LA IDENTIFICACIÓN CON EL DOLOR DEL PRÓJIMO

VAYIGASH

El hermano menor, Binyamín, fue acusado de robar la copa de Yosef y por ello iba a ser encarcelado. Yehudá asumió la defensa del joven e imploró por su suerte, incluso ofreció cumplir personalmente el castigo impuesto a Binyamín, porque había garantizado su seguridad al padre. En realidad, el hermano mayor, Reuvén, había querido asumir la responsabilidad por Binyamín, colocando como seguro la vida de sus propios hijos. Yaacov rechazó la oferta de Reuvén porque no podría vengar cualquier accidente que ocurriera con Binyamín haciéndoles algún daño a sus propios nietos.

¿Por qué accede Yaacov a encomendar a Yehudá la seguridad de Binyamín? Yehudá no ofrece más seguridad que su propio honor: ser un pecador frente a su padre por el resto de sus días. El Midrash sugiere que Yehudá promete su porción en el Más Allá si algo pasara con Binyamín.

Al retornar a la narración bíblica, leemos que cuando los hermanos informan al anciano padre Yaacov que tienen que traer a Binyamín la próxima vez como prueba de la veracidad de sus palabras, el patriarca cuestiona ¿por qué le informaron al jerarca egipcio acerca de su hermano? ¿Acaso no eran suficientes las dificultades y desdichas que le habían ocurrido hasta el momento? Alai hayú julana, “todo ha caído sobre mí”, exclama Yaacov.

La palabra “alai” había sido utilizada por Rivká cuando indujo a su hijo Yaacov a disfrazarse como si fuera Esav. Cuando Yaacov respondió que si el padre descubría la estratagema podía ocurrir un desastre, para apaciguarlo, Rivká le dijo: alai kilelatejá bení, “que la maldición se desvíe hacia mí”.

Al igual que la madre, Yaacov también utiliza la palabra “alai”, y al tomar en cuenta que había perdido a su hijo predilecto Yosef, ahora que escucha que debe arriesgar a Binyamín, la palabra “alai” destaca su angustia y profundo dolor.

El Midrash sugiere que la palabra “alai” que se escribe con las letras “ayin”, “lámed” y “yod”, es una referencia a tres personajes que produjeron zozobra a Yaacov: Esav, Laván y Yosef.

Es conocida la rivalidad con Esav, competencia que empezó cuando los hermanos aún se encontraban en las entrañas de la madre. El odio y el enfrentamiento se dan generalmente entre las personas que son cercanas y conviven, pero al mismo tiempo producen el sufrimiento.

En el hogar de su tío Laván, Yaacov tuvo que aprender a defender sus intereses, porque desde el primer día fue engañado.

Primero, cuando le cambiaron a la esposa, colocando a Leá en el lugar de Rajel. Luego su tío trató de engañarlo con la remuneración por su trabajo. El engaño que Yaacov había perpetrado contra su padre Yitsjak y el que fraguó contra su hermano Esav, de manera simbólica, estaban siendo saldados. Laván era el hermano de su madre Rivká y aunque Yaacov hubiera preferido tener una relación familiar afectuosa con su tío, sufrió por no poder hacerlo.

El mayor dolor para un padre es la pérdida de un hijo, va contra la naturaleza. Por ello, Yaacov nunca olvidó la desaparición de Yosef. Probablemente tenía dudas acerca de lo sucedido, porque fue un acto lleno de ironía cuando los hermanos presentaron al padre la túnica ensangrentada de Yosef para que la reconociera. Era la misma túnica que había producido el celo entre los hermanos por el trato preferencial que Yosef recibía del padre. “Seguramente fue devorado, una mala fiera lo tragó”, fue la reacción del padre. Pero no se puede subestimar el torbellino de dudas que embargó al patriarca. Tal vez pasó por su mente que los propios hermanos eran culpables de la desaparición de Yosef. Por ello, no había consuelo. ¿Quién podía identificarse con el dolor de la pérdida de un hijo? Yehudá podía identificarse con el dolor de Yaacov porque había perdido a dos hijos: Er y Onán, quienes, casados sucesivamente con Tamar, murieron por pecar ante Dios.

Según los comentaristas bíblicos, en sus relaciones íntimas con Tamar, Er evitaba que saliera encinta para que el embarazo no la desfigurara. Onán también hizo lo mismo, porque pensaba que el hijo que tendría Tamar sería considerado hijo de su fallecido hermano.

Yaacov encomendó el cuidado de Binyamín a Yehudá, porque pensó que era el único hijo que tenía empatía por Èl y podía sentir su dolor inconsolable por la pérdida de Yosef.