Dejó D-ios de hablarnos?

A veces pensamos que la comunicación con el creador es un espacio exclusivo de los patriarcas bíblicos o de aquellos muy elevados espiritualmente. Será que D-ios no nos habla hoy en día? Este y otros conceptos interesantes comento en la entrega que les presento hoy. Escuchen disfruten y comenten. Gracias por el constante apoyo y los comentarios que me impulsan a ofrecer más y mejores videos.

¿A quién le está permitido soñar?

MIKÉTS Génesis XLI - XLIV,17

IMG_0185Las habilidades y los encantos de Yosef le habían servido bien en Egipto, pero, al mismo tiempo, le crearon enormes dificultades. Potifar lo había adquirido de los mercaderes que lo trajeron al país y le encargó la dirección del manejo de su hogar. Todo iba bien hasta que la esposa de Potifar se sintió insultada porque Yosef no respondió a sus insinuaciones amorosas. Yosef termina encarcelado pero nuevamente, gracias a sus talentos y a su encantadora personalidad, obtiene una posición privilegiada. Junto con él, se encuentran presos el copero y el pastelero del Faraón. Ambos sueñan y Yosef se ofrece a interpretar sus sueños, de acuerdo con las indicaciones que reciba de Dios. Las explicaciones de Yosef son acertadas, porque tal como lo había predicho el pastelero es ejecutado y el copero es devuelto a sus funciones en el palacio real.

Nuestra lectura comienza también con sueños. Esta vez es el mismo Faraón quien sueña que sheva parot, “siete vacas”, yefot maré uveriot basar, “bellas a la vista y de carne sana,” emergen del río. Pero seguidamente surgen del río otras siete vacas, y estas últimas son raot maré vedakot basar, “tienen mala apariencia y son escasas de carne”. Las vacas flacas se comen a las vacas gordas y el Faraón despierta. El Faraón duerme nuevamente, y sueña ahora que sheva shibolim, “siete espigas” sanas y buenas salen de una misma caña. Y de pronto brotan siete espigas adicionales “delgadas y sacudidas por un viento oriental”. Las espigas delgadas se tragan a las buenas, y el Faraón se despierta de su sueño. Al amanecer, el Faraón manda llamar a sus astrólogos y consejeros, pero nadie puede explicarle el significado de sus sueños. Entra a la escena el copero, que le dice al Faraón: et jataai aní mazkir hayom, “hago memoria de mis errores”. Estando en la cárcel, continúa el copero, purgando mis faltas, me encontré con un joven hebreo que interpretó correctamente los sueños del pastelero y los míos. El copero sugiere que se le consulte a Yosef los sueños del Faraón.

Las necesidades del Faraón producen un cambio radical en el destino de Yosef, es liberado de la prisión de las catacumbas y presentado en la Corte. El Faraón repite el contenido de sus sueños, añadiendo detalles que Yosef se presta a interpretar, señalando que es Dios quien responderá con paz para su majestad. Las siete vacas gordas y las siete vacas flacas anuncian siete años de abundancia seguidos por siete años de escasez, afirma Yosef. La repetición del sueño implica que es urgente tomar medidas para evitar las consecuencias económicas negativas del período de escasez. Pues, según el sueño del Faraón, se notaba que el cuerpo de las vacas flacas permanecía igualmente desnutrido aun después de haberse comido a las vacas gordas. Esto indica que los siete años de pobreza serían tan intensos que el olvidaría la abundancia anterior. El Faraón estima que Yosef es la persona más competente de su entorno. Lo nombra gran administrador del reino, para que proceda almacenar cantidades suficientes de alimentos durante la época de abundancia lo que les permitirá sobrevivir durante los siete años de hambruna que seguramente sobrevendrán.

Está claro ahora que los sueños ocupan un lugar importante en la narrativa bíblica, comenzando con Yaacov y culminando con el Faraón. Para la Biblia, el soñar no es un fenómeno inconsecuente. Los sueños son portadores de mensajes importantes y, por lo tanto, es necesario estudiarlos y esforzarse por entenderlos. El finado activista Israelí de la Mizraji, Baruch Duvdevani, solía señalar la siguiente interpretación aleccionadora. La imagen del sueño aparece también, por ejemplo, en el Salmo CXXVI, “…beshuv HaShem et shivat Tsiyón”… cuando Dios trajo de vuelta a los que retornaron a Tsiyón; hayinu kejolmim, “éramos como los que sueñan”. A primera vista, según Duvdevani, la expresión del Salmo no parece ser la más apropiada. Tal vez sería correcto que fuéramos considerados como soñadores antes de nuestro retorno a Zion. Una vez en la tierra ancestral, deberíamos ser calificados como vencedores, como aquellos que lograron su propósito. La palabra soñador no parece ser la más acertada para la descripción deseada. Por ahora, dejemos inconcluso este punto, para retornar a nuestro relato bíblico.

Es notable que en los primeros capítulos de la Torá, nuestros antepasados, Yaacov y Yosef sueñan; y luego sueñan los egipcios, el pastelero, el copero y el Faraón. La habilidad de soñar está en nuestro pueblo y en los egipcios. Este hecho tiene que ver, tal vez, con la misma naturaleza de los sueños. Los sueños son manifestaciones auténticas de nuestra voluntad y deseos profundos, mensajes del inconsciente que por alguna razón no osamos, o no nos permitimos, o somos incapaces de verbalizar en estado consciente. Al dormir, nos sobreponemos a las inhibiciones y nuestra imaginación queda en total libertad para expresar los anhelos y las ambiciones más profundas y genuinas. En muchas ocasiones, no entendemos el mensaje de los sueños, porque el lenguaje de los sueños es simbólico. Acudimos a expertos para que traduzcan las imágenes de los sueños a términos que nos sean comprensibles, tal como Yosef lo hace con el Faraón. Y si los sueños son la manifestación de lo que realmente queremos, sin freno alguno, pudiéramos concluir que uno sueña únicamente cuando se encuentra en un lugar seguro, es propicio e indispensable para hacerlo, y esto sucede en la propia casa y sobre la tierra propia. Por lo tanto, los hebreos sueñan en Canaán. Pero en Egipto, sólo los egipcios sueñan. Más aún, en Egipto, el hebreo tiene que estar atento a los deseos y a los caprichos de sus anfitriones. En Egipto, el hebreo tiene que saber “interpretar” las corrientes y la dirección de la dirigencia de la sociedad que lo circunda. En tierra ajena uno “deja de soñar” y debe ser realista para estar alerta al significado y al alcance de los sueños de otros.

Tal vez éste sea también el sentido de la imagen utilizada por el salmista en el capítulo citado. Seremos como soñadores cuando regresemos a Tsiyón porque únicamente en Tsiyón puede el judío soñar. Únicamente en Tsiyón puede el judío permitirse aflojar las riendas de sus inhibiciones y permitir que sus legítimos anhelos y deseos florezcan. Únicamente en Tsiyón puede el judío desarrollar y concretar sus talentos culturales y espirituales y de esta manera hacer un aporte más significativo que en el pasado, en pro del progreso de la humanidad.

Hoy somos testigos, del extraordinario renacimiento del idioma hebreo y de una variada y fructífera literatura en esta lengua. La actividad cultural en Israel, que se puede medir por la asistencia masiva a conciertos y teatros, por el número de los lectores de periódicos, revistas y libros- demuestra que, ella es una de las más vibrantes e intensas del mundo. Simultáneamente, la creatividad intelectual en el campo de los estudios judaicos no tiene parangón en la historia. El número de yeshivot y de universidades que se dedican a la investigación de los textos sagrados y a un mejor y más amplio entendimiento de nuestro pasado se ha multiplicado. Esto, y mucho más, sucede porque beshuv HaShem et shivat Tsiyón, hayinu kejolmim, porque al regresar a tierra ancestral, podemos nuevamente soñar y dar libre expresión a nuestras inquietudes creativas en Torá, en las artes y en la cultura, y en la adquisición del conocimiento.

 

La guerra y la paz en la perspectiva bíblica

Parashá KI TETZÉ - Deuteronomio XXI,10 - XXV

El tema primario de nuestra lectura semanal es el de las guerras que invariablemente ocurren periódicamente. En particular, nuestra generación a la que ha tocado ser testigo del exterminio de una tercera parte del pueblo judío, los horrores de Bosnia, y del África Central conoce el sufrimiento y la desesperación, la crueldad y la inhumanidad que son el resultado de la guerra. Porque ein báyit asher ein bo met, no existe hogar judío que no haya sufrido en carne propia el Holocausto que los nazis cometieron. Por lo tanto, una de las características esenciales de la era mesiánica, que es sinónimo de armonía y de convivencia, de entendimiento y de amor entre los seres humanos, es la ausencia de conflictos bélicos. Estas son las palabras del profeta Yeshayahu: vehayá beajarit hayamim…, vejitetú jarvotam leitim vajaninotehem lemazmerot, lo yisá goi el goi jérev veló yilmedú od miljamá; que quiere decir, “y ocurrirá al fin de los días…, y convertirán sus espadas en arados, y sus lanzas en hoces, ninguna nación levantará espada contra otra nación, ni aprenderán más la guerra”. En nuestros días, que son anteriores a esta era mesiánica, debemos estudiar el texto bíblico que contiene una serie de ordenanzas cuyo objetivo es el de mitigar el drama de toda guerra.

La conquista inicial de la tierra de Canaán se lleva a cabo luchando y derramando sangre. En la tradición judía estas guerras se ubican bajo el rubro de miljémet mitzvá, un concepto que se puede traducir como el de una guerra ordenada por la Divinidad en el primer período de nuestra historia colectiva. Desde luego que la noción de una guerra sancionada u ordenada por Dios, colide con una de nuestras ideas básicas sobre la deidad. El texto de la bendición de los kohanim, por ejemplo, concluye implorando que Dios nos otorgue la paz. La palabra shalom que significa paz, es utilizada para el saludo diario destacando de esta manera nuestro anhelo constante de armonía y tranquilidad. La fe auténtica en Dios debe resultar en una especie de paz interna. En fin, no podemos concebir al Creador sin que ello implique a la noción de paz. En el kadish, que se ha transformado en una oración por los fallecidos, afirmamos, osé shalom bimeromav, Hu yaasé shalom alenu, que quiere decir, “Quien hace la paz en las alturas, El nos otorgará la paz (en la tierra)”.

En busca de respuesta a la dificultad planteada, podemos subrayar que el momento histórico al cual hacemos referencia, se caracteriza por los sacrificios humanos y las más grandes aberraciones en el comportamiento social. Por lo tanto, los efectos de la conquista pueden considerarse como un castigo para los pueblos conquistados. Sin embargo, se puede señalar que había opciones diferentes. Posiblemente, el camino a seguir debía haber sido el didáctico. En lugar de exterminar a los residentes de la tierra prometida de Canaán, existía la opción de que nuestros antepasados les enseñaran la verdad descubierta por el patriarca Avraham. Está claro por ejemplo, que los Aséret hadibrot, que son los Diez Mandamientos, podían haber sido utilizados para diseminar una nueva ley moral en esas tierras. Otra posibilidad podía haber sido la insistencia en el cumplimiento de las sheva mitzvot debenei Nóaj, que son las siete leyes básicas de la época de Nóaj. De esta manera, los residentes de Canaán se hubieran podido incorporar a la gran familia monoteísta que se estaba creando en el seno de la humanidad. Pero existía el enorme peligro que el pueblo judío también pudiera sucumbir a la idolatría.

Las investigaciones científicas de la historia y de la arqueología nos llevan a la conclusión de que en el pasado hubo personajes extraordinarios que concibieron la noción de un solo Dios. El célebre Faraón Ikhnaton, por ejemplo, era esencialmente monoteísta. No obstante, ninguno de estos descubrimientos religiosos sobrevivieron en la sociedad. Fueron intentos fugaces, destellos de luz que se consumen instantáneamente. Su corta duración se deba, tal vez, al hecho de que aparecen en medio del politeísmo reinante y no pueden resistir ni a su embate constante ni al reto del facilismo y del placer característico de la idolatría. Es curioso observar que el politeísmo se distingue por su tolerancia. Los griegos que concentraron a sus múltiples dioses en el Monte Olimpo, podían concebir la existencia de deidades adicionales. Por tanto, cuando conquistaban tierras nuevas, acostumbraban rendir homenaje a la deidad local, porque consideraban que éste los había ayudado en su victoria. En cambio, el monoteísmo, es muy celoso. No permite que el Dios único otorgue espacio vital alguno a otro dios. Existe un solo Dios y nadie más.

Es muy probable que el judaísmo también hubiera sucumbido ante la idolatría que reinaba por doquier. La historia nos enseña que durante el período del primer Beit HaMikdash, el Templo de Jerusalem, la idolatría y su concomitante casta sacerdotal a veces se involucraban en ritos ajenos, lo que constituía un problema fundamental para el desarrollo espiritual de nuestro pueblo. Por lo tanto, era necesario erradicar, en lo posible, todo vestigio de la atractiva y contagiosa idolatría que fomenta la licencia sexual y la ciega embriaguez religiosa.

Además de la mencionada guerra de conquista de la Tierra Prometida, nuestra tradición considera dos tipos adicionales de guerra. En el caso de agresión externa se debe responder con miljémet jová, que quiere decir una guerra obligada. El mélej, que es el rey de Israel, no requiere del consentimiento de ningún cuerpo deliberante para enfrentar una agresión bélica de esta naturaleza. En cambio, en el caso de miljémet reshut, que hace referencia a una guerra optativa cuyo propósito sea el de agrandar los límites del país, se necesita la aprobación previa del Sanhedrín, el cuerpo de setentiún notables religiosos. Después las fuerzas armadas deben ser informadas sobre el propósito de la guerra. (En el período de la guerra de Vietnam, nos encontramos con el hecho que la nación norteamericana desconocía al propósito y el alcance del conflicto. Esta fue una de las razones por las que el gobierno no obtuvo el apoyo mayoritario de su pueblo). Nuestro texto inicial que reza, ki teitzei lamiljamá al oiveja, quiere decir que cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, argumenta para que nuestros jajamim exijan que se compruebe que realmente se trata de oiveja, que significa tus enemigos.

De acuerdo a las instrucciones de nuestro texto, los oficiales tenían que hablarle al pueblo señalando, mi haish asher baná báyit jadash veló janajó yelej veyashov leveitó…, “qué hombre hay que haya construido una casa y no la haya estrenado, que se vaya y vuelva a su casa, no sea que muera en la guerra y otro estrene su casa”. El haber plantado una viña y el haber esposado una mujer y no haberla tomado, eran igualmente razones suficientes para no tener que participar en la guerra. Igualmente podían abstenerse de ir a la guerra hayaré veharaj levav, “el temeroso y el de corazón débil”.

Primero se le debe ofrecer al adversario la posibilidad de la paz, según el Talmud. La aceptación por el enemigo de las leyes básicas de Nóaj, es una razón suficiente para no matar a ningún ser viviente. En tal caso, se puede imponer la servidumbre y exigir el pago de ciertos impuestos. Cuando se establece un sitio a una ciudad debe descuidarse la vigilancia de uno de los lados del perímetro, para permitir que escape quien desee salvarse. No se deben cortar los árboles que dan frutos comestibles y hay que permitir la entrada del agua necesaria.

En el Talmud nos encontramos con la siguiente observación: kol zemán sheIsrael mistaklín klapei maalá hem mitgabrim, veim lav noflim, que quiere decir que mientras (el pueblo de) Israel tiene su mirada fijada hacia el cielo es victorioso; si no, la caída es inevitable. Esta enseñanza hace alusión al mérito relativo del propósito de las guerras las que deben tener metas y beneficios sociales importantes. Desde luego que hay quienes argumentan que toda guerra es diabólica, aun sí se toma en cuenta la posibilidad de que algunos de sus objetivos tengan una intención noble. Los países latinoamericanos, por ejemplo, prefieren sus propias dictaduras frente a la alternativa, por ejemplo, de una intervención armada norteamericana.

No obstante las instrucciones contenidas en nuestro texto que fueron interpretadas ampliamente por nuestros jajamim para atenuar los desastres de los conflictos bélicos, nuestras aspiraciones y deseos tienen como norte el entendimiento y la armonía entre los pueblos. Jarvotam leitim, la conversión de las espadas en arados, es el símbolo y el lema para una mayor humanización de nuestro conflictivo globo terráqueo.