COMPORTAMIENTO DE REUVÉN Y YEHUDÁ

Parashá MIKÉTS

La relación entre Yosef y sus hermanos es el pivote sobre el cual gira la narración de estos capítulos que forman una unidad con los capítulos anteriores y los posteriores. La narrativa es fundamental porque nos encontramos en los albores de la conformación de la nación hebrea que se origina en el escenario familiar de la casa del tercer patriarca Yaacov. No hay duda que el primer patriarca Avraham fue el gran iconoclasta que trazó una nueva ruta para su descendencia, por medio de su fe en la existencia de un Creador único del universo.

Por otro lado, el segundo patriarca, Yitsjak, fue el eslabón que dio continuidad a este proyecto espiritual, si bien tuvo un desempeño menor al de los otros patriarcas. Sin embargo, el hecho de que nunca abandonara la Tierra Prometida destacó la importancia crucial que esta tierra tendrá para el desarrollo del pueblo judío. A diferencia de su padre y descendientes, Yitsjak tuvo una sola esposa, quien aseguró la continuidad del mensaje a través de Yaacov, el menor de sus mellizos. Pero quien coloca las bases para la creación de un naciente pueblo es el tercer patriarca, Yaacov. Los celos y las rivalidades iniciales entre los hermanos eventualmente dan curso al entendimiento y al reconocimiento de la causa común que es el bienestar del colectivo, la descendencia del patriarca.

Si apartamos por un momento la personalidad de Yosef, quien se encontraba en la corte egipcia, la rivalidad en el seno de los hermanos se manifestó a través de Reuvén, el primogénito, y Yehudá, el cuarto hijo, quien demostró cualidades excepcionales de liderazgo.

Yonah Bar Maoz contrasta las características de ambos hermanos y sugiere cuáles son sus fortalezas y debilidades.

Recordamos que el conflicto entre los hermanos se manifestó de manera hostil y antagónica cuando Yosef los encuentra en Dotán, lugar a donde habían acudido en búsqueda de pasto para sus rebaños. Pensaron tal vez que los perseguía para poder contarle al padre las infidelidades y desaciertos que cometían, porque desconocían que Yosef estaba siguiendo las instrucciones de su padre. Su reacción se torna agresiva ante la presencia de Yosef y deciden acabar, de una vez por todas, con las impertinencias del joven. Su decisión es matarlo.

En ese momento crucial interviene Reuvén con el argumento de que era preferible arrojarlo a un pozo para que la naturaleza se encargare de su muerte y se evitara así que los hermanos tuvieran que manchar sus manos con sangre.

No hay duda de que los sueños de grandeza de Yosef tenían como blanco específico a Reuvén. Por su condición de primogénito debería ser el líder natural de los hermanos, posición que Yosef ahora deseaba asumir. La Torá menciona que la intención de Reuvén había sido la de rescatar a Yosef del pozo y enviarlo al hogar paterno para protegerlo de la ira ilimitada de los hermanos, aunque su muerte hubiera eliminado al retador de su liderazgo. De esta manera, Reuvén se muestra como una persona responsable por la integridad física de Yosef. Puede ser que esa fuera una manera de congraciarse con el padre por el pecado que había cometido con Bilhá, una de las concubinas de Yaacov.

La idea de la “venta” de Yosef proviene más bien del cuarto hermano, Yehudá, quien en una hábil demostración táctica, da expresión a la furia de los hermanos, pero, al mismo tiempo, salva a Yosef de una muerte segura. Sin embargo, la esclavitud no constituía una garantía de vida; por el contrario, lo más probable era que la muerte fuese el destino final.

Cuando Yosef insiste en que Binyamín se haga presente en la próxima visita para la compra de alimentos, Reuvén no logra convencer al padre, incluso cuando ofrece la vida de sus propios hijos como garantes. En cambio, Yehudá presenta un argumento que obtuvo el consentimiento del anciano padre. Yehudá argumenta que será personalmente responsable por la integridad física de Binyamín, porque su presencia permitirá que la familia continúe con vida y no sucumba frente a la hambruna. En este sentido, se ofrece como esclavo, cuando Yosef insiste que su hermano menor debe ser encarcelado por hurtar su copa, elemento utilizado en aquellos tiempos para el encanto y la adivinación. Yehudá demostró arrojo y valentía en la presencia de Yosef, quien todavía no había revelado su identidad. Osadía que podría costarle la vida, porque era muy posible que Yosef utilizara esta circunstancia para vengarse de sus hermanos, por el vil trato que había sufrido de ellos. El drama puede ser visto desde diferentes puntos de vista; en cualquier caso, se puede observar cómo se agiganta la figura de Yehudá.

El paréntesis dramático con la historia de Yehudá y Tamar sirve para ilustrar la fortaleza del carácter este hermano, quien asume la responsabilidad por su conducta en un momento en que podía haber ocultado su dudosa actuación.

Reconoce que es el padre de la criatura que está en las entrañas de Tamar, quien no debía haber tenido relaciones con otro hombre, porque estaba destinada a ser la mujer del hermano menor de su difunto esposo.

Aunque Yehudá sobresale, Reuvén no es desechado. Por un lado, Yaacov afirmará Lo yasur shévet miYehudá, “el mando no se apartará de Yehudá”, pero también se expresará con Yejí Reuvén veal yamut, que según los exégetas debe interpretarse como Yejí Reuvén, “Reuvén vivirá en este mundo”; Veal yamut, “Y no morirá en el mundo por venir”. “Vivirá” por salvar a Yosef, y “no morirá” por el pecado con Bilhá.