Avraham el revolucionario

LEJ LEJÁ-Génesis XII -XVII

Según nuestra tradición, hay diez generaciones entre Adam y Nóaj, y otras diez generaciones entre este último y Avraham. En las últimas líneas de la lectura anterior se nos informa que Téraj, el padre de Avraham, abandona la ciudad de Ur y se dirige a Canaán. En el camino se detienen por un tiempo en Jarán donde fallece Téraj. Es entonces cuando Avraham escucha la orden Divina Lej lejá…, “vete del hogar de tus padres a la tierra que te mostraré”. Es oportuno, en este momento, recordar la primera anotación de Rashí en Bereshit que anticipa la respuesta a una posible pregunta. ¿Por qué empieza la Torá con Bereshit? Para hacernos saber que fue Dios quien creó este mundo y por lo tanto El, y únicamente El, tiene el derecho de otorgar cualquier parte de la geografía terrestre a un pueblo. Y es Dios quien ahora le ordena a Avraham emprender una travesía hacia Canaán, asegurándole luego que esas tierras serán legadas para siempre a sus descendientes, porque Dios, el Creador, puede disponer de cualquier parte de su creación.

Avraham es seleccionado por Dios como progenitor de un pueblo que va a romper con la normas y con la idolatría que imperan en el mundo en ese momento y que revolucionará el mundo de las ideas. Esa ruptura con el pasado tiene que ser completa. La enseñanza del Midrash de que Avraham destruye los ídolos en el hogar de su padre Téraj es muy aleccionadora. Para poder concebir la existencia de un solo Dios, Avraham tiene que ser, primero, iconoclasta. Tiene que cuestionar y separarse de lo que, con el tiempo, sería una proposición fracasada, para poder recomenzar con una visión nueva y revolucionaria del ser humano y de su lugar en el cosmos. El rompimiento tiene que ser con la familia, la sociedad y la geografía. Avraham acata, por lo tanto, su primera instrucción Lej lejá, porque para poder sembrar ideas nuevas tiene que ir al exilio, hacia una tierra desértica no contaminada por la multiplicidad de dioses y el culto corrupto que los acompaña. Con el desplazamiento de Avraham de su tierra ancestral, empieza la historia del pueblo judío. Es la historia de continuos traslados de lugar a lugar. Es la reseña del descubrimiento de un solo Dios y de los subsiguientes encuentros con El. Es el énfasis en los sentimientos de responsabilidad por familia y  pueblo pasiones que con el tiempo abarcarán a toda la humanidad.

Maasé avot simán labanim, “lo que ocurre con los patriarcas señala pauta para sus descendientes”, y efectivamente, la historia del pueblo judío puede estudiarse también desde la perspectiva de sus viajes periódicos, de las expulsiones y de los afincamientos. De su echar raíces en tierras que luego se ve obligado a desalojar. No cabe duda de que las fuentes del cosmopolitismo y del enfoque universal del pensamiento judío se consolidaron, en parte, como resultado de haberse visto obligado a adaptarse a entornos diferentes y a sociedades diversas. En múltiples ocasiones, el judío le dio una definición diferente al concepto de bienes inmuebles. Para el mundo gentil un bien inmueble está relacionado con la tierra, con algo que tiene una ubicación específica, ligado a la geografía y a todas las bienhechurías realizadas. Para el judío el único inmueble, en el sentido de las cosas que no pueden ser movidas o cambiadas, era el contenido de su intelecto. Permanencia era un calificativo para lo que había aprendido y no para lo que tenía, para lo que había llegado a ser y no para lo que había logrado poseer. Los muebles y los inmuebles le podían ser arrebatados, pero nadie podía despojar al judío de los bienes que su intelecto había acumulado, de lo que había estudiado y de lo que había aprendido.

Al llegar a Canaán, Dios le dice a Avraham que le va a entregar esas tierras a sus hijos y en agradecimiento, Avraham construye un altar al Eterno. Esta promesa se repite en estos capítulos, y la misma es ampliada para asegurarle que sus descendientes serán numerosos como el polvo de la tierra. Y cuando en una oportunidad, Avraham se queja por no tener hijos todavía, Dios le sugiere que cuente el número de estrellas en el cielo, porque sus descendientes serán tan numerosos como ellas. Esta vez, la promesa incluye un berit, que es un pacto con un ceremonial y además Avraham es informado del exilio futuro y de la esclavitud de sus descendientes en una tierra ajena (Egipto). Finalmente, este berit entre Avraham y Dios es formalizado exigiéndosele la circuncisión (berit milá) para él y para sus descendientes.

El berit milá se ha convertido en una de las ceremonias más importantes y más respetadas en la tradición judía. Se considera que el berit es el momento de la iniciación del recién nacido en el seno de su pueblo. En realidad, la falta del berit impide únicamente la participación en el consumo del Korbán Pésaj que es el cordero pascual de la noche del Séder de Pésaj. Sin embargo, en el folklore de nuestro pueblo, el berit es, sin duda, el rito indispensable para pertenecer a la comunidad judía. Para Rambam, el berit constituye una enseñanza muy importante, porque a través de esta ceremonia se enseña que el sacrificio personal, el dar de uno mismo, es indispensable en la relación hombre-hombre y en la relación hombre-Dios.

Uno de los párrafos de esta lectura semanal cuenta que Avraham tiene que “bajar” a Egipto. (En el lenguaje de la Biblia, a Israel se sube, y a Egipto se baja debido a la diferencia de altitud sobre el nivel del mar. De allí el concepto de aliyá, que es subida, porque el inmigrar a Israel es un ascenso, una subida). Avraham se dirige a Egipto con su esposa Sarai, porque hay una hambruna en Canaán. Avraham se percata de que por ser Sarai muy bella, ello puede resultar en que los egipcios, al saber que Sarai es su esposa lo asesinen para apoderarse de ella. Para evitar esta posibilidad, Avraham le pide a Sarai que oculte su relación matrimonial con él y que afirme que son hermanos. Según nuestros jajamim, Avraham no miente al decir que Sarai es su hermana, porque pertenecen a la misma familia. Sarai, además de ser la esposa de Avraham, era también su sobrina. Cabe destacar que era costumbre de aquellos tiempos apoderarse de toda bella mujer para disfrute del monarca, eliminando al esposo, si fuera necesario. Tradicionalmente, nos preocupamos por justificar el comportamiento de los patriarcas y muchas veces no tomamos en cuenta la cruel realidad del ambiente donde predicaban su mensaje. La costumbre generalizada de los egipcios de secuestrar a toda mujer hermosa para abusar sexualmente de ella, pasa casi inadvertida.

  La enseñanza de Avraham no es únicamente de orden intelectual y teológico. La gran revolución de los patriarcas es que el monoteísmo supone y obliga a un comportamiento humano práctico y muy definido. El entorno de aquel entonces era un mundo de robos y de secuestros, de ofrendas humanas para aplacar a los poderes sobrenaturales. Los primeros capítulos de la Torá hacen especial énfasis en lo cotidiano de la vida familiar, en episodios hogareños que enseñan que la creencia en un solo Dios tiene que tener eco en nuestra moral y en nuestro diario comportamiento. Dios está en los cielos, pero el hombre tiene que incorporarlo y darle entrada efectiva a su quehacer cotidiano en la tierra. Así enseña nuestra tradición, Dios creó el universo, pero fue Avraham quien introdujo a Dios en la tierra de los hombres. De otra manera, Dios hubiera permanecido sólo como motivo de especulación teológica para algunas mentes privilegiadas. Esta constante relación directa entre el Creador y el ser humano, de causa y efecto, es la enseñanza primordial de los patriarcas. Con el tiempo, Dios revelará al hombre, con todo detalle, cuáles son las implicaciones prácticas de esta relación. Esto se dará en el segundo libro Shemot, Éxodo, en el episodio de la revelación Divina de los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí.

Puede la perfección destruir al hombre?

La Torá empieza con la creación, estableciendo la relación entre “el creador y lo creado”, define el respeto que debemos tener sobre la obra de D-os. No podemos olvidar que los avances del conocimiento, la “perfección” del hombre actual puede tener consecuencias funestas. Escuchen mis reflexiones al respecto.

Estudio de la Torá. ¿Porqué repetimos lo mismo año tras año?

Unas de las aspectos básicas que caracteriza al judío es el estudio de la Torah. Hay quienes creen que bienes materiales son los que más nos interesan, y no los desperdiciamos, apreciamos eso también. Pero lo más importante es el estudio. Las experiencias en la vida son lo más importante y no las cosas materiales, eso nos caracteriza desde el momento en que Dios reveló Su Voluntad en el monte Sinaí a Moisés y luego trasmitido al pueblo judío. Todo lo escrito en la Torah, dictado directamente por Dios a Moisés. Estudiamos la Torá todos los días, día y noche, hay una obligación de estudiar la Torah. En realidad en la misma Torá encontramos algo diferente “Veshinantam levaneja” “Y enseñaras a tus hijos”, claro está, si tú quieres enseñarle algo a alguien tienes que saberlo primero.

Sin embargo, hay un versículo que se cita muchas veces sobre el estudio de la Torá que reza así “Vehaguita bo yomam valaila”, “Te concentrarás, pensarás, estarás consciente a todo momento de la palabra de Dios día y noche”.

¿Dónde está escrito ese versículo? No está en la Torá, está en el libro de Josué que sigue a la Torá. Mi maestro, el Gaón Harav Josef Soloveitchik en una oportunidad dijo lo siguiente: ¿Saben por qué no está en la Torá? Porque mientras Moisés vivía, cualquier persona que tenía un problema o no entendía algo, siempre podía acudir a Moisés y él le diría cuál es la solución al enigma. Pero una vez que Moisés falleció, nos dimos cuenta de que ya no teníamos más ese marco de referencia, cada uno de nosotros tenía que estudiar.

Cada generación está más conscientes de la obligación de estudiar. Debemos pensar acerca del hecho que el estudio transforma a la persona.

Uno es diferente antes del estudio y después del estudio. Se lee la Torá en la sinagoga anualmente, se termina el ciclo empezando en Simjat Torá y se termina en Simjat Torá del año siguiente, desde Bereshit (Génesis) hasta el final.

¿Qué sentido tiene leer el mismo libro año tras año. Bueno, si se considera que la Torá contiene sabiduría infinita, la sabiduría de Dios, uno nunca termina de entenderla y cada vez que uno la lee, uno la estudia, uno entiende algo nuevo. Pero algo también muy importante, es que cualquier lectura, cualquier estudio, es el intercambio entre dos, la fuente y la persona que está estudiando. La Torá no cambia pero la persona va cambiando y cada año adquirimos nuevas experiencias y cuando leemos los mismos capítulos de la Torá al año siguiente, estamos leyendo como un ser diferente debido a las experiencias que tuvimos ese año. A fin de cuenta creo que más que una obligación, el estudio de la Torá es más bien un privilegio porque con el estudio tú creces como ser humano, como judío, como padre, como hermano, como ser humano para el resto de tu vida.