Yosef y sus hermanos

VAYÉSHEV - Génesis XXXVII - XL

IMG_0184El drama que se desarrolla entre los doce hijos de Yaacov ha sido objeto de numerosas obras literarias. La más conocida es, probablemente, la trilogía de Thomas Mann sobre José y sus hermanos. Nuestros capítulos de la Torá van directamente a las fricciones y roces que se crean entre este Yosef y sus once hermanos. Leemos en nuestro texto Ele toldot Yaacov, Yosef…, “estos son los hijos de Yaacov, Yosef….” Yosef es el único hijo mencionado, porque era éste con quien Yaacov mejor se identificaba. En cambio, los hermanos odiaban a Yosef, porque en su correcta apreciación, Yaacov lo amaba más que a ellos. Yosef se parecía mucho al padre: al igual que él, era un soñador y un idealista. Y, debido a sus sueños, surgen nuevas y profundas dificultades entre los hermanos. Yosef sueña que mientras ataban gavillas en el campo, su hoz se levantó en el medio y las hoces de los hermanos se inclinaron alrededor en un círculo. En un segundo sueño el sol, la luna y once estrellas se postraban ante él. Hasta el mismo Yaacov manifestó que este segundo sueño era ofensivo porque sugería que tanto él como su esposa Rajel deberían inclinarse ante Yosef. Yaacov sabía que los sueños deben ser considerados seriamente porque son  expresiones auténticas y genuinas de la individualidad de todo ser humano.

Estos sueños son el motivo principal del rechazo y del odio de los hermanos hacia Yosef. En una oportunidad en que los hermanos tuvieron que alejarse para buscar pasto para el ganado, Yaacov envió a Yosef a indagar por ellos. Respondiendo a una persona del área, Yosef le dice, et ajai anojí mevakesh, “busco a mis hermanos”. Esta frase, et ajai anojí mevakesh se ha convertido en una consigna para el judío que en toda circunstancia y en cualquier ciudad del mundo solicita relacionarse con sus hermanos. Muchos miembros de nuestra comunidad llegaron durante la Segunda Guerra Mundial o unos meses después, totalmente y enajenados ante una sociedad faltos de recursos cuyas costumbres y tradiciones les eran extrañas. Pero la ambientación no les fue difícil, porque el nuevo inmigrante “buscó a sus hermanos” y encontró apoyo, ayuda y sostén inmediatos. Durante milenios, en las comunidades judías se crearon grupos de ayuda mutua, cajas de préstamo sin intereses y diversos organismos de carácter social. Aunaban esfuerzos para enfrentar la miseria y la pobreza con la que se tropezaban por doquier.

El odio hacia Yosef había adquirido grandes dimensiones y leemos en la Biblia, vayirú otó merajok, “y lo vieron desde lejos,” e inmediatamente empezó a planificase su eliminación. En un principio decidieron matarlo y arrojarlo a un pozo para luego alegar que las fieras lo habían devorado. De tal modo, reflexionaron los hermanos, se demostraría que sus sueños eran falsos y no tenían sentido. El primogénito Reuvén, sintiéndose el más responsable de los hermanos, sugirió que Yosef fuese simplemente arrojado a un pozo librado a su propia suerte con el propósito de salvarlo luego, una vez que los ánimos se hubiesen apaciguado. Tal vez la gran enemistad hacia Yosef se debía al hecho que vayirú otó merajok, únicamente lo veían de lejos. Los hermanos nunca se habían acercado a Yosef (es posible que la personalidad, superficialmente altanera, de Yosef no permitía este acercamiento) y no pudieron apreciar la sensibilidad de su alma y sus cualidades espirituales. Los hermanos eran pragmáticos y realistas y no valoraban debidamente lo que significaban la ternura y la delicadeza de la personalidad de Yosef. De habérsele acercado y de haber intentado comprenderlo, quizás hubieran considerado que la diferencia en el carácter de Yosef no suponía maldad o enemistad hacia ellos. Tenemos la tendencia a sospechar de lo desconocido y Yosef era un extraño para sus hermanos.

Yosef termina por ser vendido como esclavo a una caravana de mercaderes. En el texto aparecen dos nombres de caravanas y no está claro si se trata de la misma o de si son dos caravanas distintas. En un capítulo siguiente, Yosef alegará: ki gunov gunavti meérets haivrim, “fui robado de mi tierra ancestral”. Esta afirmación hace pensar que los integrantes de la primera caravana secuestraron a Yosef y lo vendieron a los integrantes de la segunda caravana. No obstante, los hermanos son señalados, unánimemente, como los culpables de la “venta” de Yosef a la esclavitud. Una vez en Egipto, Yosef es vendido a Potifar, el matarife del Faraón.

Se abre ahora otro paréntesis literario en la narrativa. Yehudá se separa de sus hermanos y se casa con la hija de un tal Shua, quien da a luz a tres hijos, Er, Onán y Sheilá. Er fallece después de casarse con Tamar. Yehudá le dice entonces a Onán que se case con Tamar a fin de perpetuar el nombre del hermano fallecido. Más adelante, la Torá establecerá la ley de yibum que ordena a un hermano casarse con la viuda (que no tiene hijos) de un hermano para darle el nombre del difunto a un hijo de esa unión. Onán pensando que el hijo de su matrimonio con Tamar no será considerado como suyo, se separa de su esposa antes del orgasmo. (De allí el término “onanismo”, una manera de prevenir la concepción durante las relaciones sexuales). Por este comportamiento Dios ordena su muerte. Yehudá, consternado por la muerte de sus dos hijos, le dice a Tamar que regrese al hogar de sus padres hasta que Shelá sea mayor de edad. La esposa de Yehudá fallece mientras tanto, y Tamar se percata del hecho de que el tercer hermano, Shelá, no se casa con ella, a pesar del tiempo transcurrido.

Tamar se viste y se pinta la cara como solían hacerlo las prostitutas de la época y logra que Yehudá tenga relaciones con ella, pero sin ser reconocida. Como pago por sus servicios, Tamar recibe unos objetos, propiedad de Yehudá en calidad de prenda. Cuando llega el momento de redimir las prendas, no se puede encontrar a Tamar. Más aún las personas de la región donde ocurre este hecho, afirman que no había ninguna prostituta en el área. Nuestro relato termina cuando se está por sentenciar a muerte a Tamar, que está encinta, lo que implica que ha cometido adulterio. Tamar muestra las prendas diciendo que el dueño de las mismas es el progenitor. Yehudá se convierte en el padre de mellizos, llamados Pérez y Zéraj.

¿Cuál es la relación entre este episodio con nuestra narrativa acerca de Yosef y sus hermanos? El posible vínculo tiene que ver con la historia de la metamorfosis del carácter de Yehudá, quien había aconsejado a los hermanos que vendiesen a Yosef como esclavo a la caravana de mercaderes. El hermano mayor Reuvén, interviene para que Yosef sea arrojado a un pozo con el propósito de salvarlo luego. Yehudá propone la esclavitud lo que significaba una muerte paulatina pero igualmente segura. En el episodio citado con Tamar, en el momento culminante, cuando Tamar muestra las prendas alegando que el responsable de su embarazo es el dueño de las mismas, Yehudá pudo haberse negado a reconocer las mismas. Al enfrentar con valentía y decisión su dudoso comportamiento con Tamar, esto señala el inicio de un proceso de regeneración de su personalidad. En los próximos capítulos Yehudá se presentará ante Yosef con argumentos de peso y con conciencia de su responsabilidad frente a los hechos.

Si los comparamos con los conceptos de nuestra época, algunos detalles de este episodio de nuestra historia ancestral ponen en evidencia un comportamiento muy humano y, por ende falibles de nuestros patriarcas y de sus hijos. Paulatinamente se van formando nuevas pautas y normas morales en la conducta personal y en el marco de la sociedad. Aunque Avraham fue inequívoco en su fe en un solo Dios y una gran parte de la energía espiritual de la Biblia se dirige a derrocar ídolos y a la destrucción de sus altares, estos no se eliminaron totalmente de forma inmediata. Siglos más tarde, sacerdotes y sacerdotisas ajenas a nuestro culto, aparecen en la corte del rey Shelomó. El enfrentamiento entre el monoteísmo y la multiplicidad de dioses de la antigüedad, tuvo una larga duración y el feliz desenlace de la lucha no era seguro. Eventualmente, la idolatría es desterrada, pero, en su lugar, surgieron nuevos problemas. La idolatría fue una de las razones de la destrucción del Primer Beit HaMikdash (Templo de Jerusalem). Pero la envidia personal y la enemistad gratuita entre los hombres acabó con el Segundo Beit HaMikdash. Pero a partir de las lecciones que se desprenden de nuestra historia, y en función de un desarrollo espiritual es constante renovación, podemos anticipar el establecimiento para siempre del Tercer Beit HaMikdash.