La importancia excepcional del estudio de la Torá

VAYIKRÁ - Levítico I - V

                                      

Nuestra lectura le da nombre al tercer libro de “Los Cinco Libros” de Moshé, la Torá. En un sentido limitado, la palabra Torá hace referencia específica a un rollo de pergamino, confeccionado de piel animal ts sobre el cual está escrito, por las manos entrenadas de un escriba, sofer, en el hebreo original, el mensaje Divino, también conocido como Pentateuco o jumash (versión impresa con puntuación del mismo texto). En una connotación más amplia, el vocablo Torá es utilizado para calificar toda enseñanza, aun las que están remotamente conectadas con el texto bíblico. Una interpretación personal acerca del sentido de algún versículo también es considerada parte integral del rubro Torá. Igualmente, cualquier comentario sobre un texto original de nuestros sabios, tal como el Talmud, es considerado parte del esquema total de Torá.

En una enseñanza de gran profundidad, reveladora de un aspecto fundamental de nuestra tradición, la Mishná, que es el documento fundamental del Talmud (la enseñanza oral), nos participa que el estudio de la Torá está por encima de otras mitzvot, que son las normas por las cuales debemos regir nuestras acciones, incluyendo la de honrar a padre ts madre, por ejemplo. Está claro que el estudio de la Torá ts el respeto ts honra por los padres no son actividades contrarias o mutuamente excluyentes. La Mishná citada nos enseña más bien, la importancia singular del estudio en la tradición judía. Talmud Torá, que es el estudio en texto original ts de cualquiera de los comentarios ts explicaciones sobre el mismo, viene a ser una actividad muy deseable, una especie de mitzvá excepcional.

Según la halajá, que es el compendio de reglas para nuestro comportamiento, es necesario recitar una bendición de agradecimiento ts reconocimiento al Creador inmediatamente antes de cumplir con una mitzvá. Esta regla no es acatada en el caso del estudio de la Torá. Haciéndose eco de este incumplimiento, el Talmud sugiere que la bendición hamelamed Torá leamó Israel, “Quien enseña Torá a Su pueblo Israel”, que se recita al inicio de las oraciones matutinas, desempeña esta función. Bajo este aspecto se nos instruye que una de las primeras obligaciones diarias es el estudio. Para nuestra sociedad de fin de siglo XX es obvio que el estudio es fundamental. Pero recordemos que esta Mishná se escribió, a más tardar en el tercer siglo ts que probablemente refleja una enseñanza mucho más antigua.

Un estudio cuidadoso de la mencionada regla de recitar una berajá, que es una bendición antes de cumplir con una mitzvá, nos enseña que debe realizarse cada vez, inmediatamente antes del acto. Por ejemplo, uno debe recitar una berajá antes de comer una fruta. Esta es una manera de agradecerle a Dios por nuestro sustento ts de que tomemos conciencia del hecho de que es necesaria la intervención Divina para que la tierra nos brinde sus frutos. Antes de comer una fruta en la mañana, por ejemplo, debo recitar una berajá ts debo repetirla en la tarde si como una fruta de nuevo. En el caso del estudio de la Torá es suficiente, aparentemente la recitación de la berajá apropiada en las oraciones de la mañana. ¿Por qué la diferencia entre Talmud Torá ts otras mitzvot? ¿Será porque en el caso del estudio nos encontramos frente a una “súper” mitzvá?

La halajá enseña que es suficiente una sola berajá antes de comer cualquier cantidad de fruta. No es necesario repetir la berajá antes de cada bocado. La regla indica que mientras se tenga intención de continuar comiendo, no se requiere la recitación de una nueva berajá. Pero no se debe alegar que la berajá que se recita en el desayuno tenga validez para el almuerzo. Han transcurrido entre tanto varias horas en las que uno se ha dedicado a diversas actividades, totalmente ajenas a la comida. De acuerdo con esta interpretación, después de un día de actividad comercial, profesional u otra, al comenzar un período de estudio en la noche  se debería recitar una berajá antes de leer cualquier texto sagrado. La halajá no lo requiere. ¿Por qué? Tal vez porque la halajá no concibe que abandonemos, aunque sea por un instante, la intención de estudiar, aun cuando estemos absortos en cualquier otra actividad. Por lo tanto la berajá matutina tiene vigencia durante todo el día para el estudio de la Torá ts no es necesario repetirla.

En épocas anteriores se daba comienzo al estudio del jumash con nuestra lectura de Vayikrá. Se iniciaba al niño de unos tres o cuatro años con un aprendizaje del orden de los sacrificios que se ofrecían en el Beit HaMikdash, que es el tema que predomina en estos capítulos. La intención probable era comunicarle al niño que en este mundo hay que ofrecer sacrificios. Toda relación significativa entre seres humanos requiere el dar de sí mismo. No pain, no gain, sin dolor no hay progreso, dicen los atletas americanos. Se solía esconder entre las páginas de este jumash algunas monedas, golosinas o caramelos, con el propósito de que el niño al abrir el texto sagrado asociara al estudio con lo dulce u obtuviese el dinero para adquirirlo.

Este tercer libro de la Torá comienza con las palabras Vayikrá el Moshé, “TS llamó (el Eterno) a Moshé”, con la particularidad que la letra álef (la primera del alfabeto hebreo ts que también es utilizada en las matemáticas modernas) que es la última de la palabra vayikrá está escrita en un tamaño más pequeño que el de las otras letras del mismo vocablo. Los expositores del texto tienen diferentes sugerencias para esta aparente anomalía. Según la exégesis de Báal Haturim, por ejemplo, Moshé escribió la álef pequeña como una manifestación de su humildad, porque de tal manera equipara el nivel de su profecía con la de otros profetas. Al quitársele la letra álef, esta palabra se convierte en vayikar que denota un llamado accidental u ocasional, que es el vocablo que se utiliza en capítulos posteriores, en el caso del profeta gentil Bileam.

Según nuestros jajamim ha cesado la era de la profecía. La palabra directa de Dios no se escucha en nuestros tiempos, ts, por lo general, dudamos de la salud mental de las personas que alegan haber escuchado un llamado Divino. Según algunos, nuestras generaciones no son merecedoras del contacto “personal” o “íntimo” con la deidad, por nuestras numerosas fallas ts errores. Según otros, el llamado continúa; el problema reside en el hecho de que no estamos sintonizados ts sensibilizados al mensaje de Dios, porque estamos embriagados con el avance de nuestra tecnología ts obsesionados con la constante adquisición ts acumulación de bienes materiales.

Sugiero que tal vez Dios ha cesado de comunicarse directamente con nosotros porque El no considera necesario hacerlo. Dios nos ha manifestado en la revelación en el Monte Sinaí, con absoluta claridad, el camino que debemos seguir en la vida ts que constituye el contenido esencial de las sagradas escrituras. En cierta etapa de la historia de la humanidad nos envió Sus mensajeros, los profetas, para exhortarnos a no apartarnos del sendero que El nos había indicado. Lo que realmente hace falta es que seamos consecuentes con las enseñanzas que ya nos han sido dadas. Una “nueva” revelación sería una admisión de que la primera de éstas fue insuficiente o equivocada. ¿Acaso podemos sostener que Dios cambia de opinión o que lo que El hace no es perfecto? Nuestra tarea actual es la de leer ts estudiar estos capítulos, para obtener de ellos un rumbo, una dirección. Nuestra tarea es la de interpretar ts estudiar la palabra de Dios de acuerdo con la perspectiva ts el entendimiento contemporáneo, tal como generaciones anteriores lo hicieran en su época. Aunque vivimos en un mundo de cambios ts de constante desarrollo, existen imperativos morales ts éticos que son eternos. La Torá es la fuente auténtica de estas normas para nuestra conducta.

ACERCA DE LOS KORBANOT (Sacrificios)

Parashá VAYIKRÁ

El tercer libro de la Torá, Vayikrá, también es conocido como Torat Kohanim, Levítico, en español, porque detalla las leyes referentes a la tribu de Leví. En particular, encontramos los instructivos pertinentes a los Kohanim y a los Korbanot, los sacrificios que serán ofrendados en el Beit HaMikdash. Es importante destacar que la palabra “sacrificio” no representa adecuadamente la idea contenida en el vocablo bíblico Korbán que proviene de la raíz hebrea “krv” que quiere decir “cerca”, y encierra el deseo del ser humano por un “acercamiento” a Dios, según el cual, el Korbán se convierte en el instrumento para esta proximidad.

La Torá concibe varios tipos de Korbán. En primer orden debemos destacar el Korbán Tamid, la ofrenda diaria en representación del colectivo del pueblo judío. En efecto, el rezo de Shajarit es un eco de este Korbán y la oración se recita durante el lapso de tiempo correspondiente a esta ofrenda en el Beit HaMikdash. Durante los días festivos se ofrendaban Korbanot adicionales, hecho que se refleja en el rezo Musaf que se incorpora durante las festividades.

Algunos sacrificios, como la Olá, ascenso, eran consumidos totalmente por el fuego en el Mizbéaj, el altar, con la excepción de la piel. En cambio, en el caso de Minjá, los Kohanim compartían los restos del animal que quedaban sobre el altar. El Korbán Shelamim, ofrecido como una ofrenda por la paz, o tal vez como una expresión de agradecimiento por estar “shalem”, completo y satisfecho, con la salvedad de unas partes internas y grasas, la gran parte del animal podía ser consumido por el Kohén y la familia que hacía la ofrenda. Tal como las dos anteriores, es una ofrenda voluntaria de la persona. Estos sacrificios son una expresión de gratitud del ser humano en reconocimiento de la providencia de Dios.

Para expiar un error se ofrendaba el Korbán Jatat. Se debe destacar que solamente faltas cometidas por descuido, sin intención, exigían este sacrificio que debía estar acompañado por la Teshuvá, el arrepentimiento sincero por el pecado. Las transgresiones intencionales recibían el castigo prescrito por la Torá y no había la opción del Korbán en estos casos. O sea no se puede cometer un error con toda intención de hacerlo, y luego pedir perdón por el hecho.

Se concebía cuatro tipos de Korbán Jatat, dependiendo de quien había cometido el error por descuido. El primero corresponde al Kohén Gadol y el segundo cuando el colectivo cometía un error. El tercer tipo se refiere a quien ejercía la jefatura de la nación, incluyendo al rey. El cuarto se refiere a cualquier individuo. La tradición considera que los primeros dos tipos son más comprometedores porque incluyen al liderazgo religioso y a toda la nación.

Un Korbán diferente, denominado Asham, se refiere al uso indebido, sin intención de hacerlo, de alguna propiedad perteneciente al Santuario. Además de la ofrenda, la persona tenía que hacer la debida devolución más una multa equivalente a una quinta parte del objeto en cuestión.

Es pertinente recordar la posición que Rambam asume en Moré Nevujim, tratado en el cual discute las razones que motivaron que ciertas normas fuesen legisladas. Argumenta que en Canaán solían cocinar el cordero en la leche de su madre, como parte de un culto idólatra. Al mismo tiempo utilizaban vestimentas confeccionadas de una mezcla de lana y lino. Por ello, la Torá prohibió estas prácticas para diferenciar a los hebreos de los rituales paganos.

De manera similar, considera que Dios impuso las leyes de los Korbanot como una etapa intermedia, cuyo propósito era su eventual abolición total. Dado que la naturaleza del ser humano no permite una transición brusca, cuando se toma en cuenta que la práctica de los sacrificios era anteriormente universal e incluso había pueblos que estilaban el sacrificio humano. Por lo tanto, la Torá reglamento los sacrificios. Tenían que ser generalmente ofrendados por el Kohén y tan sólo en el Beit HaMikdash.

Esta interpretación de la tradición judía presenta dificultades porque implica que el orden de los sacrificios del Beit HaMikdash no tiene valor intrínseco, son una especie de concesión que probablemente no serán una realidad en la era mesiánica.

Rambán, Najmánides de Gerona, no está de acuerdo con la interpretación de Rambam. Argumenta que si eso fuera así, ¿por qué ofrendó Nóaj sacrificios al salir del Arca? En aquel momento no había ni egipcios ni cananitas con sus cultos idólatras.

Ibn Ezrá, por ejemplo, explica los Korbanot de manera diferente cuando destaca que el hombre se manifiesta a través del pensamiento, la palabra y la acción. Al ofrendar el Korbán, la persona tiene que colocar sus manos sobre el animal como referencia a una falta que cometió a través de la acción. Debe confesar su error y de esta manera expía por la falta que cometió a través del indebido uso de la palabra. El consumo de las partes interiores del animal por el fuego se refiere al asiento de los malos sentimientos, que en el lenguaje de la Torá se encuentra simbólicamente en los riñones de la persona.

En conclusión, para Rambán, Ibn Ezra y otros exegetas, no se puede concebir que las leyes de la Torá sean pasajeras, porque la voluntad de Dios tiene que ser válida para todo lugar geográfico y cualquier época.

Concluimos con un pensamiento de Harav Kook que toma en cuenta las dificultades del hombre moderno para entender el sentido del sacrificio animal. Oramos porque Dios reconstruya el Beit HaMikdash, hecho que sólo puede consumarse de manera milagrosa. Como parte integral de ese evento milagroso, dice Harav Kook, el Creador revelará un entendimiento novedoso del alcance espiritual del Korbán que será satisfactorio, incluso para la mente sofisticada del hombre contemporáneo.

EL KORBÁN COMO VEHÍCULO PARA EL ACERCAMIENTO

VAYIKRÁ

El Kohén y el Korbán son los temas fundamentales de Vayikrá, el tercer libro de la Torá. A diferencia del misterio que usualmente envuelve la actuación de los sacerdotes que practican algún culto idólatra, la Torá describe con todo detalle cómo se debía construir el Mishkán que sirvió de modelo para el Beit HaMikdash y cuáles eran los elementos que se debían incluir en su interior. Asimismo especifica cuáles eran las vestimentas del Kohén, el sacerdote que oficiaría las ofrendas y de que naturaleza eran esas ofrendas.

De esta manera, la Torá se aleja de lo oculto, del misterio, para señalar que el culto al Dios único no está basado en la casualidad, el antojo o la disposición anímica de la deidad.

Las reglas son claras y allí está el Decálogo para demostrarlo. Es oportuno destacar que el Korbán, tal como su nombre lo indica, tenía el propósito de cimentar el acercamiento entre la persona y Dios, entre la persona y su familia. El vocablo Korbán proviene de la raíz hebrea que quiere decir acercar, aproximar. La festividad de Pésaj, por ejemplo, que actualmente está representada especialmente por la Matsá, tenía un elemento adicional en la época del Beit HaMikdash que era el Korbán Pésaj, “la oveja pascual”. El célebre Afikomán, que consiste en el presente en la mitad de una Matsá que se guarda para ser utilizada a la conclusión de la cena, anteriormente consistía de un trozo de la carne del Korbán Pésaj. No existe otra celebración que insista en la unidad familiar alrededor de una mesa, tal como el Séder de Pésaj. Incluso otros sacrificios culminaban con la familia completa compartiendo la carne del Korbán. Por un lado estaba el acercamiento de la persona a Dios, a la tradición judía. Pero al mismo tiempo se estaba fomentando la unión entre los diferentes miembros de la familia.

El caso del Korbán Jatat era diferente, porque solamente el Kohén podía tener algún beneficio de la carne de esta ofrenda de expiación. En este caso se debe resaltar que el Korbán no podía ser utilizado como un remedio para el pecado, o sea que la persona, a través de la ofrenda, siempre podía obtener el perdón Divino después de cometer una fechoría. Se debe destacar primero que el Korbán podía ser ofrendado únicamente en caso de una falta involuntaria o inconsciente, nunca para limpiar el pecado hecho con toda la intención. Segundo, el Korbán Jatat tenía que ser precedido por el arrepentimiento, la Teshuvá. Sin el reconocimiento de culpa, sin una firme decisión de evitar pecar nuevamente, el sacrificio era ineficaz por sí solo.

Está claro que para reparar el error, un acto físico es insuficiente porque el pecado es el resultado de una falla moral, surge debido al desinterés de la persona por el bienestar del prójimo, por la falta de voluntad y carácter para no caer en la tentación. La ofrenda del Korbán se convierte en una vía simbólica para asumir la responsabilidad por las acciones, mientras que el proceso efectivo de redención tiene como punto de partida el acto de contrición, la reflexión intelectual acerca lo sucedido, la empatía por el sufrimiento ajeno, la conciencia del daño que se causa al prójimo.

La idea de la ofrenda para el mundo idólatra obedece a otros parámetros que tienen que ver usualmente con la conquista de la voluntad de la deidad. Su propósito es influenciar las decisiones de los poderes ocultos. Es el soborno que debe servir para alterar la decisión del tótem.

La ofrenda como una herramienta para el acercamiento a Dios y como instrumento simbólico para el reconocimiento del error son ideas que pertenecen al monoteísmo patriarcal.

Se plantea la hipótesis de que no existe la personalidad perfecta, porque incluso el Kohén Gadol, el Sumo Sacerdote, tiene que pedir perdón por sus errores. El bíblico Moshé no puede emprender la conquista de la Tierra Prometida, porque desobedeció la palabra de Dios en algún momento.

¿Por qué no creó Dios un universo libre del pecado? Está claro que la intención Divina incluía esta noción porque la historia de la Humanidad comienza con el pecado de la primera pareja. Al considerar que el pecado es necesario para el arrepentimiento, podemos concluir tal vez que el yerro estimula el crecimiento moral del hombre, quien tiene que superar su inclinación por el mal, y en el proceso de hacerlo, llega a conocerse mejor a sí mismo, creando una plataforma desde la cual puede alcanzar un nivel más elevado de espiritualidad.

La importancia excepcional del estudio de la Torá

VAYIKRÁ - Levítico I - V

Parasha            Nuestra lectura le da nombre al tercer libro de “Los Cinco Libros” de Moshé, la Torá. En un sentido limitado, la palabra Torá hace referencia específica a un rollo de pergamino, confeccionado de piel animal y sobre el cual está escrito, por las manos entrenadas de un escriba, sofer, en el hebreo original, el mensaje Divino, también conocido como Pentateuco o jumash (versión impresa con puntuación del mismo texto). En una connotación más amplia, el vocablo Torá es utilizado para calificar toda enseñanza, aun las que están remotamente conectadas con el texto bíblico. Una interpretación personal acerca del sentido de algún versículo también es considerada parte integral del rubro Torá. Igualmente, cualquier comentario sobre un texto original de nuestros sabios, tal como el Talmud, es considerado parte del esquema total de Torá.

En una enseñanza de gran profundidad, reveladora de un aspecto fundamental de nuestra tradición, la Mishná, que es el documento fundamental del Talmud (la enseñanza oral), nos participa que el estudio de la Torá está por encima de otras mitsvot, que son las normas por las cuales debemos regir nuestras acciones, incluyendo la de honrar a padre y madre, por ejemplo. Está claro que el estudio de la Torá y el respeto y honra por los padres no son actividades contrarias o mutuamente excluyentes. La Mishná citada nos enseña más bien, la importancia singular del estudio en la tradición judía. Talmud Torá, que es el estudio en texto original y de cualquiera de los comentarios y explicaciones sobre el mismo, viene a ser una actividad muy deseable, una especie de mitsvá excepcional.

Según la halajá, que es el compendio de reglas para nuestro comportamiento, es necesario recitar una bendición de agradecimiento y reconocimiento al Creador inmediatamente antes de cumplir con una mitsvá. Esta regla no es acatada en el caso del estudio de la Torá. Haciéndose eco de este incumplimiento, el Talmud sugiere que la bendición hamelamed Torá leamó Israel, “Quien enseña Torá a Su pueblo Israel”, que se recita al inicio de las oraciones matutinas, desempeña esta función. Bajo este aspecto se nos instruye que una de las primeras obligaciones diarias es el estudio. Para nuestra sociedad de fin de siglo XX es obvio que el estudio es fundamental. Pero recordemos que esta Mishná se escribió, a más tardar en el tercer siglo y que probablemente refleja una enseñanza mucho más antigua.

Un estudio cuidadoso de la mencionada regla de recitar una berajá, que es una bendición antes de cumplir con una mitsvá, nos enseña que debe realizarse cada vez, inmediatamente antes del acto. Por ejemplo, uno debe recitar una berajá antes de comer una fruta. Esta es una manera de agradecerle a Dios por nuestro sustento y de que tomemos conciencia del hecho de que es necesaria la intervención Divina para que la tierra nos brinde sus frutos. Antes de comer una fruta en la mañana, por ejemplo, debo recitar una berajá y debo repetirla en la tarde si como una fruta de nuevo. En el caso del estudio de la Torá es suficiente, aparentemente la recitación de la berajá apropiada en las oraciones de la mañana. ¿Por qué la diferencia entre Talmud Torá y otras mitsvot? ¿Será porque en el caso del estudio nos encontramos frente a una “súper” mitsvá?

La halajá enseña que es suficiente una sola berajá antes de comer cualquier cantidad de fruta. No es necesario repetir la berajá antes de cada bocado. La regla indica que mientras se tenga intención de continuar comiendo, no se requiere la recitación de una nueva berajá. Pero no se debe alegar que la berajá que se recita en el desayuno tenga validez para el almuerzo. Han transcurrido entre tanto varias horas en las que uno se ha dedicado a diversas actividades, totalmente ajenas a la comida. De acuerdo con esta interpretación, después de un día de actividad comercial, profesional u otra, al comenzar un período de estudio en la noche se debería recitar una berajá antes de leer cualquier texto sagrado. La halajá no lo requiere. ¿Por qué? Tal vez porque la halajá no concibe que abandonemos, aunque sea por un instante, la intención de estudiar, aun cuando estemos absortos en cualquier otra actividad. Por lo tanto la berajá matutina tiene vigencia durante todo el día para el estudio de la Torá y no es necesario repetirla.

En épocas anteriores se daba comienzo al estudio del jumash con nuestra lectura de Vayikrá. Se iniciaba al niño de unos tres o cuatro años con un aprendizaje del orden de los sacrificios que se ofrecían en el Beit HaMikdash, que es el tema que predomina en estos capítulos. La intención probable era comunicarle al niño que en este mundo hay que ofrecer sacrificios. Toda relación significativa entre seres humanos requiere el dar de sí mismo. No pain, no gain, sin dolor no hay progreso, dicen los atletas americanos. Se solía esconder entre las páginas de este jumash algunas monedas, golosinas o caramelos, con el propósito de que el niño al abrir el texto sagrado asociara al estudio con lo dulce u obtuviese el dinero para adquirirlo.

Este tercer libro de la Torá comienza con las palabras Vayikrá el Moshé, “Y llamó (el Eterno) a Moshé”, con la particularidad que la letra álef (la primera del alfabeto hebreo y que también es utilizada en las matemáticas modernas) que es la última de la palabra vayikrá está escrita en un tamaño más pequeño que el de las otras letras del mismo vocablo. Los expositores del texto tienen diferentes sugerencias para esta aparente anomalía. Según la exégesis de Báal Haturim, por ejemplo, Moshé escribió la álef pequeña como una manifestación de su humildad, porque de tal manera equipara el nivel de su profecía con la de otros profetas. Al quitársele la letra álef, esta palabra se convierte en vayikar que denota un llamado accidental u ocasional, que es el vocablo que se utiliza en capítulos posteriores, en el caso del profeta gentil Bileam.

Según nuestros jajamim ha cesado la era de la profecía. La palabra directa de Dios no se escucha en nuestros tiempos, y, por lo general, dudamos de la salud mental de las personas que alegan haber escuchado un llamado Divino. Según algunos, nuestras generaciones no son merecedoras del contacto “personal” o “íntimo” con la deidad, por nuestras numerosas fallas y errores. Según otros, el llamado continúa; el problema reside en el hecho de que no estamos sintonizados y sensibilizados al mensaje de Dios, porque estamos embriagados con el avance de nuestra tecnología y obsesionados con la constante adquisición y acumulación de bienes materiales.

Sugiero que tal vez Dios ha cesado de comunicarse directamente con nosotros porque El no considera necesario hacerlo. Dios nos ha manifestado en la revelación en el Monte Sinaí, con absoluta claridad, el camino que debemos seguir en la vida y que constituye el contenido esencial de las sagradas escrituras. En cierta etapa de la historia de la humanidad nos envió Sus mensajeros, los profetas, para exhortarnos a no apartarnos del sendero que El nos había indicado. Lo que realmente hace falta es que seamos consecuentes con las enseñanzas que ya nos han sido dadas. Una “nueva” revelación sería una admisión de que la primera de éstas fue insuficiente o equivocada. ¿Acaso podemos sostener que Dios cambia de opinión o que lo que El hace no es perfecto? Nuestra tarea actual es la de leer y estudiar estos capítulos, para obtener de ellos un rumbo, una dirección. Nuestra tarea es la de interpretar y estudiar la palabra de Dios de acuerdo con la perspectiva y el entendimiento contemporáneo, tal como generaciones anteriores lo hicieran en su época. Aunque vivimos en un mundo de cambios y de constante desarrollo, existen imperativos morales y éticos que son eternos. La Torá es la fuente auténtica de estas normas para nuestra conducta.