GROUNDS FOR THE RETENTION OF IDENTITY

VAYECHI

The last chapters of Bereshit conclude in an atmosphere of tranquility for the patriarch. On his deathbed, the patriarch Jacob refers to each of his children and shows that he recognizes them individually; he knows their flaws and virtues, unlike his father Yitschak, who is deceived by a son in disguise.

Yaacov has resided in Egypt where his family enjoys the food that was scarce in the Promised Land. Yosef, who is the son of his favorite but deceased wife Rachel, had become the ruler of the country and therefore there was no reason to fear the future. Was Yaacov willing to abandon the land of his father and grandfather in exchange for the abundance in the fertile valley of the Nile? The patriarch had asked to be buried in Israel because he considered Egypt to be no more than an intermediate station. The fate of his descendants, he thought, was ineluctably tied to the land that God had promised Avraham and his descendants. Even the successful Yosef, insisted that his remains be included in the future exodus from Egypt.

How did the Hebrews avoid the natural process of assimilation? The Midrash suggests that they held onto various elements. They kept alive their native language Hebrew. They probably spoke Egyptian in order to communicate with the natives, but among themselves, they continued to use the paternal language. It should be clear that language does not mean a simple substitution: table for shulchan, for example. Language implies a particular manner of thinking, formulating ideas. It includes values, priorities in life. Language reflects a culture. In the Hebrew civilization, there was the imperative to believe in one and only one God. Even though the Torah never demands it and begins directly with the account of Bereshit, “at the beginning God created heaven and earth”, it is naturally understood. The Torah does not require to believe God because God is an axiomatic postulate. The universe is inconceivable without the Creator. They did not fall prey to Egyptian idolatry because they actually felt the Presence of God in their midst.

The episode of Yosef’s “sale” and its apparent consequences had deepened their certainty about the existence of God. Hadn’t Yosef himself made the argument that the sibling’s jealousy had been the mechanism used by the Creator to ensure the sustenance of the family in the time of famine? The events were part of the destiny that God had designed for the Hebrew people.

The second element that prevented its assimilation was the retention of their dress style. They did not succumb to the advanced Egyptian fashion world. The Talmud, for example, insists that the scholar, the student of the Torah, must be jealous of his clothing. Even in our cultures, uniforms are representative of the investiture of the priesthood, the police and armed forces. 

But there is something else, by retaining the original manner of dress, a person expresses his or her desire to retain an identity and transmits a firm message to others: the will to remain true to what they are and their unwillingness to shed their identity.

Name retention is the third item that secured fidelity to the ancestral tradition and prevented total assimilation into the Egyptian culture and social environment. In the U.S, for example, it is often difficult to recognize a Jew by his name.

For various reasons and not always because of an assimilatory nature, many people changed their names. Some did it out of fear, so as not to be easily identifiable by some anti-Semite as was the case in many a European city or village. 

A long history of persecution was responsible for this precaution. Yet, a change of name, invariably leads to a loss, even if only partial, of identity. However, the basic reason that caused resistance to assimilation was the retention of ancestral values, a fact insured by Yaacov’s presence when the family moved to Egypt. 

Having stayed away from his family, Yosef would have been fully integrated into the environment that he finally embraced and would have forgotten his roots.

Thanks to the presence of the entire family, they gave each other support In order to resist the temptations of the seductive Egyptian culture. Judaism started as a family business with Avraham and Sara. 

The innumerable humiliations and persecutions did not make them change their identity because the basic nucleus, the family, was always well defined and constituted. On the contrary, adversity only served as a catalytic agent to deepen these ties that until present times constitute the most important asset: the feeling of security and inclusion in a family that defy all the rules of History and remains true to its God-given principles.

El culto de la muerte o la consagración de la vida

VAYEJÍ - Génesis XLVII,28 - L

Día a día el hambre se acentuaba en Egipto y sus habitantes habían gastado todos sus recursos en la compra de víveres. Para sobrevivir le vendieron a Yosef su ganado y más adelante le cedieron sus tierras, quedando como esclavos. Por lo tanto, el texto de la Hagadá reza, avadim hayinu lefaró bemitsráyim, fuimos los esclavos del Faraón en Egipto”. No fuimos los esclavos de los egipcios, porque, a su vez, los egipcios, también eran esclavos del Faraón. Yosef decreta la entrega del veinte por ciento de la producción agrícola al tesoro nacional y el resto para el sustento de las familias que siembran las tierras. El sacerdocio egipcio recibe una cuota diaria de pan y por esto les permite retener sus tierras.

El relato bíblico de nuestra lectura semanal señala que Yaacov cumple ciento cuarenta y siete años, habiendo pasado los últimos diecisiete en Egipto, y está por fallecer. Yaacov hace llamar a Yosef y le encomienda trasladar sus restos mortales a la tierra ancestral. Un culto muy importante alrededor de la muerte se había desarrollado en Egipto. Las pirámides son las extraordinarias tumbas de los potentados, donde eran enterrados con sus ropajes más finos, con comida y provisiones para el viaje hacia el Más Allá. Yaacov no desea identificarse con esa especulación (o teología) que coloca el énfasis en una vida ulterior. El judaísmo es una teoría para la vida, que acentúa y valora este mundo y por lo tanto constituye una perspectiva muy diferente a la egipcia. El éxodo no significa únicamente la ruptura con las cadenas de la esclavitud física. El éxodo de Egipto señala una actitud de rebeldía frente a la óptica de los habitantes de ese país y señala una vía alterna, diferente enteramente a la escala de valores allí reinantes.

En una visita a Caracas hace una década, el artista israelí Yaacov Agam argumentó que su arte era un arte judío. Frente a esa afirmación reaccione negativamente. Recordaba las enseñanzas de mi maestro, el finado Dr. Joseph Lookstein, Canciller de la Universidad Bar Ilán y profesor de Yeshiva University. Lookstein solía decir que la sociología judía no existía como tal. Porque no había nada de particularmente judío en la sociología. La sociología es una ciencia que tiene algo que decir sobre los grupos humanos de cualquier origen geográfico o particularidad étnica. Se puede hablar, en cambio, solía decir, de la sociología de los judíos, tal como, por ejemplo, se podía estudiar la sociología de los grupos hispanos, o de las colonias francesas del siglo XVIII. Siguiendo esta línea de argumento supuse que tampoco existía el arte, judío. Agam, sin embargo, se mantenía firme en su punto de vista insistiendo que el arte es, por lo general estático e inmóvil. En cambio, decía, mi arte es dinámico y tiene movimiento. El Judaísmo es una opción diferente frente a la cultura egipcia, continuaba Agam, porque en Egipto se adoraba y admiraba lo inmutable y lo eterno. Las pirámides son una especie de desafío frente al transcurrir de los siglos. Son una manifestación de la victoria del ser humano frente a lo efímero y temporal. La muerte representaba para el egipcio la eternidad. La vida, por ser pasajera, no era merecedora de su atención exclusiva. Únicamente lo eterno podría considerarse sagrado.

Para el judaísmo, ni el lugar ni una edificación (con las notables excepciones del Monte del Templo y del Beit HaMikdash) poseen santidad. El judaísmo santifica el tiempo, los momentos del año que tienen un significado especial, tal como los días festivos sagrados, con el Shabat a la cabeza. Mientras que en Egipto se aprecia y glorifica lo permanente, el judaísmo entroniza el cambio. El crecimiento, el desarrollo y por lo tanto la vida misma, dependen de la posibilidad de cambio y esto radica su importancia vital. Según Agam, su arte, es el arte del cambio y del movimiento. Sus obras se modifican “cambian,” dependiendo de la posición del espectador y del ángulo de visión.

Regresemos a nuestro relato bíblico y nos encontramos con Yosef, acompañado por sus dos hijos, visitando nuevamente a su anciano padre. Acompañado por sus dos hijos. Yaacov está enfermo. Es la primera vez que se menciona el estado de enfermedad en la Torá. Algunos expositores sugieren que, anteriormente, los seres humanos morían repentinamente, sin ninguna señal previa. La enfermedad, como síntoma de una muerte próxima, le otorga a la persona la oportunidad de tomar ciertas decisiones de último momento, que pueden ser de importancia trascendental. Yaacov no reconoce en un principio a los hijos de Yosef pero los bendice al enterarse de su identidad. (Es posible que la relación entre abuelos y nietos no estuviera aún lo suficientemente desarrollada en la sociedad humana). Una parte de la bendición de Yaacov, yesimjá Elohim keEfráyim vejiMenashé, que quiere decir que Dios te considere como a Efráyim y Menashé, servirá de modelo para la bendición de los hijos en las generaciones futuras.

Esta vez, en su lecho de muerte, Yaacov llama a todos sus hijos y dice, “...et asher yikrá etjem beajarit hayamim”,… lo que les acontecerá en el fin de los días”. Dado que lo que sigue es una descripción de la personalidad, o de algún acontecimiento importante en la vida de cada uno de sus hijos, y omite el “final de los días”, nuestros jajamim opinan que, en sus últimos momentos la inspiración divina abandona a Yaacov. En un contexto diferente, había sugerido un significado diferente al término ajarit hayamim, “el fin de los días”. Leemos en el versículo de Devarim (Números) XXXI, 29, que Moshé le dice al pueblo judío, ki yadati ajarei motí…, vekarat etjem haraá beajarit hayamim; “porque sé, que después de mi muerte…, y les ocurrirá el mal en el fin de los días”. En muchas oportunidades los versículos de la Biblia establecen paralelismos. Eso quiere decir que la misma idea se expresa en la primera y en la segunda parte de una oración. Al analizar este recurso literario del paralelismo, ajarei motí, “después de mi muerte,” tiene igual significado que ajarit hayamim, “el fin de los días”. Por lo tanto, sugiero que ajarit hayamim no significa necesariamente, el fin de los días de la humanidad, o sea que no hace referencia a algún concepto apocalíptico. El sentido de ajarit hayamim puede ser simplemente el fin de los días de una persona. Por lo tanto, en nuestro relato, es muy probable que Yaacov no tuviera la intención de predecir y anticipar el desenvolvimiento del futuro de la humanidad, sino opinar acerca de cuál sería el comportamiento de su familia después de su muerte, tomando en cuenta los rasgos individuales de cada uno de sus hijos.

Considero que el concepto de la unidad familiar y el de las relaciones entre sus diversos integrantes fueron evolucionando a través del tiempo. Cuando Caín exclama, “¿acaso soy el guardián de mi hermano?” podría estar enunciando, sin ironía alguna, un hecho que consideraba natural. Caín opinaba, tal vez, que cada uno es entera y únicamente responsable por sí mismo. ¿Cómo explicamos la celeridad y el empeño de Avraham en sacrificar a su hijo Yitsjak, sin por lo menos cuestionar la autenticidad de la orden recibida? ¿Por qué no exige que se le repita el severo y cruel mensaje? ¿No podría haber algún error en su transmisión? ¿Cómo podemos explicar que Yitsjak se dejase engañar por unas pieles que Yaacov se coloca sobre los brazos en el momento de recibir la bendición paterna? ¿Acaso Yitsjak, a pesar de su ceguera, no podía diferenciar entre sus hijos?. Creo que, paso a paso, se fue desarrollando el concepto de las relaciones y el de las responsabilidades paternales y filiales. Yaacov es el primero de los patriarcas en conocer y reconocer individualmente el carácter y la idiosincrasia de cada uno de sus doce hijos. Así lo demuestra en su lecho de muerte al nombrarlos y amonestarlos por sus errores. Tal vez ésta, sea una razón adicional para que el pueblo judío porte el nombre de Benei Israel, los hijos de Yaacov, porque fue el primer patriarca que conoció de cerca a cada uno de sus hijos.

MOTIVOS PARA LA RETENCIÓN DE LA IDENTIDAD

Parashá VAYEJÍ

Los últimos capítulos de Bereshit concluyen en un ambiente de tranquilidad para el patriarca. En su lecho de muerte, el patriarca se refiere a cada uno de sus hijos y demuestra que los reconoce individualmente, sabe cuáles son sus defectos y virtudes, a diferencia de su padre Yitsjak, quien es engañado por un hijo disfrazado.

Yaacov se ha residenciado en Egipto donde su familia dispone de los alimentos que escaseaban en la Tierra Prometida. Yosef, el hijo de su favorita, pero fallecida esposa Rajel, era el regente del país y, por lo tanto, no había razón de temer por el futuro. ¿Acaso estaba dispuesto Yaacov abandonar la tierra de su padre y abuelo por la abundancia del valle fértil del Nilo? El patriarca había pedido ser enterrado en Israel porque consideró que Egipto será más que una estación intermedia. El destino de sus descendientes estaba ligado ineluctablemente con la tierra que Dios había prometido a Avraham y a su estirpe. Incluso el exitoso Yosef, insistió que sus restos fueran incluidos en el futuro éxodo de Egipto.

¿Cómo evitaron los hebreos el proceso natural de la asimilación? El Midrash sugiere que se aferraron a varios elementos.

Mantuvieron vivo el hebreo, su lengua natal. Probablemente utilizaron el egipcio para comunicarse con los nativos, pero entre ellos, continuaron utilizando la lengua paterna.

Está claro que idioma no quiere decir la simple sustitución de mesa por shulján, por ejemplo. Idioma es una manera de pensar, incluye los valores, las prioridades en la vida. Idioma refleja una cultura. En la civilización hebrea no existe el imperativo de creer en Dios. La Torá nunca lo exige y empieza directamente con el relato de Bereshit, “en el principio Dios creó el cielo y la tierra”. No se exige creer Dios, porque Dios es un postulado axiomático. El universo es inconcebible sin el Creador. No se contagiaron de la idolatría egipcia porque sentían a Dios en su medio.

El episodio de la “venta” de Yosef y sus consecuencias habían profundizado su certeza sobre la existencia de Dios.

¿Acaso el mismo Yosef no había esgrimido el argumento que los celos entre los hermanos había sido el mecanismo utilizado por el Creador para asegurar el sustento de la familia en la época de la hambruna? Los sucesos formaban parte del destino que Dios había diseñado para el pueblo hebreo.

El segundo elemento que impidió su asimilación fue la retención de su estilo de vestir. No sucumbieron ante la avanzada moda egipcia. El Talmud, por ejemplo, insiste que el erudito, el estudioso de la Torá, debe ser celoso de su vestimenta. Incluso en nuestras culturas, los uniformes son representativos de la investidura en el sacerdocio, las policías y fuerzas armadas. La mujer da testimonio que se humor y aprecio propio, en cierta medida, es una función de su vestimenta. Pero hay algo más, al retener el vestido original, la persona exterioriza su deseo de retener su identidad y transmite un mensaje firme al prójimo: la voluntad de permanecer fiel a lo que es y la indisposición al cambio de identidad.

La retención del nombre es el tercer elemento que aseguró su fidelidad a la tradición ancestral e impidió la asimilación total al ambiente egipcio. En los Estados Unidos, por ejemplo, es difícil reconocer al judío por su nombre.

Por diversas razones y no siempre de carácter asimilatorio, muchas personas sufrieron cambiaron su nombre. Algunos lo hicieron por temor, para no ser fácilmente identificables por algún antisemita. Una larga historia de persecución puede absolver esta precaución. Sin embargo, conduce invariablemente a una pérdida, aunque sea sólo parcial, de la identidad.

La razón básica que permitió la resistencia a la asimilación en el sentido negativo de este concepto que es la pérdida de los valores ancestrales, fue el hecho que Yaacov fue a Egipto con su familia. De haber permanecido alejado de su familia, Yosef se habría integrado totalmente al entorno que finalmente lo había acogido y habría olvidado sus raíces.

Sólo gracias a la presencia de la familia, en su totalidad, pudieron resistir las tentaciones del ambiente seductor egipcio.

El judaísmo empezó como una empresa familiar con Avraham y Sará. Se mantuvo a través de las edades no obstante las innumerables vejaciones y persecuciones porque el núcleo básico, la familia, siempre estuvo bien definido y constituido. Al contrario, la adversidad sirvió de agente catalítico para profundizar estos lazos que hasta el presente constituyen el haber más importante: el sentimiento de seguridad e inclusión que significa la existencia de parientes en todas partes del planeta.

EL LEGADO DE YAACOV

VAYEJÍ

La reconciliación de los hermanos permitió que Yaacov se despidiera de este mundo en paz, con la conciencia de que la semilla que sembró a través de su descendencia, florecería y engendraría una nación en un futuro no muy lejano. Aunque la adversidad puede conducir a la depresión, en el caso del patriarca, la lucha y la angustia, el enfrentamiento y la decepción se convierten en los peldaños que le permiten escalar hacia la madurez emocional y espiritual. Presenta rasgos comunes con Yosef, su hijo predilecto. Tal como Esav odió a Yaacov y quiso asesinarlo, de igual manera los hermanos odiaron e intentaron eliminar a Yosef. Yaacov compartió con Yosef la inclinación por los sueños, porque ambos eran visionarios. Pero a diferencia de los primeros patriarcas, en última instancia supo mantener unida a la familia, siendo selectivo con el cariño y el reproche, sin llegar a expulsar del hogar paterno a ningún hijo. Finalmente, reunió a sus hijos alrededor del lecho de la muerte, identificó las aspiraciones y las deficiencias de cada uno de ellos con la esperanza de que pudieran ocuparse de los aspectos deficientes de sus personalidades, para dar a luz un pueblo que llevará el mensaje del monoteísmo a la Humanidad.

Estos capítulos no empiezan con un nuevo párrafo en el texto escrito de la Torá, como suele suceder en otros casos. Los jajamim desearon comenzar con la palabra Vayejí, “Y vivió”, que se encuentra en el medio de un párrafo, para insinuar que Yaacov realmente no falleció, sino que continúa con vida. En el caso de Avraham e Yitsjak, el texto afirma: “Y expiró y murió”. En cambio, en el caso de Yaaacov,  el texto reza: “Y expiró y se unió a su gente”. No se menciona que murió.

De acuerdo con Rabí Yojanán: “Nuestro padre Yaacov no murió. Le dijo alguien: ‘Entonces fue en vano que se enlutaron por él, lo embalsamaron y enterraron’. Respondió Rabí Yojanán que se trataba de una interpretación alusiva de acuerdo con la frase: ‘Y tú, no temas, mi siervo Yaacov…, te salvaré de lugares distantes y a tus descendientes de la tierra de su cautiverio…”. Al hacer un paralelismo entre Yaacov y sus descendientes, se puede afirmar que tal como su descendencia vive, igualmente Yaacov vive. De acuerdo con el Talmud, Yaacov fue embalsamado porque creían que había muerto, pero en realidad continúa con vida.

Los jajamim interpretaron la frase yoshev ohalim: quien reside en carpas, como una alusión a los estudios que realizó en las escuelas de Shem y Éver, los dos grandes eruditos de la época. En este sentido, la tradición enseña que Yaacov transmitió a su descendencia la importancia del estudio, indicación que recoge la Mishná cuando afirma Talmud Torá kenégued kulam, “el estudio tiene preferencia ante otras virtudes”.

Esta es la gran enseñanza de Yaacov. En segundo lugar sugerimos el valor de la integridad de la familia. No obstante la presencia de cuatro esposas, Yaacov logró el entendimiento y la lealtad entre sus hijos. Está claro que esta relación afectiva fue precedida por una larga trayectoria que incluyó la envidia y los celos, el odio y la agresividad entre los hermanos. Tal vez el episodio del viaje a Egipto en búsqueda de alimentos y la confrontación con el gobernante egipcio que era realmente su hermano Yosef, a quien no reconocieron, fue el agente catalítico para acercar a los hermanos. Pero sobre todo sirvió para que reconocieran los errores que habían cometido en el pasado, especialmente con su hermano Yosef. El crecimiento emocional y espiritual exige la valentía y coraje de enfrentar el error, el pecado en el lenguaje bíblico.

Kol Israel arevim ze lazé: en el colectivo de Israel cada uno es responsable por el prójimo. Esta máxima es un corolario de lo antedicho. Tal como Yaacov terminó sus días en el exilio egipcio, su descendencia sufrió el Galut durante milenios. Tal vez por ello, por tener que enfrentar el peligro de lo desconocido y el rechazo de los habitantes nativos de las diferentes tierras que habitaron donde fueron considerados como forasteros incluso después de siglos de permanencia, desarrollaron un profundo espíritu de solidaridad que les permitió enfrentar la discriminación y el odio que un intolerante, inexplicable y enigmático antisemitismo desató contra ellos.

De estas cualidades que Yaacov dejó como legado a su descendencia se deriva la idea de que el patriarca aún continúa con vida, porque son los elementos fundamentales que han permitido que, de forma paralela a la desaparición de colosales civilizaciones, el pueblo judío haya logrado sobrevivir a todos quienes intentaron exterminarlo.

El culto de la muerte o la consagración de la vida

VAYEJÍ - Génesis XLVII,28 - L

IMG_0208Día a día el hambre se acentuaba en Egipto y sus habitantes habían gastado todos sus recursos en la compra de víveres. Para sobrevivir le vendieron a Yosef su ganado y más adelante le cedieron sus tierras, quedando como esclavos. Por lo tanto, el texto de la Hagadá reza, avadim hayinu lefaró bemitsráyim, fuimos los esclavos del Faraón en Egipto”. No fuimos los esclavos de los egipcios, porque, a su vez, los egipcios, también eran esclavos del Faraón. Yosef decreta la entrega del veinte por ciento de la producción agrícola al tesoro nacional y el resto para el sustento de las familias que siembran las tierras. El sacerdocio egipcio recibe una cuota diaria de pan y por esto les permite retener sus tierras.

El relato bíblico de nuestra lectura semanal señala que Yaacov cumple ciento cuarenta y siete años, habiendo pasado los últimos diecisiete en Egipto, y está por fallecer. Yaacov hace llamar a Yosef y le encomienda trasladar sus restos mortales a la tierra ancestral. Un culto muy importante alrededor de la muerte se había desarrollado en Egipto. Las pirámides son las extraordinarias tumbas de los potentados, donde eran enterrados con sus ropajes más finos, con comida y provisiones para el viaje hacia el Más Allá. Yaacov no desea identificarse con esa especulación (o teología) que coloca el énfasis en una vida ulterior. El judaísmo es una teoría para la vida, que acentúa y valora este mundo y por lo tanto constituye una perspectiva muy diferente a la egipcia. El éxodo no significa únicamente la ruptura con las cadenas de la esclavitud física. El éxodo de Egipto señala una actitud de rebeldía frente a la óptica de los habitantes de ese país y señala una vía alterna, diferente enteramente a la escala de valores allí reinantes.

En una visita a Caracas hace una década, el artista israelí Yaacov Agam argumentó que su arte era un arte judío. Frente a esa afirmación reaccione negativamente. Recordaba las enseñanzas de mi maestro, el finado Dr. Joseph Lookstein, Canciller de la Universidad Bar Ilán y profesor de Yeshiva University. Lookstein solía decir que la sociología judía no existía como tal. Porque no había nada de particularmente judío en la sociología. La sociología es una ciencia que tiene algo que decir sobre los grupos humanos de cualquier origen geográfico o particularidad étnica. Se puede hablar, en cambio, solía decir, de la sociología de los judíos, tal como, por ejemplo, se podía estudiar la sociología de los grupos hispanos, o de las colonias francesas del siglo XVIII. Siguiendo esta línea de argumento supuse que tampoco existía el arte, judío. Agam, sin embargo, se mantenía firme en su punto de vista insistiendo que el arte es, por lo general estático e inmóvil. En cambio, decía, mi arte es dinámico y tiene movimiento. El Judaísmo es una opción diferente frente a la cultura egipcia, continuaba Agam, porque en Egipto se adoraba y admiraba lo inmutable y lo eterno. Las pirámides son una especie de desafío frente al transcurrir de los siglos. Son una manifestación de la victoria del ser humano frente a lo efímero y temporal. La muerte representaba para el egipcio la eternidad. La vida, por ser pasajera, no era merecedora de su atención exclusiva. Únicamente lo eterno podría considerarse sagrado.

Para el judaísmo, ni el lugar ni una edificación (con las notables excepciones del Monte del Templo y del Beit HaMikdash) poseen santidad. El judaísmo santifica el tiempo, los momentos del año que tienen un significado especial, tal como los días festivos sagrados, con el Shabat a la cabeza. Mientras que en Egipto se aprecia y glorifica lo permanente, el judaísmo entroniza el cambio. El crecimiento, el desarrollo y por lo tanto la vida misma, dependen de la posibilidad de cambio y esto radica su importancia vital. Según Agam, su arte, es el arte del cambio y del movimiento. Sus obras se modifican “cambian,” dependiendo de la posición del espectador y del ángulo de visión.

Regresemos a nuestro relato bíblico y nos encontramos con Yosef, acompañado por sus dos hijos, visitando nuevamente a su anciano padre. Acompañado por sus dos hijos. Yaacov está enfermo. Es la primera vez que se menciona el estado de enfermedad en la Torá. Algunos expositores sugieren que, anteriormente, los seres humanos morían repentinamente, sin ninguna señal previa. La enfermedad, como síntoma de una muerte próxima, le otorga a la persona la oportunidad de tomar ciertas decisiones de último momento, que pueden ser de importancia trascendental. Yaacov no reconoce en un principio a los hijos de Yosef pero los bendice al enterarse de su identidad. (Es posible que la relación entre abuelos y nietos no estuviera aún lo suficientemente desarrollada en la sociedad humana). Una parte de la bendición de Yaacov, yesimjá Elohim keEfráyim vejiMenashé, que quiere decir que Dios te considere como a Efráyim y Menashé, servirá de modelo para la bendición de los hijos en las generaciones futuras.

Esta vez, en su lecho de muerte, Yaacov llama a todos sus hijos y dice, “...et asher yikrá etjem beajarit hayamim”,… lo que les acontecerá en el fin de los días”. Dado que lo que sigue es una descripción de la personalidad, o de algún acontecimiento importante en la vida de cada uno de sus hijos, y omite el “final de los días”, nuestros jajamim opinan que, en sus últimos momentos la inspiración divina abandona a Yaacov. En un contexto diferente, había sugerido un significado diferente al término ajarit hayamim, “el fin de los días”. Leemos en el versículo de Devarim (Números) XXXI, 29, que Moshé le dice al pueblo judío, ki yadati ajarei motí…, vekarat etjem haraá beajarit hayamim; “porque sé, que después de mi muerte…, y les ocurrirá el mal en el fin de los días”. En muchas oportunidades los versículos de la Biblia establecen paralelismos. Eso quiere decir que la misma idea se expresa en la primera y en la segunda parte de una oración. Al analizar este recurso literario del paralelismo, ajarei motí, “después de mi muerte,” tiene igual significado que ajarit hayamim, “el fin de los días”. Por lo tanto, sugiero que ajarit hayamim no significa necesariamente, el fin de los días de la humanidad, o sea que no hace referencia a algún concepto apocalíptico. El sentido de ajarit hayamim puede ser simplemente el fin de los días de una persona. Por lo tanto, en nuestro relato, es muy probable que Yaacov no tuviera la intención de predecir y anticipar el desenvolvimiento del futuro de la humanidad, sino opinar acerca de cuál sería el comportamiento de su familia después de su muerte, tomando en cuenta los rasgos individuales de cada uno de sus hijos.

Considero que el concepto de la unidad familiar y el de las relaciones entre sus diversos integrantes fueron evolucionando a través del tiempo. Cuando Caín exclama, “¿acaso soy el guardián de mi hermano?” podría estar enunciando, sin ironía alguna, un hecho que consideraba natural. Caín opinaba, tal vez, que cada uno es entera y únicamente responsable por sí mismo. ¿Cómo explicamos la celeridad y el empeño de Avraham en sacrificar a su hijo Yitsjak, sin por lo menos cuestionar la autenticidad de la orden recibida? ¿Por qué no exige que se le repita el severo y cruel mensaje? ¿No podría haber algún error en su transmisión? ¿Cómo podemos explicar que Yitsjak se dejase engañar por unas pieles que Yaacov se coloca sobre los brazos en el momento de recibir la bendición paterna? ¿Acaso Yitsjak, a pesar de su ceguera, no podía diferenciar entre sus hijos?. Creo que, paso a paso, se fue desarrollando el concepto de las relaciones y el de las responsabilidades paternales y filiales. Yaacov es el primero de los patriarcas en conocer y reconocer individualmente el carácter y la idiosincrasia de cada uno de sus doce hijos. Así lo demuestra en su lecho de muerte al nombrarlos y amonestarlos por sus errores. Tal vez ésta, sea una razón adicional para que el pueblo judío porte el nombre de Benei Israel, los hijos de Yaacov, porque fue el primer patriarca que conoció de cerca a cada uno de sus hijos.