LA RESPONSABILIDAD DEL INDIVIDUO Y LA TAREA DE LA SOCIEDAD

Parashá SHEMINÍ

El Talmud enseña: im ein deá, havdalá minain, “si no hay entendimiento, ¿de dónde puede provenir la diferenciación?”, y por ello se recita la Havdalá, que separa al día sagrado de los otros días, en la oración por el entendimiento y el juicio. Este principio enseña que la capacidad intelectual, una de las características fundamentales del hombre, es indispensable para separar y diferenciar entre la luz y la oscuridad, lo sagrado y lo profano, lo puro y lo impuro, que son los temas fundamentales de nuestros capítulos bíblicos.

Mientras que los animales también tienen la capacidad de diferenciar entre luz y oscuridad, el frío y el calor, tan sólo el hombre puede distinguir entre las categorías morales y espirituales; únicamente el ser humano posee la sutileza intelectual para separar entre matices de gris para escoger entre alternativas afines, las cuales, no obstante, son distintas.

Tanto el Shabat como el kashrut se han convertido en un termómetro que mide el cumplimiento de las mitsvot.

Cualquier familia que practica el judaísmo cumple, al menos, con estos dos importantes renglones, que también sirven para diferenciar entre los hogares que se rigen por estas leyes y aquellos que no las observan. Durante el período del Talmud, el énfasis se colocó sobre el tema de la pureza y de la impureza. Quienes cumplían con las diversas obligaciones de maaser y terumá, aportes para la tribu de Leví, los pobres, y los Kohanim, recibían la nomenclatura de Javer, mientras que Am haárets era la designación para quienes no prestaban suficiente atención a las reglas de la pureza y no hacían los aportes mencionados con regularidad. Por ello, muchas personas no ingerían alimentos en la casa de un Am haárets por temor de que el maaser no hubiera sido separado de antemano.

Hillel Neuman apunta que el segundo tema de nuestros capítulos se refiere al ideal de la santidad, representado por el acto de dedicación formal del Tabernáculo, cuyos pormenores se detallaron en las últimas secciones del libro Shemot.

Esta noción de santidad es inclusiva: proclama que todos los hebreos pertenecen a un pueblo consagrado por Dios, sin distingos. La Shejiná, la Presencia de Dios, se encontrará en el seno del pueblo y no estará circunscrita a ninguna Casa Sagrada, de acuerdo con la interpretación de los exégetas.

Dios habita dentro de la comunidad, entre los ricos y los pobres, los sabios y los ignorantes. De tal manera que, mientras las leyes de kashrut crean una separación, una brecha entre los que son observantes y los que no lo son, el ideal de la santidad une a la gente. Dios reside en medio del pueblo, sin diferenciar entre la persona y su prójimo.

Las leyes de kashrut y la santidad del Tabernáculo apuntan a dos elementos fundamentales: el individuo y la sociedad.

Mientras que el kashrut destaca la responsabilidad de la persona ante la ley, hecho que se refleja en la utilización de la segunda persona del singular en los Diez Mandamientos, el Tabernáculo representa el rol trascendental del pueblo judío, que fue escogido para santificar el Nombre de Dios en la tierra: educar a la Humanidad acerca de la existencia del Dios único, con todo lo ello que implica.

El énfasis tradicional ha sido sobre el individuo y su responsabilidad ante la ley. Veshinantam levaneja, “y educarás a tus hijos”, frase bíblica que se repite durante la recitación del Shemá, ha sido un factor decisivo para el desarrollo intelectual de la juventud, característica indispensable para el desarrollo, tanto cultural como material, de la Humanidad.

Desde otra perspectiva está la tarea de Tikún Olam, la enmienda del mundo, que es una tarea para el colectivo que también se apoya en el aporte de sus miembros.