EL AMANECER REVELADOR

Parashá Koraj

Los momentos de crisis y desafío ocasionan que broten a la superficie características humanas que, en situaciones diferentes, permanecen desapercibidas o inertes. Los peligros y retos que los hebreos tuvieron que enfrentar en el desierto, aunados a la escasez de los alimentos y del agua, tuvieron un efecto negativo sobre el ánimo del pueblo. El nerviosismo, la intranquilidad y el temor seguramente fueron el orden del día. Se debe considerar que, de acuerdo a los jajamim, solamente una quinta parte del pueblo escuchó el llamado de Moisés; la gran mayoría permaneció en Egipto. Además, el éxodo incluyó a centenares de miles de esclavos no judíos que se valieron de este evento histórico para escapar del yugo de la esclavitud. Lamentablemente, la absoluta mayoría de estos gentiles no tenían anclaje en moralidad alguna, carecían de la visión de una vida productiva y, en la ausencia de una mística acerca del futuro, se rebelaron y rindieron ante cualquier obstáculo que se presentó en el desierto.

No obstante lo antedicho, quienes enarbolaron la rebelión que presentó el mayor reto a la autoridad de Moshé y Aharón fueron algunos integrantes de su propia tribu, que celaron el hecho de que dos hermanos se hubiesen repartido el liderazgo monárquico y religioso del pueblo. El líder de la rebelión fue Kóraj, primo de Moshé y Aharón, poseedor de una gran fortuna de acuerdo al Midrash. Como en otros momentos de la historia, no fueron los pobres ni los humildes quienes adversaron activamente al liderazgo, sino aquellos que opinaban que eran ellos quienes debían haber accedido al poder.

Para dirimir la controversia, Moshé sugirió: majar veyodá HaShem, “con el nuevo amanecer Dios hará saber” quien tiene la razón en esta controversia. Es preciso analizar por qué Moshé no optó por un juicio para que se resolviera la situación de inmediato. ¿Cuál era su intención al postergar la decisión? Tal vez pensó que los rebeldes consultarían y reflexionarían, que tendrían una oportunidad para hacer enmiendas y reconocer que Moshé y Aharón eran los “servidores” del pueblo y no las personas que ambicionaban el poder.

Es posible que no pensaran con claridad en el momento del enfrentamiento. Tal vez se encontraban ebrios, bajo los efectos de una sobre dosis de auto estima que los cegaba frente a la realidad. Moshé postergó la decisión porque quería dar una oportunidad a la reflexión, para que Kóraj y sus doscientos cincuenta seguidores –miembros de la elite de las tribus– pudieran sopesar el alcance de su acción.

Una muy novedosa resolución para esta pregunta apunta que Moshé quería darle a Kóraj y sus seguidores una oportunidad para consultar con sus esposas, porque las mujeres nunca se rebelaron durante los cuarenta años de travesía por el desierto. Se debe recordar que las comadronas hebreas que asistían los partos fueron las primeras en desobedecer el instructivo del faraón, y señalaron el camino de la desobediencia civil ante los crueles edictos de los egipcios. La mujer hebrea había demostrado un profundo sentido de justicia y valentía, simultáneamente.

La noción de “Majar veyodá HaShem” enseña que, con el amanecer, cuando el futuro se convierta en el presente, será aparente dónde radica la justicia y a quién acompañaba la razón. Para el ser humano, esté amanecer se sitúa en el futuro pero, para Dios, la historia –tanto la anterior como la posterior– se revelan como un presente actualizado.

Kóraj y sus seguidores veían en el liderazgo una oportunidad para el ejercicio brutal del poder o, tal vez, una circunstancia oportuna para el incremento de sus bienes materiales. Para Moshé y Aharón era una misión de servicio al pueblo: recordemos que, en un principio, durante el episodio de la “zarza ardiente”, Moshé había rehusado aceptar la tarea que Dios le encomendó.

Una de las cualidades fundamentales del líder es su capacidad de anteponer las necesidades del colectivo a sus intereses personales. Incluso tiene que dar prioridad a los requerimientos de la sociedad por encima del bienestar de su propia familia. Los hijos de Moshé, por ejemplo, no heredaron el liderazgo y se conocen pocos datos acerca de sus características personales. La suerte y el destino del colectivo es la preocupación constante y el norte del líder auténtico.

La historia ha reconocido los méritos especiales de Moshé, que incluyen sus persistentes admoniciones a los hebreos; pero, al mismo tiempo, su disposición a “ser borrado del libro de Dios” si ello fuera necesario para salvar a su pueblo. Por un lado es el gran legislador pero, al mismo tiempo, es el autor de Az yashir Moshé (el Canto del Mar), ese poema litúrgico que entonaron los hebreos al cruzar el mar Rojo, para salvarse de las hordas egipcias que los perseguían. Moshé fue legislador, guerrero y poeta, campos en los que expresó la profundidad de su espiritualidad.

Moshé nunca comprometió sus principios básicos, ni demostró un espíritu de venganza contra quienes lo adversaron. En algunas ocasiones, frente a las enormes responsabilidades que el liderazgo implica, cuestionó sus habilidades y talentos personales para cumplir adecuadamente con sus múltiples responsabilidades. Y cuando llegó el momento, no dudó en transmitir el manto del liderazgo al joven Yehoshua, que conduciría al pueblo a la conquista de la Tierra Prometida.

EL DESAFÍO INOPORTUNO

Parashá Koraj

La proximidad del relato de la rebelión contra Moshé y el episodio de los Meraglim, los espías que entregaron un informe negativo y desalentador después de su visita exploratoria de

la Tierra Prometida, implica que Kóraj y sus seguidores decidieron que ese era el momento oportuno para retar el liderazgo de sus primos Moshé y Aharón. El desánimo se había apoderado del pueblo debido a la sentencia Divina de que tendría que caminar sobre las arenas del desierto por cuarenta años y por ello, era oportuno crear la figura de un chivo expiatorio sobre quien descargar los errores, que en este caso fue Moshé y quienes lo acompañaban en el liderazgo.

El comentarista Ibn Ezra opina que en realidad la rebelión de Kóraj ocurrió después del episodio del Éguel Hazahav, el culto del “Becerro de Oro” que condujo a la selección de la Tribu de Leví como el grupo que se dedicaría al servicio religioso, al culto del Dios único. Esta selección fue hecha en reemplazo de los primogénitos porque habían participado en la idolatría del Éguel Hazahav. Kóraj, hijo primogénito, se sintió afectado por el cambio, al igual que Datán y Aviram, y los jefes de las diferentes tribus, porque cada uno de ellos era también un primogénito.

En desacuerdo con lo antedicho, Rambán indica que se debe seguir el orden cronológico de la Torá, a menos que exista una razón contundente. Y dado que nuestros capítulos son contiguos al episodio de los Meraglim, se debe concluir que la rebelión de Kóraj efectivamente tuvo lugar en ese momento de la historia del pueblo.

El argumento de Rambán se basa en los hechos que siguieron al episodio de estos espías. El pueblo elevó quejas que no están definidas en el texto bíblico, lamentos que, según algunos, eran una manifestación de la insolencia y el aburrimiento, producidos por la monotonía ambiental del desierto: el descontento producido por el fracaso de la misión de los Meraglim. Más aún: después de que el pueblo clama por carne, ya que se sentía insatisfecho con el cotidiano Maná que llovía del cielo, se produce la ira Divina, que se traduce en la muerte de miles.

En este entorno de frustración por el desarrollo de los hechos, se apersona Kóraj y cuestiona la legitimidad de ciertos preceptos o su aplicación, bajo la tesis de que los desaciertos tenían un responsable: Moshé. ¿Por qué la rebelión no ocurrió después del episodio del Éguel Hazahav, de acuerdo a Rambán? Porque después de aquel episodio, cuando Dios manifestó su disposición de escoger un pueblo diferente, Moshé salió en defensa de los hebreos y exclamó: Mejeni na, “si tú, Dios, escoges a otro pueblo, bórrame del libro que has escrito”. La noble actitud de Moshé tuvo eco en los sentimientos de los hebreos, hecho que impidió, en aquel momento, cualquier reto a su liderazgo.

Pero ahora, después del fracasado intento de conquista de la tierra, Kóraj estimó que el pueblo apostaría por una nueva dirección y guía. Como hombre de gran fortuna, pensó que podría utilizar el pragmatismo y el ingenio que le permitieron alcanzar el éxito material. Dado que Moshé no había salido en defensa del pueblo en este caso con la misma energía que lo había hecho después del “Becerro de Oro”, Kóraj pensó que había llegado el momento oportuno para el desafío.

El desenvolvimiento de los hechos señala que el liderazgo del pueblo requería habilidad y preparación, pero también necesitaba el consentimiento Divino, la voluntad de Dios. Mientras que en un principio el liderazgo reposó sobre los primogénitos sin tomar en cuenta sus cualidades individuales, Dios optó luego por la tribu de Leví, por un grupo que demostró lealtad y valentía en el caso del episodio del Éguel Hazahav. Dentro de la propia tribu de Leví se hizo otra escogencia: sería Aharón y su descendencia la estirpe que tendría que ser entrenada para servir como maestros y guías, conocedores de la Ley revelada en el monte Sinaí para su transmisión al resto del pueblo.

En el caso de Moshé, Dios dictaminó que el factor hereditario no sería determinante. Sus hijos, Gershom y Eliézer, desaparecen de la historia, y su sucesor será Yehoshúa, miembro de una tribu diferente. Porque la Torá se adquiere por el esfuerzo individual, el resultado de la constancia en el estudio y la autenticidad de la fe de la persona.

A FAVOR DE LA CONTROVERSIA

Parashá KÓRAJ

El villano de estos capítulos es Kóraj, individuo procedente de la casta sacerdotal de la tribu de Leví, que cuestionó la escogencia de Moshé y Aharón como las autoridades máximas del pueblo. El argumento que encontró eco en los oídos de otros miembros de la tribu de Leví fue simple: ¿por qué fueron seleccionados ellos, por qué se escogió a dos hermanos?

En realidad, ya que el pueblo estaba compuesto por “santos”, porque al escuchar la palabra de Dios en el monte Sinaí cada hebreo había adquirido “santidad”, no existía una razón válida para que Moshé y Aharón se colocaran por encima del resto pueblo hebreo. Cabe destacar que, como en muchos otros casos, quienes retan al establishment generalmente incluyen argumentos populares y democráticos: se muestran como los defensores de los derechos de las masas.

No obstante, cabe plantear: ¿acaso no son provechosos el reto y la controversia? La tradición judía estimula la lucha por la paz y el entendimiento. De acuerdo con nuestros jajamim, “la controversia conduce al derrame de sangre en una ciudad”. Sin embargo, en Pirkei Avot leemos que “la controversia ‘en nombre del cielo’ perdura”. ¿Cuál es la tipología de esa controversia? Por ejemplo, en las discusiones entre Hillel y Shamai es la respuesta de la Mishná. No hay duda de que tanto como Hillel como Shamai fueron fieles a las enseñanzas de sus maestros y la diferencia de opinión se basó únicamente en sus interpretaciones diferentes del texto bíblico.

Mientras que la ausencia de la agresión física es indispensable para el desarrollo de una sociedad, porque la violencia y los odios impiden, por ejemplo, dedicarse a la solución de los desafíos que presentan la pobreza y la desigualdad entre las clases sociales, las diferencias de opinión e interpretación; en cambio, son caldo de cultivo para el perfeccionamiento de una idea. Al enfrentar una opinión diferente, el individuo tiene que intentar un entendimiento más profundo de su propio enfoque intelectual.

El problema fundamental con el desafío de Kóraj es que el argumento religioso sólo era una fachada para ocultar su ambición del poder. Más aún, las condiciones inhóspitas del desierto no permitían el desgaste de la energía del pueblo.

Para enfrentar la incertidumbre del entorno del desierto se requería la solidaridad y la lealtad, especialmente de la tribu de Leví, en cuyo seno reposaba el liderazgo.

Moshé aparece como el perenne defensor de su pueblo cuando Dios insinúa que lo castigará. La primera reacción de este líder ante una transgresión, incluso una tan seria como la del éguel hazahav, el becerro de oro, es implorar el perdón divino. En cambio, cuando la rebelión se produce contra su persona, Moshé queda inmóvil y desconcertado.

Quienes asumen un cargo público no perciben el porqué del rechazo a su liderazgo, especialmente cuando consideran que sus motivaciones son nobles y genuinas. Moshé quedó estupefacto cuando su “primo” Kóraj lo retó. La Torá afirma: uvenei Kóraj lo metu, “los descendientes de Kóraj no murieron”, no sufrieron el castigo de su padre, quien murió tragado por la tierra. Pero hay quienes alegan que las riñas continúan en cada generación porque “los descendientes de Kóraj no murieron”, porque siguen con vida aquellos que, por celo o envidia, tratan de socavar el liderazgo auténtico.