma a través de la influencia que el individuo ejerce sobre otros. En los anales de la historia del pueblo judío ninguna persona se le puede comparar, tal como reza el texto “Veló kam naví od beIsrael”, nunca se erigió otro mensajero de Dios como Moshé. Sus enseñanzas y admoniciones continúan vigentes, incluso las que se denominan “Halajá leMoshé MiSinai”, las normas que no fueron escritas en el texto pero que Moshé logró transmitir verbalmente a sus fieles discípulos, hecho que se repitió a través de las edades. Moshé fue el maestro del pueblo hebreo, pero lo que realmente lo convirtió en el Rebe fue el hecho de que tuvo Talmidim, discípulos que hasta el presente siguen sus instructivos y viven de acuerdo con las mitsvot registradas en la Torá.

INVOCANDO LA COSECHA

SUCOT - 5777

downloadLa festividad de Sucot se distingue por el instructivo de que debemos estar embriagados por la alegría de acuerdo con el texto bíblico: vahayita aj saméaj, “y estarás substancialmente alegre”. El regocijo debe envolvernos porque Sucot celebra la última cosecha antes del invierno en los países del hemisferio norte, al cual pertenece Israel. El júbilo es manifiesto cuando los graneros están llenos del producto de la tierra.

Una de las celebraciones de esta festividad se denomina Simjat Beit Hashoevá, “festividad de la extracción del agua”, que según el Talmud se celebraba con un gusto incomparable, por encima de otros. Para una economía agrícola, la que regía a la sociedad en los tiempos bíblicos, uno de los elementos básicos es contar con una fuente de agua confiable y abundante. En los tiempos actuales, no obstante los avances tecnológicos, el agua dulce que se requiere para la agricultura y otras necesidades de la sociedad, cobra cada vez mayor importancia y se ha convertido en uno de los bienes escasos e imprescindibles para la sobrevivencia de la especie humana. La festividad de Sucot se celebra comenzando con en el día 15 del mes de Tishrei, mes durante el cual se celebran Rosh HaShaná y Yom Kipur, días que se caracterizan por su solemnidad. La contraposición del Yom Hadín, Día del Juicio, nomenclatura adicional de Rosh HaShaná y Yom Kipur, Día del Perdón con una festividad que celebra el regocijo y la alegría, implica que la festividad de Sucot también posee elementos de solemnidad, que están relacionados con las otras conmemoraciones del mes. En efecto, la tradición enseña que durante esta celebración culmina el proceso del juicio que se inició en Rosh HaShaná. Más aún, el agua también es juzgada en Sucot. Aparentemente hay una relación entre el juicio de la persona y el juicio del agua, porque el agua es considerada como “vida”: tanto el mundo animal como el humano dependen de este elemento para su subsistencia.

La idea del juicio está claramente expresada en las Hoshanot que se recitan en el día de Sucot denominado Hoshaná Rabá, oraciones en las cuales se invoca la vida y la abundancia del agua que es indispensable para la existencia humana.

Dado que forma parte de los Shalosh Regalim, las tres festividades anuales relacionadas con el éxodo de Egipto y que tienen un significado conexo con la agricultura, Sucot sirve como un puente con los Yamim Noraim: Rosh HaShaná y Yom Kipur. La dualidad de significado de Sucot se refleja en el doble número de sacrificios que ordena la Torá para esta festividad. La tradición relaciona estos sacrificios, que suman setenta, con la antigua noción acerca de la existencia de setenta naciones en el mundo. A través de estas ofrendas que representan a todos los pueblos, Sucot adquiere un significado universal, al igual que Rosh HaShaná, el día del juicio para todos los seres humanos.

El regocijo de Sucot es una consecuencia de la teshuvá y la introspección de los Yamim Noraim. Habiendo purificado el alma a través del llamado del Shofar al recogimiento en Rosh HaShaná, con la práctica del ayuno y la recitación de las plegarias de Yom Kipur para la obtención del perdón divino, el individuo siente ahora una satisfacción mística y una paz interior, producto de la cercanía a Dios que es indispensable para la obtención del perdón.

Al mismo tiempo, la celebración del “agua” es el reconocimiento de que en el judaísmo no se establece una dicotomía entre lo celestial y lo terrenal. En el mes del Yom Hadín, y los días en los cuales se determina el destino espiritual de la Humanidad, también se presta atención al agua, que simboliza a los elementos esenciales, indispensables para la supervivencia. Un chance adicional para la teshuvá

El temor por el veredicto de los Yamim Noraim se debe a que, según la tradición, durante los Yamim Noraim hay tres libros delante del Creador en los cuales se inscribirá a los malvados, a quienes están en el medio y a los justos, respectivamente.

Mientras que en Rosh HaShaná se inscribe el nombre de la persona en el Séfer HaJayim: “Libro de la Vida”, este hecho es recién confirmado, a través de un sello, en Yom Kipur. Por ello en Rosh HaShaná se implora por Kotvenu, inscríbenos, y en Yom Kipur por Jotmenu, séllanos. El Zohar afirma que en realidad existe una oportunidad adicional para el arrepentimiento en Hoshaná Rabá y por ello el veredicto final se promulga en Sheminí Atséret, el último día de Sucot (en la Diáspora, Sheminí Atséret se celebra durante dos días y el segundo día se denomina Simjat Torá. En Israel, sólo se celebra Sheminí Atséret y en ese día se concluye la lectura anual de la Torá con los capítulos de Vezot HaBerajá y de inmediato se proceder a leer el primer capítulo de Bereshit para señalar que el estudio de la Torá no tiene fin). Yosef Tavori, del Departamento de Talmud de la Universidad Bar Ilan, señala que existen majzorim que traen una versión diferente de la plegaria Unetané Tókef: “en Rosh HaShaná se realiza el juicio, en Yom Kipur éste es escrito y en Hoshaná Rabá es sellado”.

Según el Midrash, la celebración de Sheminí Atséret responde a la nostalgia que Dios siente por el pueblo hebreo, congregado durante los Yamim Noraim. Kashé alai peridatejem, “me cuesta separarme de ustedes”, asevera Dios, y nos invita a permanecer un día adicional en Su cercanía. De acuerdo con lo antedicho, la razón por la cual Dios desea nuestra proximidad un día adicional es su intención de darnos una última oportunidad para el arrepentimiento y la teshuvá, que permitan la inscripción definitiva en el Libro de la Vida.

La proximidad de tales festividades que se realizan durante el mes de Tishrei también sugiere una relación que no es casual. Incluso para invitar a la reflexión, condición indispensable para la teshuvá, el Salmo LeDavid HaShem orí veyishí que se empieza a recitar durante el mes de Elul, mes que precede a Tishrei, se recita hasta la conclusión de Sheminí Atséret, hecho que apunta a una relación entre las festividades.

Por ello, en Hoshaná Rabá, el jazán que dirige los rezos y muchos feligreses visten de blanco, al igual que en Yom Kipur, y se incluye una versión de los rezos idénticos a ese día.

Una razón adicional para la Simjá, la alegría que debe caracterizar la festividad de Sucot, sirve para crear un ambiente de optimismo en la comunidad: la confianza personal de haber sido inscrito en el Libro de la Vida. Se festeja con regocijo, con la recitación de Halel completo todos los días, con Hoshanot que son plegarias que destacan nuestra dependencia de Dios en todos los aspectos de la vida, señalando, en especial, que la productividad de la naturaleza depende de Él. Este explícito reconocimiento de la Providencia Divina puede ser considerado una razón adicional para un veredicto celestial favorable.

El número 7 desempeña un papel importante en el judaísmo empezando con Bereshit, donde encontramos al día sagrado Shabat, el séptimo día, como la culminación de la creación. Cuando una persona se encuentra en un estado de tumá, impureza ritual, tiene que esperar siete días para poder incorporarse nuevamente a la comunidad. La festividad de Pesaj tiene una duración de siete días y se hace un  conteo de siete semanas, a partir de esta festividad, para la celebración de Shavuot. Al mismo tiempo se debe notar que el número ocho también desempeña un papel importante.

En ciertas ocasiones determina la conclusión de una etapa. El período de tumá exige el ofrecimiento del korbán, sacrificio, en el octavo día. El berit milá de un varón es practicado al octavo día y Sheminí Atséret es el octavo día de Sucot que, según la opinión de muchos, es en realidad un día aparte de Sucot, una festividad independiente. Como si Sheminí Atséret fuese el día de redención, que señala la conclusión de un período anterior, que en nuestro caso sería el “Juicio” de los seres humanos que se inicia en Rosh HaShaná. la muerte de Moshé

Los últimos ocho versículos de la Torá cuentan el proceso de la muerte de Moshé. “Y lo enterró en la depresión de la tie´rra de Moav, frente a Beit P’or y hasta este día nadie sabe el lugar de su sepultura”, reza el texto bíblico. ¿Quién enterró a Moshé? Aparentemente, Dios se encargó de la sepultura y la falta de mención del lugar específico de su entierro probablemente pretendía evitar que este sitio se convirtiera en un lugar de veneración. Porque no es la figura de Moshé lo que debe ser recordado por encima de todo, sino la enseñanza que dejó, el contenido de la Torá que le fue comunicado directamente por Dios. Por ello, el texto de la Torá tiene mayor santidad que los restantes libros del Tanaj.

Moshé transcribió lo que Dios –con quien habló Panim el Panim, “cara a cara”– le dictó.

Aunque hay quienes opinan que el mismo Moshé, inspirado por Dios, escribió las últimas líneas de la Torá que describen su muerte y entierro, de acuerdo con el Talmud los últimos versículos fueron escritos por Yehoshua, el sucesor de Moshé en el liderazgo del pueblo. Yehoshua escribió el libro del Tanaj que porta su nombre y los últimos ocho versículos de la Torá, así lo afirma el Talmud en dos ocasiones.

Por ello, estos versículos no tienen la misma categoría que el resto del texto de la Torá. Forman una unidad aparte que debe ser leída completa, no se puede dividir la lectura entre varias personas.

El Talmud también menciona que Yajid Koré, el individuo puede leer estos versículos sin que sea necesaria la presencia de un Minyán, de acuerdo con Rambam. Esta norma sirve para diferenciar su grado de santidad con respecto al resto de la Torá. Tal vez estos versículos corresponden a la transición hacia la época de Yehoshua que iniciará la conquista de la Tierra Prometida, lugar donde se podrán cumplir a cabalidad todos los preceptos contenidos en la Torá.

Así se da por concluido el período de Moshé para dar inicio a una nueva etapa en la historia del pueblo judío.

 

EL TRAYECTO HACIA DIOS

Parashá HAAZINU

El canto final de Moshé, Haazinu, es una súplica en la cual el gran líder recuerda al pueblo hebreo que la razón de ser es la fe en el Creador, y que su permanencia en la Tierra Prometida sería una función de su conducta acorde con los principios de la Torá. En los capítulos anteriores de Vayélej había ordenado que se efectuara cada siete años, en una reunión denominada Hakhel, la lectura pública del texto de la Torá. El lector tenía que ser el rey que habría de ser designado después de la conquista de Canaán, en una demostración de que la monarquía no era absoluta. El rey tenía que desempeñarse en sus tareas de acuerdo con los instructivos de la Torá. Más aún, en un atrevido comentario, el Midrash sugiere que incluso Dios utilizó la Torá como una especie de plano en el proceso de la creación del universo. De otra manera serían incomprensibles los “reclamos” de los patriarcas y del mismo Moshé. Asumen que Dios también “obedece” a una constitución: la Torá.

Pero el ser humano se desvía del camino de la Torá: su carácter y estructura emotiva permiten que sea seducido por la transgresión, el ejercicio del libre albedrío le permite la desobediencia, pero al mismo tiempo le permite alcanzar la generosidad y la caballerosidad, el altruismo y la magnamidad. El tropiezo, en muchas ocasiones, es una consecuencia de la abundancia. Así reza el texto: Shamanta avita kasita, vayitosh Eloah asahu, vayenabel Tsur yeshuató: “Al cubrirse de gordura abandonó a Dios, su Creador, y se olvidó de la Roca de su salvación”.

La tradición judía dispone que la persona pueda hacer enmiendas. Existe la posibilidad de la teshuvá: el retorno a las raíces auténticas del judaísmo. Este proceso exige, ante todo, el reconocimiento del pecado, de la separación de la fuente original, hecho que a su vez pudo producir el “alejamiento” de Dios. Así reza el texto de un capítulo anterior: “Y ese día Yo les ocultaré Mi rostro por las abominaciones en que incurrieron volviéndose a otros dioses”.

Hay quienes consideran que la presencia del “mal” en el mundo es una consecuencia del “alejamiento”, el “ocultamiento” del rostro de Dios permite que prolifere la vileza. Aunque el hombre tiene la posibilidad de escoger el bien, pierde un estímulo importante con la aparente “ausencia” de Dios. Con cada desviación se produciría un “alejamiento” mayor. Más riguroso aún es el hecho de que la “ausencia” de Dios no permite avizorar la yeshuá: la salvación y redención de la neshamá, el ingrediente espiritual que distingue al ser humano por encima del resto de la creación.

El proceso de teshuvá exige la verbalización de la confesión, el reconocimiento hablado del error que a su vez invita al interlocutor: Dios, en cuya presencia la insinceridad se vuelve una blasfemia. La noción de estar ante el Creador recuerda que el alma humana, la neshamá, proviene de Él y por lo tanto tiene un origen celestial y no puede ser profanada por el pecado, siempre permanece en su estado de pureza originaria. Pero con cada acción indebida se crea una membrana de impureza que cubre la neshamá e impide que ejerza una influencia beneficiosa sobre la persona. Cada pecado forma una especie de callo que insensibiliza al individuo, su alma se endurece.

El proceso de teshuvá exige que se vayan desmembrando las sucesivas capas, producto de los errores, destapando este “callo” que impide que la neshamá inspire y señale el camino que pueda producir un cambio en el comportamiento de la persona.

Los capítulos de Haazinu se leen en la víspera de Yom Kipur, el Día del Perdón, en el cual el judío desnuda su neshamá ante Dios. Es un asunto harto complejo que exige valentía y coraje para enfrentar los errores propios, no obstante la inclinación, casi natural, de culpar a otros, a la sociedad, por las deficiencias personales. Una normativa acertada sugiere que la teshuvá hay que realizarla paso a paso, eliminando membrana por membrana esa cubierta que impide que la neshamá auténtica de origen divino sea la guía de nuestro comportamiento.

LECTURA PÚBLICA DE LA TORÁ

Parashá - VAYÉLEJ

Después de estimular a Yehoshua con la expresión de Jazak Veemats, el deseo de que su liderazgo sobre el pueblo sea fuerte y persistente, Moshé instruye que a la conclusión del período de la Shemitá, el descanso anual de la tierra después de un período de siete años, se debe reunir al pueblo para la lectura pública de la Torá. El momento será propicio para destacar que el año sabático de Shemitá no tiene solamente el propósito del “descanso de las tierras”. Tiene que ser un período de reflexión y estudio, de crecimiento espiritual que será coronado con la lectura pública, que a su vez puede considerarse como un renovado compromiso con la Torá. Al escuchar su contenido debe producirse una movilización y renovación del Berit asumido en Har Sinai: Dios se compromete a velar por el bienestar del pueblo y el pueblo se compromete a cumplir las mitsvot, hacer la Voluntad Divina.

Quien debía efectuar la lectura pública era el rey, el rector administrativo del pueblo, como señal de que la Torá tenía un mensaje público; sus normas debían regir el comportamiento de la sociedad en todas sus manifestaciones. Tanto adultos como niños, ancianos y jóvenes tenían que escuchar esta lectura. Esta reunión recibió el nombre de Hakhel, cuya raíz es Kahal, el colectivo, la totalidad del pueblo hebreo.

Con el establecimiento del Estado de Israel ha habido intentos de renovar esta actividad. En este sentido el gran rabino Yitzchak Herzog escribió una Teshuvá en su libro Heichal Yitzchak, donde sugiere que en ausencia del Beit HaMikdash se puede celebrar “Zéjer leHakhel”, una remembranza de esta actividad, y que el jefe del Estado podría dirigir la lectura pública de la Torá.

Como una nota histórica, cabe mencionar que fue un hijo de este gran rabino, el general Yaacov Herzog, embajador de Israel ante las Naciones Unidas, quien en un célebre discurso reaccionó en noviembre de 1975 a la adopción del infame documento de la Asamblea General que hacía una equivalencia entre Sionismo y racismo. Mientras que la Torá es un documento de convivencia de gran contenido ético, el documento de la ONU tenía la función de promover el odio, una expresión de la inmoralidad de su contenido que solamente era una tergiversación histórica del movimiento sionista. Yaacov Herzog terminó su brillante alocución rompiendo públicamente el papel en el cual estaba escrita esta resolución.

Unos días atrás, en una conferencia de prensa pública, otro general israelí, hijo de Yaacov Herzog, en una conmemoración de los 30 años de esa infame resolución, disertó acerca de su injusticia histórica y nuevamente, ante las cámaras de televisión, rompió el documento. Cabe destacar que la Asamblea General de la ONU subsecuentemente resolvió anular la decisión original, en una enmienda justa a una lamentable decisión anterior.

El gran rabino Yitzchak Herzog había sugerido una reunión masiva ante el Kótel para hacer la lectura de la Torá, que debía ser precedida por el sonido del Shofar. De acuerdo con muchos exégetas, debe leerse el Séfer Devarim, el último libro de la Torá.

También se puede mencionar como dato de interés que, años atrás, una sinagoga de Nueva York programó la lectura pública del Tanaj e invitó a diferentes personalidades públicas a participar en este evento. La audiencia recibió ejemplares del Tanaj mientras que en el podio se hacía la lectura, capítulo por capítulo.

Hakhel es una demostración adicional de la centralidad del estudio de la Torá para todos los sectores de la sociedad.

La presencia de los niños destaca que desde la infancia se debe inculcar el amor por la Torá y el estudio, el factor decisivo para la sobrevivencia del pueblo judío.

To all, to all my friends:

Rosh Hashanah 5777

To all, to all my friends:

Don’t cry because of mistakes made, you can always undo.
Rejoice in the good you did, multiply it.

Dont cry for missed opportunities.
Rejoice in new challenges.

Cry for the murdered without cause, it happens daily.
Let your protest be heard against injustice.

Rejoice with your family, feel the warmth it radiates.
Appreciate your friends, they are irreplaceable.

Reflect and study, you have unused resources.
Love, appreciate, help, share, become involved.

Promote understanding and peace.
Even in places where there is no apparent conflict.

Dont delve too much in your personal wellbeing.
You find happiness in doing for others.

Shanah tovah 5777
Rabbi Pynchas Brener