EL NUDO INDISOLUBLE: MORAL Y RELIGIÓN

YITRÓ

Éxodo XVIII – XX

Los últimos versículos de lecturas anteriores de la Torá relatan algunos de los pormenores del enfrentamiento bélico entre los hebreos y los amalekitas. Yehoshúa es elegido para dirigir el combate. Moshé, su hermano Aharón y su sobrino Jur escalan un montículo desde el cual presencian la batalla. Dice el texto, “y cuando Moshé levantaba su brazo, Israel era victorioso; y cuando lo bajaba, Amalek era el victorioso”. Comenta el Talmud: ¿acaso los brazos de Moshé pueden decidir una victoria? La enseñanza es, según el Talmud, que cuando el pueblo tiene su vista hacia arriba, hacia lo celestial y lo trascendental, mejor dicho, cuando el pueblo está consciente de su responsabilidad con la tradición y con las mitsvot, entonces es victorioso. 

Pero cuando se preocupa de lo mundano e inmediato y olvida el brit, que es el pacto que cerró con el Creador, entonces sus enemigos son los victoriosos. Amalek, desde aquel momento en adelante, se convierte en el prototipo del enemigo gratuito del pueblo judío. Siglos más tarde se identificará a Hamán, el villano del Libro de Ester, como un descendiente de Amalek. La historia de la humanidad dará testimonio de que Amalek estuvo presente en cada generación. Salimos victoriosos de algunos de los encuentros. Ganamos algunas batallas. Pero aun con el establecimiento de Medinat Israel, la guerra continúa. Amalek no descansa y por tanto debemos mantenernos alerta en todo momento.

Yitró, el suegro de Moshé que presta su nombre a nuestra lectura semanal escucha el eco de las hazañas de su yerno y se dirige al desierto para encontrarse con el pueblo hebreo. Lo acompañan su hija Tsiporá, la esposa de Moshé, con sus dos hijos, Gershom y Eliézer. Estos dos hijos desaparecen rápidamente del texto bíblico. No desempeñan ningún rol en la historia del pueblo. Aprendemos tal vez que la condición de líder no es hereditaria. Hay que obtenerlo por mérito propio. Los personajes claves de la historia tienden a descuidar a sus hijos, porque todas sus iniciativas y preocupaciones están dirigidas y centradas en las metas trascendentales que se trazan.

Vayíjad Yitró, Yitró se alegra al escuchar el relato de las hazañas de su yerno Moshé y por las bondades de Dios con el pueblo judío al sacarlo de la esclavitud. A pesar de que el aparente sentido de nuestro texto es que Yitró se alegró con la noticia del éxodo de nuestros antepasados de Egipto, nuestros jajamim sugieren que su alegría no fue completa. Se vio opacada por la muerte de los egipcios en las aguas del Mar Rojo. 

En cierta forma, nuestra tradición también se hace eco de este hecho al señalar que Dios no permitió que se cante el Halel completo en los últimos seis días de Pésaj cuando “lo hecho por sus manos”, que era una referencia a los egipcios, que igualmente habían sido creados por El, se ahogaban en aquel momento. ¿Por qué consideran nuestros jajamim que la alegría de Yitró no era completa, cuando el texto bíblico no hace alusión a esto? Tal vez, en opinión de nuestros jajamim es muy difícil alegrarse a cabalidad con el éxito del prójimo. 

En nuestra vida cotidiana podemos constatar que la identificación total con la felicidad y la buenaventura de otra persona está limitada a la madre, al padre, a la esposa, o a un amigo extraordinario. El mejor alumno de la clase no es necesariamente el más popular. La envidia suele aparecer cuando estamos en presencia de la buena fortuna de otro.

Yitró reconoce que su yerno Moshé dedica enormes energías a la enseñanza, a responder a las interrogantes del pueblo y al ejercicio de la justicia. Yitró le sugiere a Moshé que seleccione un grupo de personas poseedoras de ciertos atributos que puedan asistirle en sus tareas. ¿Cuáles eran estas cualidades? 

Las personas escogidas tenían que ser anshei jáyil, “guerreros fuertes”, las que según el comentarista Rashí, tenían que ser personas económicamente independientes para que sus fallas, no se vieran comprometidos por ninguna presión material. La segunda cualidad requerida es yirei Elohim, “temerosos de Dios”, porque en la tradición judía, aunque la noción de “no robar” tiene un gran sentido social, ésta representa al mismo tiempo un imperativo religioso. El siguiente requisito es que sean anshei emet, “gente que dice la verdad”. Rashí comenta que al ser ellos responsables y consecuentes con su palabra, se tendría confianza en sus veredictos. La última cualidad mencionada en el texto bíblico es sonei batsa, “detestan el soborno”. Las cualidades citadas servirán de base para escoger a los integrantes del Sanhedrín, la corte de los setenta que servirá, posteriormente, como máxima autoridad religiosa.

Los capítulos XIX y XX del Éxodo contienen el relato de los preparativos al pie del Monte Sinaí y la revelación de la Voluntad Divina contenida en los Diez Mandamientos. El mundo occidental ha reconocido que estos mandamientos sirven de fundamento moral para formar una sociedad. Igualmente, en la tradición judía hay expositores del texto bíblico que encuentran en estos mandamientos, la génesis de todas las otras mitsvot de la Torá. Aparentemente, en la época del Beit HaMikdash, que es el Templo de Jerusalem, la lectura de estos Diez Mandamientos formaba parte de la liturgia de Shemá Israel, “Escucha Israel” que es la afirmación de la existencia de un solo Dios. 

Aparecieron entonces los que cuestionaron la legitimidad del texto restante de la Torá. Su argumento se basó en el hecho de que únicamente los Diez Mandamientos habían sido incorporados al ritual. Los jajamim decidieron entonces eliminar la recitación diaria de los Diez Mandamientos para evitar la duda, por inferencia, acerca de la veracidad del resto del texto de la Torá. Sin embargo, hasta el día de hoy, hay quienes recitan, individualmente, los Diez Mandamientos al concluir el servicio religioso de las mañanas.

El primero de los Diez Mandamientos, es en realidad una afirmación, porque reza así, “Yo soy Dios, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre”. Según Rambam esta afirmación es, al mismo tiempo, un mandamiento, porque asume una fe en la existencia de Dios. Este mandamiento identifica a Dios, como aquel que nos sacó de Egipto. 

El texto bíblico pudiera haber optado por identificar a Dios de manera diferente, por ejemplo, como el que creó el universo. Pero en esta eventualidad se hubiera podido concluir que Dios creó el universo para que éste se comportara de acuerdo con ciertas leyes establecidas y luego abandonarlo a su propio destino. En cambio, al señalar que fue Dios quien rescató a nuestros antepasados de la casa de la esclavitud, equivale a afirmar que Dios interviene en la historia. 

Dios continúa activamente interesado en el proceso de desarrollo de la humanidad y responde a ciertos hechos. Cuando nuestros antepasados imploraron a Dios que los aliviase del yugo excesivo de la esclavitud, El los escuchó y actuó. En caso contrario, ¿qué sentido tendría rezar, si Dios se abstiene de intervenir en el desarrollo de los sucesos terrenales?

Los Diez Mandamientos fueron grabados sobre dos tablas de piedra. Los primeros cinco hacen referencia a la relación entre el hombre y Dios. Los últimos cinco tienen como objetivo la relación entre los seres humanos. El quinto mandamiento, el que nos encomienda honrar padre y madre, sirve de puente entre los dos grupos, porque nuestros padres son nuestros “creadores”. Cabe preguntar entonces, ¿cuáles son más importantes? ¿Acaso la relación entre el hombre y Dios tiene mayor jerarquía que los que regulan las responsabilidades entre los hombres? 

En la concepción judía, cuando uno se abstiene de asesinar a otro ser humano, está cumpliendo también con una instrucción Divina. Así, la mitsvá de “no matarás”, que tiene que ver con la relación con otro ser humano, está ligada al mismo tiempo con el deber hacia Dios, porque fue ese Dios quien lo ordenó. Por tanto, es un error pensar que tefilín y talit, kashrut y Shabat son la suma total del judaísmo. Desde luego, no hay cómo destacar suficientemente la importancia de estos elementos en el marco de la tradición judía. Pero hay que tener siempre presente que bein adam lajaveró, que son las relaciones entre el hombre y su prójimo, son normas religiosas que son indispensables y fundamentales para el bienestar de toda sociedad.

El cuarto mandamiento que promulga el derecho a un día de descanso es revolucionario. Los romanos sostenían que los hombres nacían para ciertos roles. Los patricios para mandar y los plebeyos para trabajar. La noción de un descanso obligatorio era incompatible con la estructura esclavista reinante. La Torá basa esta ley en el descanso de Dios en el acto de la creación. Dios creó el mundo en seis días y en el séptimo, Shabat, descansó, y luego santificó ese día. 

De esa manera la Biblia enseña que la noción del día de descanso semanal es una parte integral de la creación del mundo. El Shabat no fue promulgado para un grupo particular. El Shabat va más allá de los límites de la humanidad, porque los animales también deben gozar de ese día de descanso. La conciencia social manifestada por los profetas de esos milenios, y que tienen eco en nuestro quehacer contemporáneo, son resultado directo del espíritu de estos capítulos.

MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ

CONTIENE 3 MITSVOT POSITIVAS Y 14 PROHIBICIONES

  1. 25.Éxodo 20:2 Creer en la existencia de Dios
  2. 26.Éxodo 20:3 No creer en ningún otro dios diferente a Dios
  3. 27.Éxodo 20:4 No hacer ni esculturas ni imágenes (de dioses)
  4. 28.Éxodo 20:5 No postrarse ni servir estas imágenes
  5. 29.Éxodo 20:5 No adorar un ídolo de acuerdo con la forma en que se acostumbra a adorarlo (ni adorarlo de ninguna otra forma)
  6. 30.Éxodo 20:7 No jurar en vano (pronunciando el Nombre del Eterno)
  7. 31.Éxodo 20:8 Verbalmente santificar el Shabat
  8. 32.Éxodo 20:10 No hacer ningún trabajo en Shabat
  9. 33.Éxodo 20:12 Honrar a padre y madre
  10. 34.Éxodo 20:13 No asesinar una persona inocente
  11. 35.Éxodo 20:14 No cometer adulterio
  12. 36.Éxodo 20:15 No secuestrar un judío
  13. 37.Éxodo 20:16 No dar testimonio falso
  14. 38.Éxodo 20:17 No codiciar lo que pertenece a otro
  15. 39.Éxodo 20:23 No hacer esculturas con forma human, incluso como ornamento
  16. 40.Éxodo 20:25 No construir un altar con piedras labradas
  17. 41.Éxodo 20:26 No subir al altar por gradas (sino por una rampa)

EL PUEBLO ELEGIDO PARA RECIBIR LA TORÁ

Parashá YITRÓ

Como suele ser en muchos idiomas, es difícil –y probablemente imposible en nuestro caso– definir o traducir el término Torá. Este vocablo es muy rico y amplio en sus acepciones.

Una de las definiciones aceptadas sugiere que la Torá es la razón de ser del judaísmo, lo que distingue al judío por encima de todo. Su contenido moral y ético es la base del mundo occidental, hecho que se hace cada vez más relevante y debe reconocerse con el pasar de los años, al observar la presencia del odio y la codicia, el instinto de destrucción que caracteriza a un sector amplio de la Humanidad. Allí probablemente reside una raíz básica del antisemitismo que no perdona la existencia de la Torá al judío. Porque el judío fue quien introdujo la noción de conciencia y responsabilidad por las acciones. Mientras que Grecia partía desde un prisma de sensualidad, del aprecio visual por la belleza que arropa a la naturaleza, el judaísmo impuso el criterio de lo moral, exigiendo al ser humano una conducta enmarcada en la justicia social, con un profundo sentido de la responsabilidad por la suerte del prójimo, especialmente por el menos afortunado en la sociedad. De tal manera que la Torá debía haber empezado con nuestros capítulos: la entrega de la Torá en el monte Sinaí, porque su contenido es el fundamento sobre el cual descansa la sociedad.

Dov Landau elabora esta idea al señalar que los relatos de Bereshit tienen el propósito de demostrar la falta de preparación de los miembros de otras naciones, su indisposición a regir su conducta por el ideal ético. Un muy conocido Midrash relata que Dios se había dirigido a otras naciones para ofrecerles la Torá, quienes después de indagar acerca de su contenido, se negaron a recibirla. Porque al acogerla tendrían que regir su conducta por sus normas. Una nación se negó, porque la Torá exige “no matarás”, y no podía someterse a una regla que entraba en conflicto con su acostumbrada conducta de obtener sus objetivos a toda costa, incluso a través del asesinato. Un segundo pueblo se abstuvo de recibir la Torá porque allí está escrito “no robarás” y el hurto era un vehículo básico para su supervivencia y desarrollo.

Empezando con Adam y Javá encontramos a personalidades con graves fallas morales. ¿Por qué comieron del fruto prohibido? Porque la serpiente les auguró que luego podrían diferenciar entre el bien y el mal. Serían dioses. La desobediencia se manifestó a través del mordisco del fruto, pero su intención fue retar la soberanía de Dios. Landau reseña una serie de personajes bíblicos que nunca alcanzaron el nivel ético apropiado, nivel que no es negociable. Una persona y su familia fueron salvadas del diluvio, pero lo primero que hizo el anciano Nóaj fue embriagarse, huir de su responsabilidad personal después de la traumática experiencia.

Lot y el rey Avimélej optaron por conductas de moralidad dudosa. Las hijas de Lot lo emborracharon para acostarse con él y procrear. La esposa de Potifar intentó seducir a Yosef. El faraón egipcio esclavizó a los hebreos y ordenó se asesinara a los recién nacidos. Tamar se ofreció como una prostituta a su suegro. Cada uno de estos personajes representa la violación de la norma ética.

¿Por qué se dirigió Dios a Avraham con Lej Lejá, “vete del hogar de tus padres”? Porque encontró en Avraham un hombre que potencialmente podría ser el padre de un pueblo que regirá su acción por la Mitsvá, el instructivo “moral” de la Torá. Según el Midrash, Dios hizo pasar a Avraham por diez diferentes pruebas, situaciones cuyo objetivo era la verificación de la disposición y conducta del patriarca.

La Torá insiste en que Moshé no era perfecto. Cometió un pecado. La naturaleza de ese pecado es motivo de discusión.

Lo seguro es que no era perfecto. Sin embargo, no se le puede subestimar, porque era un ser extraordinario, dispuesto a ofrecer su vida por el pueblo hebreo, hecho que demostró una vez más con la célebre frase: Mejeni na, “Bórrame a mi”, exclamada al percatarse de la disposición Divina de abandonar al pueblo hebreo para escoger a otra nación.

Incluso los descendientes de los patriarcas fueron seleccionados individualmente, porque muchos de ellos mostraron fallas básicas en su carácter. Eso no quiere decir que eran perfectos los que fueron escogidos para transmitir el ideal monoteísta a las futuras generaciones. La diferencia está en su disposición a hacer enmiendas, a la Teshuvá, a la reconsideración de sus errores. Con la excepción de Yitsjak, cada uno de ellos, de acuerdo con el relato bíblico, comete errores, experiencias que son aleccionadoras en el proceso de su desarrollo moral.

Rashí comenta que la Torá empieza con Bereshitpara justificar el otorgamiento de la Tierra de Israel al pueblo hebreo. Partiendo del hecho de que Dios es el creador del universo, tiene la potestad de asignar cualquier área del globo terráqueo a quien desee. Y así lo hizo con el pueblo hebreo.

Pero tal vez el recorrido desde Bereshit hasta Yitró es una demostración de las cualidades especiales de los antepasados de los hebreos, cuando son comparados con los otros actores.

El pueblo hebreo recibió la Torá en el monte Sinaí porque, en lugar de cuestionar el contenido del texto sagrado, exclamó “Naasé venishmá”, manifestando su disposición de empezar a actuar dentro de un marco de moralidad y responsabilidad.

Con la continua práctica de la Mitsvá, podría interiorizar la profunda sabiduría contenida en la Torá en su dimensión apropiada.

MERECEDOR DE LA TORÁ

Yitró

Estos capítulos conducen al evento central de la narrativa: la entrega de la Torá en el monte Sinai. Incluso la esclavitud egipcia y el éxodo triunfal a la conclusión de doscientos diez años de servidumbre sirven de marco para la revelación Divina. Al considerar que la Torá es un documento de un contenido altamente moral, la estadía en Egipto fue un episodio necesario para sensibilizar al hebreo frente al sufrimiento del prójimo. Este evento será mencionado en toda celebración porque el ingrediente moral, la disposición a defender los derechos de las personas que habían sido “olvidadas por la historia” que se manifiesta en la empatía por el dolor ajeno, esta actitud que fue impresa en el espíritu del hebreo por su propio sufrimiento bajo el yugo egipcio, lo preparó para ser el portavoz de la Palabra de Dios.

Desde los primeros episodios del Génesis observamos el proceso de selección que Dios impuso para identificar a las personas dignas de ser los portavoces del mensaje moral, del comportamiento ético que obliga a la solidaridad con el prójimo. ¿Por qué no le entregó Dios la Torá a la primera pareja? De esa manera la Humanidad habría tenido una Carta Magna con las pautas específicas para el comportamiento moral. En realidad, las primeras generaciones fueron
sometidas a diversas pruebas para comprobar si eran aptas para recibir el mensaje Divino, así lo argumenta el profesor Dov Landau.

La desobediencia de Adam probablemente no consistió solamente en el mordisco que le dio al fruto prohibido. La serpiente había seducido a la primera pareja con la noción de que “el día que coman de este (árbol) se abrirán sus ojos y serán como Dios, conocedores del bien y del mal”, a diferencia de la admonición Divina de que la muerte sería la consecuencia de la desobediencia. El atrevimiento de la pareja no constituyó una desobediencia puntual, sino una
rebelión, un desafío a la soberanía de Dios.

Muchos otros personajes bíblicos fueron sometidos a diferentes pruebas para demostrar si eran idóneos para recibir la Ley de Dios. De acuerdo con la Torá, las primeras diez generaciones fueron degenerando hasta los días de Nóaj cuando Dios ordenó el diluvio, evento que servirá para recrear la Humanidad a través de este personaje, que también demostró una gran debilidad moral con su primera acción después del desastre universal: plantó un viñedo para luego embriagarse con su vino. Ya había demostrado que su convicción era débil, porque no había podido atraer a nadie más a su causa. Pese a que trabajó por décadas en la elaboración del arca, ninguna otra persona se dispuso a acompañarlo.

Kayin no pasó el examen porque asesinó a su hermano Hével. Lot prefirió la abundancia material, a pesar de que las ciudades de Sedom y Amorá lo expondrían a un comportamiento amoral. Tamar se disfrazó como una prostituta y la esposa de Potifar estaba dispuesta a entregarse a Yosef, sin tomar en cuenta que ese hecho constituía una traición a la confianza que su esposo depositaba en ella. Avimélej y el faraón quisieron desposar a la mujer de otra persona, y así sucesivamente, cada uno de los personajes que desfila por las páginas de la Torá demuestra grietas en su carácter, fallas profundas de personalidad. El arribo de Avraham señala el comienzo de una nueva etapa para la Humanidad.

Esta vez Dios encontró un personaje que se preocupaba por la suerte de otros, que tenía abiertas las puertas de su hogar para recibir a quien tuviera sed o hambre, que defendió con las armas a su sobrino Lot. Avraham podía ser el padre de una nación merecedora de la Torá.

Incluso tenía que haber una selección posterior en la descendencia de Avraham, porque no todos eran aptos para la tarea. Finalmente, la servidumbre en Egipto sirvió para depurar al pueblo, porque solamente una quinta parte estuvo
dispuesta a seguir a Moshé para salir de Egipto y aventurarse por las arenas del desierto, porque reconocieron que la libertad era uno de los principios fundamentales de la dignidad humana. Las largas décadas de esclavitud sensibilizaron sus espíritus para que en el futuro se convirtieran en protectores de los perseguidos, en defensores del débil.

La base de la Torá es la consideración de los derechos del prójimo, el reconocimiento de que cada ser humano ha sido formado a la imagen y semejanza del mismo Dios. Solamente un pueblo que puede cumplir con Veahavtá lereajá
kamoja, “amar al prójimo como a sí mismo”, puede ser transmisor de los valores morales contenidos en los Diez Mandamientos, ampliados, a su vez, en la Torá.

EL PERSONAJE CUYO NOMBRE ADORNA LOS DIEZ MANDAMIENTOS

Parashá YITRÓ

Encontramos a Yitró, el sacerdote de Midyán, cuando Moshé ayuda a Tsiporá, su hija, a obtener agua de un pozo en contra de la voluntad de los pastores de la región. Tsiporá lo invita a casa y eventualmente contraen matrimonio. Nacen dos hijos y Moshé, exilado de Egipto por temor a la venganza del faraón, se dedica al trabajo que Yitró le encomendó: se convierte en un pastor. Así pasan los siguientes 40 años de tranquilidad pastoral. Será la visión de la zarza ardiente la que produzca un giro fundamental en la vida de este pastor que asume la misión de liberar a sus hermanos hebreos de la esclavitud egipcia.´

Los siguientes capítulos del libro Shemot describen los detalles de esta misión, las plagas y sus consecuencias y el feliz desenlace: el pueblo hebreo rompe las cadenas de la esclavitud y empieza la tortuosa travesía del desierto, no sin antes hacer una parada trascendental ante el monte Sinaí donde recibe las dos Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos grabados sobre piedra. Estos Mandamientos constituyen la base de la estructura moral y ética del hombre civilizado. Las otras dos religiones monoteístas se fundamentan también en su mensaje.

¿Cuál fue el rol de Yitró en esta saga, además de engendrar a la esposa de Moshé? La Torá testimonia que Yitró se dirigió al desierto para encontrarse con su yerno después de haber escuchado el relato del éxodo y los milagros que Dios efectuó para salvar al pueblo hebreo de la furia de los egipcios.

Y no era para menos. Dios había partido las aguas del Mar Rojo para que los hebreos pudieran escapar de sus perseguidores.

Yitró fue al encuentro de Moshé para felicitarlo y aconsejarlo. Al ver que Moshé estaba ocupado constantemente en responder a las interrogantes de cada persona, Yitró le sugirió que conformara un grupo de expertos que lo asistieran en esas labores, de manera que él pudiera concentrarse en atender cuáles deberían ser los pasos a tomar para alcanzar el destino de la gente: su consolidación como un pueblo alrededor de los mandatos de la Torá, las mitsvot y la eventual conquista de la Tierra Prometida.

No está muy claro cuál fue el destino final de Yitró. De acuerdo con Rambán, por insistencia de Moshé, acompañó al pueblo hebreo de ese momento en adelante. De acuerdo a Sforno, retornó a Midyán, aunque su nombre es mencionado otra vez en los capítulos de Behaalotejá. Esa vez, Yitró dijo reconocer que el Creador está por encima de todas las deidades. Según la tradición judía, sabía lo que decía, porque Yitró era un experto en las diferentes creencias de la época.

Conocía de cerca el panteón de ídolos que el género humano había creado y había estudiado, con lujo de detalles, las características individuales de cada uno de estos cultos.

De tal manera que cuando afirmó que el único Dios, el que había liberado al pueblo hebreo de las cadenas de la esclavitud egipcia, se encontraba por encima de cualquier deidad, hacía esa aseveración con toda propiedad.

Se puede deducir por lo antedicho que Yitró tenía gran curiosidad intelectual y que sentía un vacío espiritual que no encontraba respuesta en las creencias de su época. Motivado por una inquietud existencial, incansablemente estudió e indagó acerca de las diferentes posibilidades ideadas por el hombre para identificar al destinatario de sus necesidades espirituales. No dejó culto sin examinar. Yitró reconoció que por primera vez había encontrado un Dios que exigía una conducta moral, que no era caprichoso, que no exigía la adoración extravagante de su ser y cuya voluntad podía “comprarse” a través de una ofrenda o algún soborno. Yitró quedó conmovido porque los Diez Mandamientos no incluían el tributo que se debía ofrecer a la deidad, sino que conformaban un conjunto de reglas cuyo propósito era fomentar el bienestar del individuo y la posibilidad de la convivencia con el prójimo. Este Dios, el auténtico Dios, no centraba el interés en sí mismo, sino en el efecto sobre el ser humano que debía aspirar a la perfectibilidad a través del cumplimiento de una serie de normas, cuya base fundamental es la moralidad.