EL POSIBLE PECADO DE MOSHÉ

Parashá Shemot

La figura de Moshé dominará el texto bíblico desde estos capítulos en adelante. Moshé dedicará los últimos cuarenta años de su vida totalmente a las necesidades del pueblo hebreo. De ser un joven favorito de la princesa en la corte del faraón, Moshé se convertirá en un implacable adversario de la monarquía egipcia. Su obsesión es el bienestar del pueblo hebreo y en su defensa está dispuesto a enfrentar incluso al Creador como, por ejemplo, cuando exclama: “Bórrame de tu libro, si es que, tú, Dios, vas a cambiar a este pueblo por otro”. Aunque amonestó al pueblo por sus debilidades, siempre lo defendió ante Dios y sus enemigos terrenales.

Por lo antedicho, es muy difícil entender por qué Dios no le permitió terminar la labor, por qué se le impidió la entrada a la Tierra Prometida. Porque la preocupación de la Torá no es el concepto de libertad, en su concepción abstracta y absoluta. La libertad ha de tener un propósito que, según el texto bíblico, es el servicio a Dios, la vida de acuerdo con las normas contenidas en la Torá, normas que deben propiciar la convivencia y la vida armónica entre los seres humanos. La desobediencia de Moshé –que consistió en asestarle un golpe a la piedra para que de ella brotara agua, en lugar de “hablarle” a esa piedra– no parece ser una falta de suficiente gravedad para el castigo. No se debe olvidar que la Torá ordena Ayin tájat ayin, o sea, que el castigo tiene que ser medido de acuerdo al yerro. No se debe cortar la mano del ladrón, sino que éste debe reponer lo robado, debe ser multado más no mutilado.

Moshé Zippor argumenta que los profetas generalmente tenían que hacer una demostración de poderes extraordinarios para poder ser aceptados como tales por el pueblo.

Por ello, durante el episodio del Sné, el arbusto que no se consumía, Moshé cuestiona cómo podrá convencer al pueblo.

Dios le instruye que coloque su mano bajo su manto y al retirarla, observa que se ha convertido en una mano leprosa.

Al introducir la mano bajo el manto por segunda vez, la lepra se cura milagrosamente. Adicionalmente, Dios le pregunta: Maze beyadeja, ¿qué tienes en la mano? La respuesta fue un bastón, dispositivo que Moshé convertirá en una serpiente.

El Midrash ofrece una lectura diferente de este episodio.

En lugar de Maze, sugiere Mizé, o sea, de este dispositivo vendrá tu castigo. Y así fue: Moshé utilizó el bastón para golpear la piedra en lugar de hablarle, hecho que ocasionó la sentencia según la cual no podría ingresar a la Tierra Prometida.

Tal vez el Midrash está aludiendo a una interpretación diferente de la causa del castigo de Moshé. La lepra aparece en el caso de Miryam, que calumnió a su hermano Moshé, mientras que el bastón que se convierte en una serpiente recuerda a la primera serpiente que convence con un falso argumento a Javá, la primera mujer. Aparentemente, sus expresiones acerca de la poca fe del pueblo, Vehem lo yaaminu bi, “y ellos (el pueblo hebreo) no me creerán”, o tal vez Mamrim heyitem im HaShem, “rebeldes fuisteis (en contra de Dios)” fueron los verdaderos pecados de Moshé.

Esta idea también aparece en otro episodio según el Midrash. Cuando Moshé sale en defensa de un esclavo hebreo, hecho que al día siguiente es referido por otros hebreos cuando no permiten que Moshé haga las paces entre ellos, al reclamarle: “¿Acaso piensas matarnos, tal como hiciste con el egipcio?”, Moshé reflexiona: Ajén nodá hadavar, “he sido descubierto”. Pero el Midrash interpreta esta frase de manera diferente. Moshé se dice que ha descubierto la razón de la esclavitud: ésta se debe a la falta de lealtad y sinceridad de los hebreos, que están dispuestos a delatarlo ante las autoridades.

Aunque el judaísmo destaca la importancia de la acción, la Mitsvá –que rige el comportamiento y las relaciones entre el hombre y su prójimo, entre el hombre y Dios–, existe la premisa de la intención pura, la palabra adecuada, el sentimiento sincero, el amor y la lealtad. Tal vez el pecado de Moshé consistió en una falta de confianza acerca de la sinceridad del pueblo: menospreció su crecimiento espiritual, que se fue desarrollando e incrementando desde el momento de la aparición de los patriarcas en el marco de la historia de la Humanidad.