La santidad del Shabat

VAYAKHEL - Éxodo XXXV - XXXVIII,20

 

IMG_0267         La Torá nuevamente insiste sobre la naturaleza especial del Shabat y en especial acerca de la necesidad de abstenerse de melajá, que es el trabajo prohibido en ese día sagrado. El texto hace mención específica de no encender fuego en Shabat. Según nuestros jajamim hay treinta y nueve categorías de actividades manuales que están prohibidas en Shabat, incluye la de no encender fuego alguno, señalada en nuestro texto. ¿Por qué se menciona como un aparente ejemplo de los trabajos prohibidos, pinkt (especialmente) lo tevaarú esh, “no encenderéis fuego”? Respondiendo a esta inquietud, el Talmud, cita una diferencia de opinión entre Rabí Yosí y Rabí Natán. Según Rabí Yosí, la mención específica de esta prohibición, parece un caso excepcional, que sirve para enseñar que el castigo por encender fuego en Shabat es menor que el que se recibe por desobedecer cualquier otra melajá. Según Rabí Natán de nuestro texto se deduce, que cada desobediencia resulta en un castigo aparte. O sea, la trasgresión de dos prohibiciones en Shabat, significa recibir dos castigos.

Una lectura objetiva del mismo texto, en cambio, nos sugiere que el encendido del fuego es el ejemplo típico de lo que no debe hacerse en Shabat. Después de todo, el fuego y el calor son los agentes que utilizamos generalmente para transformar la naturaleza y sus elementos, o para darle un uso diferente a las cosas. Por ejemplo, no se debe cocinar en Shabat, porque por efecto del calor los alimentos se vuelven comestibles. El Talmud especula que el “primer invento” de Adam fue la utilización del fuego, el instrumento necesario para todo avance tecnológico. El desarrollo de la civilización, tal como la conocemos, es inconcebible sin el uso del fuego. La idea básica de “no trabajar en Shabat” busca aparentemente que el hombre puede utilizar y aprovechar lo que existe en la naturaleza, pero al mismo tiempo debe abstenerse de toda actividad de creatividad intencional. O sea que no se debe pulsar el interruptor de electricidad, porque al hacerlo, se propicia que la electricidad existente en los cables, se transforme en la luz que irradia del bombillo. Antes de pulsar el interruptor no se puede leer en la habitación por la oscuridad, pero después sí se puede. Con mi acción he transformado y alterado el uso que se puede dar a esa habitación en particular, y por ello, la prohibición. La abstención de toda actividad creativa en Shabat, hace que reconozca y admita, simbólicamente, que el auténtico creador del universo es Dios, porque El también cesó de crear en ese séptimo día.

Las treinta y nueve categorías de “trabajos prohibidos” en Shabat pueden agruparse bajo tres renglones generales de acuerdo con el Dr. Michael Gutmann en su “Trabajo en Shabat de acuerdo con la halajá”. Estos son los “trabajos” relacionados con la agricultura, los que están presentes generalmente en la preparación de los alimentos y los que se utilizan en la artesanía. Bajo el rubro de la agricultura nos encontramos con la prohibición de sembrar, arar, segar, cosechar, trillar, aventar y separar. Con referencia a la preparación de los alimentos no se debe moler, amasar y hornear.

Dado que la instrucción de “no trabajar en Shabat” se repite junto con las instrucciones acerca de la construcción del Mishkán, deducimos que efectivamente están prohibidos en Shabat todos los trabajos que fueron necesarios para la construcción de este tabernáculo. Numerosas actividades del Mishkán eran operaciones textiles tales como esquilar, blanquear, desplumar y teñir la lana. Además, se realizaban operaciones tales como hilar, tejer, empalmar, desatar, coser, rasgar. Igualmente, los trabajos involucrados en la elaboración del cuero tales como cazar, sacrificar, despellejar, curtir, raspar, cortar, escribir, borrar. Incluidos, desde luego, en la erección de este Mishkán están el construir y el destruir. Bajo el rubro de los trabajos de orfebrería se incluye encender, apagar y terminar. Por último está la prohibición de no transferir un objeto de un dominio privado a un dominio público y viceversa; y el transporte de un objeto en el mismo dominio público.

Las melajot, que son las categorías de trabajo arriba mencionadas, contienen prohibiciones adicionales que se derivan de ellas y cuya suma global es impresionante. Nuestra conclusión inicial podría ser por lo tanto, que en el día de Shabat la obsesión constante es con todo lo que “no” debemos hacer. “No hagas” parece ser la esencia del día sagrado. Para algunos, pueda ser que sea así. La tradición, en cambio, enseña algo muy diferente. El espíritu y la intención de la multiplicidad de estas prohibiciones propicia el que podamos, alejarnos airosamente de nuestros quehaceres mundanos para que tengamos la oportunidad de concentrarnos en otras actividades, tales como el estudio y la reflexión, la conversación y la compenetración con los diversos miembros de nuestras familias, que son, después del todo, las cosas, los seres y las relaciones que tienen trascendencia y propósito en nuestras vidas mortales.

¿Es acaso la concepción halájica del Shabat compatible con la vida moderna? En una sociedad donde los medios de comunicación lo son todo, ¿es posible aislarse, por un período de veinticuatro horas semanales, del obligado uso del teléfono, de la televisión y del automóvil? La respuesta ni es obvia ni fácil. Requiere una dosis especial de disciplina encerrarse en una “fortaleza judaica auténtica” en Shabat, después de haber compartido durante seis días de cada semana, el ritmo de vida y los avanzados tecnológicos de nuestros tiempos. En tiempos anteriores el problema era más agudo aún por la escasez de los medios de subsistencia. El no trabajar un día, significaba que no se comía un día.

A fin de cuentas, la observancia de las leyes de Shabat, tiene que ser el resultado de una firme decisión muy personal, lo que, desde luego, tienes invariablemente, grandes consecuencias. Asher Ginsburg, mejor conocido como Ajad Haam, solía citar que “más que los judíos cuidaran el Shabat, el Shabat cuidó de los judíos”. Existe una identificación y una simbiosis entre el Shabat y el judío, que son difíciles de delinear con precisión. En los albores del movimiento Reformista en el judaísmo se hizo el intento de sustituir el domingo por el Shabat. ¿Cuáles fueron las consideraciones para este paso, que fue abandonado con el tiempo? Hay quienes sostienen que la decisión fue tomada para facilitar la asistencia a la sinagoga en épocas cuando el sábado era un día laboral para las grandes mayorías. Otros sostienen que fue un intento adicional de “cristianizar” el judaísmo y de diferenciar al judío lo menos posible de los otros miembros de la sociedad que le ofrecían, por primera vez, la opción de la ciudadanía. El cambio del domingo por el Shabat, le daba la posibilidad al judío de asistir a su propia “iglesia” judía el mismo día en que el resto de la población se dirigía a las iglesias cristianas. De una manera u otra, el judaísmo no pudo absorber esta obvia imitación y retornó a la celebración del Shabat, mientras los reformistas siguieron con sus novedosos principios ideológicos.

La recitación inicial de seis salmos que aluden a los seis días de la semana en el rezo de Kabalat Shabat, fue instituido por los Kabalistas de Tsefat. Estos místicos solían salir a los campos durante crepúsculo del viernes para recibir a Shabat malketá, a la “Reina de Shabat” que se acercaba. Encontramos el origen de esta costumbre en el Talmud donde se relata que los sabios vestidos con sus mejores ropas solían saludarse diciendo, “vamos a recibir a la Reina Shabat”. Lo que se decía en forma simbólica en los tiempos del Talmud, se sentía aparentemente como una realidad en el mundo de la Kabalá. Y en nuestros tiempos también, toda familia que observa el Shabat puede dar testimonio de que existe una paz y un manto de santidad que envuelve todos los rincones de ese hogar donde las leyes de este día son consagradas.