CUATRO DILEMAS DE MOSHÉ

Parashá PINJÁS

La rápida y efectiva actuación de Pinjás al defender el honor de Moshé ante el atrevimiento de Zimrí, el príncipe de la tribu de Shim’ón, ocasionó que fuera incorporado al sacerdocio.

Porque en un principio solamente Aharón y sus hijos fueron consagrados como Kohanim, mientras que su nieto Pinjás ya había nacido y no participó en la ceremonia. De tal manera que la incorporación de Pinjás a la Kehuná constituye un elemento nuevo. Se aclara finalmente que toda la descendencia de Aharón integrará la casta de los Kohanim.

Nuestro texto menciona que los hijos de Kóraj no perecieron como consecuencia de la rebelión que retó el liderazgo de Moshé. De acuerdo con el Talmud, los hijos de Kóraj se arrepintieron a tiempo y no participaron en el desafío directo a Moshé. Cabe destacar que siglos más tarde, algunos de los Salmos más conmovedores serán atribuidos a los descendientes de Kóraj.

A efectos de la distribución de las tierras, después de la conquista de Canaán se efectúa nuevamente un censo, que destaca que un tal Tselofjad había fallecido sin dejar un heredero varón. Las cinco hijas –que aparecen en el texto bíblico con sus respectivos nombres– se presentan ante Moshé para reclamar la herencia territorial. Hacen hincapié en el hecho de que Tselofjad no había participado en la rebelión de Kóraj, no había inducido a otros a infringir, sino que había muerto debido a un pecado personal. De acuerdo con Rabí Akivá, Tselofjad era quien había violado el Shabat de acuerdo con el texto de Mekoshesh etsim, por recoger y atar ramas, o tal vez por sacar las raíces de los arbustos en el día sagrado.

Aunque la Ley había sido entregada y explicada en el monte Sinai, Moshé no pudo responder inmediatamente a las hijas de Tselofjad, incluso no supo aplicar la Ley en el caso del Mekoshesh etsim. En realidad, Moshé tuvo dudas en cuatro ocasiones, cuya resolución sirvió luego para sentar un precedente importante en la legislación religiosa.

En el libro de Vayikrá se presenta el caso del hijo de Shelomit, de la tribu de Dan, quien blasfema el Nombre de Dios. La Torá prohíbe “maldecir” a Dios pero no especifica el castigo. Dios le informa a Moshé que el pecador debe ser apedreado por toda la congregación. De acuerdo con Filón, en su Vida de Moisés, había dos razones para este castigo. Primero, era una medida de acuerdo con otra medida, esto quiere decir que la piedra castigará a la persona que tiene un corazón de piedra por maldecir a Dios. La participación de la comunidad en el castigo era una demostración del rechazo de todo el colectivo por ese comportamiento.

La segunda oportunidad en la que Moshé tuvo dudas se refiere al mencionado Mekoshesh etsim. Aunque la Torá ya había afirmado que tenía que aplicarse la pena de muerte en el caso de la violación del Shabat, Moshé, de acuerdo con Filón, no sabía cuál era el método que se debía utilizar para aplicar el castigo. Tal vez existía la duda acerca de qué tipo de “trabajo” en Shabat merecía el castigo capital. Según Filón, la leña de las ramas recogidas sería utilizada para el fuego, elemento clave en el “trabajo” prohibido en el Shabat.

Un capítulo anterior del libro Bemidbar relata que las personas que se encontraban en un estado de impureza ritual cuestionaron su exclusión del Pésaj, el sacrificio pascual que precede a la celebración de Jag HaMatsot, nomenclatura bíblica para la festividad de Pésaj. Dado que es la única mención de la celebración durante los cuarenta años de travesía por el desierto, los jajamim dedujeron que no se practicó el Brit Milá, que es una condición sine qua non para la participación en este sacrificio. Una de las primeras acciones de Yehoshúa al cruzar el río Yardén fue la institución de la práctica del Brit Milá.

Después de una consulta Divina, se instituye el Pésaj Shení, una celebración del sacrificio para la misma fecha del mes siguiente, el 14 de Iyar, cuya carne será consumida en la noche, el comienzo del 15 de Iyar. Tal como en el caso de las hijas de Tselofjad, las personas que se encontraban en el estado de Tamé, impureza ritual, no querían ser excluidas de una celebración clave para el pueblo hebreo. Mientras que las hijas de Tselofjad consideraron que la herencia del padre no debía perderse.

En el caso de las hijas de Tselofjad, la solución del problema fue que recibirían la herencia, tal como dictaminó HaShem: Ken b’not Tselofjad dovrot, “la razón está con las hijas de Tselofjad”, con la condición de que se casaran con miembros de su propia tribu, la tribu de Menashé.

Los cuatro casos adjudicados individualmente sirvieron luego como precedentes, e ilustraron cuál debe ser la resolución en casos de duda. En ausencia de un líder de la talla de Moshé, que podía consultar directamente con Dios, en la actualidad son los grandes sabios –cuyas opiniones son generalmente respetadas y aceptadas– quienes pueden dirimir cuál es la solución a los nuevos dilemas que se presentan generalmente como consecuencia de los avances de la ciencia y la tecnología.