¿Por qué leer de nuevo la Torá?

Cada año volvemos a leer los cinco libros de la Torá. Por qué volver a leerlo por siglos, año tras año? Parte de esa explicación la comparto en este video. Muchas gracias por escuchar y leer mis publicaciones. Compartan con amigos y familiares. Comenten, pues disfruto mucho de leer sus ideas. Recuerden visitar www.pynchasbrener.com para encontrar todo lo que he producido en estos 8 años. La empresa productora que me apoya es www.bestshotproduction.com

EL PACTO DIOS-HOMBRE

BERESHIT

Cada lectura de los textos bíblicos es diferente. El texto es inmutable, el lector cambia. Por ello, el comienzo de un nuevo ciclo de la Torá constituye un hito en la evolución intelectual y espiritual del judío.

El reto de los primeros capítulos del Génesis no desaparece: es el desafío de quienes proponen que la Torá es en realidad un compuesto basado en textos primarios. Este hecho resalta con la repetición de la historia de la creación del universo porque, según algunos, representa una huella de los textos que sirvieron al supuesto autor o autores humanos de las Sagradas Escrituras.

Según muchos exégetas tradicionales, existe una razón didáctica para las dos versiones. Mientras que el primer capítulo constituye un relato general sobre los orígenes de lo que nos rodea, el segundo capítulo es específico: se concentra en la historia del hombre, quien es el punto de referencia terrenal de la creación y, en especial, su relación única con el Creador: sólo el ser humano puede entrar en una correspondencia mutua con Dios, un “berit”, pacto, que establece obligaciones de parte y parte. La historia religiosa de la Humanidad se refiere a la estructura y condiciones de este “berit”, las violaciones y los cumplimientos que invariablemente tienen que ver con ese “pacto” con Dios. Cuando la relación con Dios se fractura, encontramos la semilla de la destrucción, hecho que se ve incrementado con el proceso imparable de la globalización, que ha convertido al globo terráqueo en una aldea.

Los Jajamim, los sabios, estaban atentos a las dificultades textuales, por ello sostuvieron serias discusiones acerca de la inclusión de algunos textos en el compendio del Tanaj, la Biblia. En particular, el libro de Ester presentó la gran interrogante: ¿acaso es posible insertar dentro de las Escrituras Sagrados un texto que no menciona el nombre de Dios? Tomaron una decisión afirmativa debido a la frase: “kiyemú vekibelú hayehudim aleihem veal zaram veal kol hanilvim aleihem veló yaavor lihyot osim…”, “los judíos decidieron que ellos, su simiente y todos los que se les unieran, continuasen observando escrupulosamente conforme a lo establecido…”. El cumplimiento de los instructivos de Ester y Mordejai a la población judía fue el hecho decisivo para que el libro de Ester fuese incluído en el canon de la Biblia. Además de la crítica que se puede efectuar con referencia al texto, se debe tomar en cuenta la influencia que el escrito ha ejercido para corregir y perfeccionar la disposición y actitud moral de la sociedad.

El relato del Génesis es majestuoso. La creación no es el resultado de una colisión de voluntades entre los dioses, el producto de cataclismos que se produjeron en el cosmos. El mundo nace como expresión de la voluntad de Dios, quien con la expresión “Vayomer Elohim”, “Y Dios dijo”, colocó a la idea y al pensamiento por encima de cualquier actividad física. Bereshit enseña que hay propósito en la creación, no se trata de un universo en el cual reinan el caos y la incertidumbre, el capricho y el azar. Existe un creador y por lo tanto coexiste la finalidad y el designio.

La ubicación del hombre y de la mujer en el idílico Gan Eden, el Jardín de Edén, muestra una naturaleza amiga que provee el fruto para el sustento. Cuando esta naturaleza se rebela puede ser amaestrada o controlada, se puede hacer construcciones antisísmicas, por ejemplo. En cambio, quien hace peligrar, de manera sostenida, la existencia de la especie humana es el hombre mismo debido a su agresividad, cualidad probablemente indispensable para el crecimiento y el desarrollo, la evolución y el perfeccionamiento, pero que demanda un precio altísimo. Por ello, la Torá exige que la conducta del hombre se rija por un conjunto de leyes que sabiamente enseña el judaísmo, según una revelación directa del Creador que recibió en Sinai. Dios no podía abandonar su creación en manos de esos seres a quienes dotó con gran inteligencia y cuyo potencial puede tomar el rumbo de la construcción o de la destrucción. Para asegurar la supervivencia de la especie y de la naturaleza junto con la flora y fauna que posee, legisló la Mitsvá para asegurar un comportamiento que garantice Yemot HaMashíaj, “los días del Mesías, una era de convivencia que no será una consecuencia de la Voluntad de Dios, sino que será el producto del convencimiento de su creación de última hora, en el sexto día: el ser humano.

THE GOD-MAN COVENANT

BERESHIT

Each reading of the biblical texts is different. The text is immutable, the reader changes. Therefore, the beginning of a new cycle of the Torah constitutes a milestone in the intellectual and spiritual evolution of the reader.

The challenge of the first chapters of Genesis does not disappear.

It is the challenge of those who propose that the Torah is actually

a composite based on primary texts. This fact is highlighted by the repetition of the story of the creation of the universe. Because, according to some scholars, it manifests a trace of some prior texts that served the alleged human author or authors of the Holy Scripture.

However, according to many traditional exegetes, there is a didactic reason for both stories of the creation. While the first chapter constitutes a general account of the origins of all that surrounds us, the second chapter is specific: it concentrates on the history of man, who is the reference point of the narrative.

It underlines the unique relationship with the Creator because only humans can enter into a mutual correspondence with God. This is a “berit”, a pact, which establishes obligations on both sides. The religious history of Humanity refers to the structure and conditions of this “berit”, and the

violations and compliance that invariably happen with this “covenant” with God. When the relationship with God fractures, we find the seed of destruction, a fact that is increased with the unstoppable process

of globalization, which has turned the globe into a village.

The Chachamim, the sages, were attentive to these textual difficulties,

and for this reason, they held discussions about the inclusion of some texts in the compendium of the Tanakh, the Bible.

In particular, the book of Esther raised a big question: Is it possible to include in the Sacred Scriptures a text that does not mention the name of God? They decided affirmatively because of the phrase: “Kiyemu vekibelu hayehudim aleihem veal zar’am veal kol hanilvim aleihem veal yaavor lihyot osim… ”, “the Jews decided that they, their seed and all who joined them, should continue to scrupulously observe according to the established… ”. Compliance with the instructions of Esther and Mordechai to vow again to follow the instructions of the Torah, was the decisive fact for the book of Esther to be included in the canon of the Bible.

The Genesis account is majestic. Creation is not the result of a collision of wills between the gods, or the product of cataclysms that occurred in the cosmos. The world is born as an expression of the will of God, who

with the expression “Vayomer Elohim”, “And God said”, placed idea and thought above any physical activity or action.

Bereshit teaches that there is a purpose in creation. It is about a universe in which apparent chaos and uncertainty reign together with caprice and chance. But there is a Creator and, therefore, purpose and design must also coexist with the mentioned chaos.

The location of men and women in an idyllic Gan Eden, the Garden of Eden, shows a friendly nature that provides fruit for sustenance. However, when nature rebels it can be constrained and controlled. Anti-seismic constructions can be erected, for example.

On the other hand, the existence of the human species is endangered by

man himself because of his aggressiveness, a quality that strangely may also be indispensable for his own growth and development, evolution, and improvement.

Therefore, the Torah demands that the conduct of man be governed by a set of laws that were revealed by the Creator at Sinai. God could not abandon his creation solely in the hands of those beings whom he endowed with great intelligence and who are capable of construction or destruction. To ensure the survival of the species and of nature with the flora and fauna it possesses, the Mitsva, a set of norms of behavior had to be instituted also in order to guarantee the arrival of an eventual era, Yemot HaMashiach, “the days of the Messiah, an era of coexistence and harmony that will not be a consequence of the Will of God but will be the product of the conviction and behavior of his last creation on the sixth day of Bereshit: the human being.

Avraham el revolucionario

LEJ LEJÁ-Génesis XII -XVII

Según nuestra tradición, hay diez generaciones entre Adam y Nóaj, y otras diez generaciones entre este último y Avraham. En las últimas líneas de la lectura anterior se nos informa que Téraj, el padre de Avraham, abandona la ciudad de Ur y se dirige a Canaán. En el camino se detienen por un tiempo en Jarán donde fallece Téraj. Es entonces cuando Avraham escucha la orden Divina Lej lejá…, “vete del hogar de tus padres a la tierra que te mostraré”. Es oportuno, en este momento, recordar la primera anotación de Rashí en Bereshit que anticipa la respuesta a una posible pregunta. ¿Por qué empieza la Torá con Bereshit? Para hacernos saber que fue Dios quien creó este mundo y por lo tanto El, y únicamente El, tiene el derecho de otorgar cualquier parte de la geografía terrestre a un pueblo. Y es Dios quien ahora le ordena a Avraham emprender una travesía hacia Canaán, asegurándole luego que esas tierras serán legadas para siempre a sus descendientes, porque Dios, el Creador, puede disponer de cualquier parte de su creación.

Avraham es seleccionado por Dios como progenitor de un pueblo que va a romper con la normas y con la idolatría que imperan en el mundo en ese momento y que revolucionará el mundo de las ideas. Esa ruptura con el pasado tiene que ser completa. La enseñanza del Midrash de que Avraham destruye los ídolos en el hogar de su padre Téraj es muy aleccionadora. Para poder concebir la existencia de un solo Dios, Avraham tiene que ser, primero, iconoclasta. Tiene que cuestionar y separarse de lo que, con el tiempo, sería una proposición fracasada, para poder recomenzar con una visión nueva y revolucionaria del ser humano y de su lugar en el cosmos. El rompimiento tiene que ser con la familia, la sociedad y la geografía. Avraham acata, por lo tanto, su primera instrucción Lej lejá, porque para poder sembrar ideas nuevas tiene que ir al exilio, hacia una tierra desértica no contaminada por la multiplicidad de dioses y el culto corrupto que los acompaña. Con el desplazamiento de Avraham de su tierra ancestral, empieza la historia del pueblo judío. Es la historia de continuos traslados de lugar a lugar. Es la reseña del descubrimiento de un solo Dios y de los subsiguientes encuentros con El. Es el énfasis en los sentimientos de responsabilidad por familia y  pueblo pasiones que con el tiempo abarcarán a toda la humanidad.

Maasé avot simán labanim, “lo que ocurre con los patriarcas señala pauta para sus descendientes”, y efectivamente, la historia del pueblo judío puede estudiarse también desde la perspectiva de sus viajes periódicos, de las expulsiones y de los afincamientos. De su echar raíces en tierras que luego se ve obligado a desalojar. No cabe duda de que las fuentes del cosmopolitismo y del enfoque universal del pensamiento judío se consolidaron, en parte, como resultado de haberse visto obligado a adaptarse a entornos diferentes y a sociedades diversas. En múltiples ocasiones, el judío le dio una definición diferente al concepto de bienes inmuebles. Para el mundo gentil un bien inmueble está relacionado con la tierra, con algo que tiene una ubicación específica, ligado a la geografía y a todas las bienhechurías realizadas. Para el judío el único inmueble, en el sentido de las cosas que no pueden ser movidas o cambiadas, era el contenido de su intelecto. Permanencia era un calificativo para lo que había aprendido y no para lo que tenía, para lo que había llegado a ser y no para lo que había logrado poseer. Los muebles y los inmuebles le podían ser arrebatados, pero nadie podía despojar al judío de los bienes que su intelecto había acumulado, de lo que había estudiado y de lo que había aprendido.

Al llegar a Canaán, Dios le dice a Avraham que le va a entregar esas tierras a sus hijos y en agradecimiento, Avraham construye un altar al Eterno. Esta promesa se repite en estos capítulos, y la misma es ampliada para asegurarle que sus descendientes serán numerosos como el polvo de la tierra. Y cuando en una oportunidad, Avraham se queja por no tener hijos todavía, Dios le sugiere que cuente el número de estrellas en el cielo, porque sus descendientes serán tan numerosos como ellas. Esta vez, la promesa incluye un berit, que es un pacto con un ceremonial y además Avraham es informado del exilio futuro y de la esclavitud de sus descendientes en una tierra ajena (Egipto). Finalmente, este berit entre Avraham y Dios es formalizado exigiéndosele la circuncisión (berit milá) para él y para sus descendientes.

El berit milá se ha convertido en una de las ceremonias más importantes y más respetadas en la tradición judía. Se considera que el berit es el momento de la iniciación del recién nacido en el seno de su pueblo. En realidad, la falta del berit impide únicamente la participación en el consumo del Korbán Pésaj que es el cordero pascual de la noche del Séder de Pésaj. Sin embargo, en el folklore de nuestro pueblo, el berit es, sin duda, el rito indispensable para pertenecer a la comunidad judía. Para Rambam, el berit constituye una enseñanza muy importante, porque a través de esta ceremonia se enseña que el sacrificio personal, el dar de uno mismo, es indispensable en la relación hombre-hombre y en la relación hombre-Dios.

Uno de los párrafos de esta lectura semanal cuenta que Avraham tiene que “bajar” a Egipto. (En el lenguaje de la Biblia, a Israel se sube, y a Egipto se baja debido a la diferencia de altitud sobre el nivel del mar. De allí el concepto de aliyá, que es subida, porque el inmigrar a Israel es un ascenso, una subida). Avraham se dirige a Egipto con su esposa Sarai, porque hay una hambruna en Canaán. Avraham se percata de que por ser Sarai muy bella, ello puede resultar en que los egipcios, al saber que Sarai es su esposa lo asesinen para apoderarse de ella. Para evitar esta posibilidad, Avraham le pide a Sarai que oculte su relación matrimonial con él y que afirme que son hermanos. Según nuestros jajamim, Avraham no miente al decir que Sarai es su hermana, porque pertenecen a la misma familia. Sarai, además de ser la esposa de Avraham, era también su sobrina. Cabe destacar que era costumbre de aquellos tiempos apoderarse de toda bella mujer para disfrute del monarca, eliminando al esposo, si fuera necesario. Tradicionalmente, nos preocupamos por justificar el comportamiento de los patriarcas y muchas veces no tomamos en cuenta la cruel realidad del ambiente donde predicaban su mensaje. La costumbre generalizada de los egipcios de secuestrar a toda mujer hermosa para abusar sexualmente de ella, pasa casi inadvertida.

  La enseñanza de Avraham no es únicamente de orden intelectual y teológico. La gran revolución de los patriarcas es que el monoteísmo supone y obliga a un comportamiento humano práctico y muy definido. El entorno de aquel entonces era un mundo de robos y de secuestros, de ofrendas humanas para aplacar a los poderes sobrenaturales. Los primeros capítulos de la Torá hacen especial énfasis en lo cotidiano de la vida familiar, en episodios hogareños que enseñan que la creencia en un solo Dios tiene que tener eco en nuestra moral y en nuestro diario comportamiento. Dios está en los cielos, pero el hombre tiene que incorporarlo y darle entrada efectiva a su quehacer cotidiano en la tierra. Así enseña nuestra tradición, Dios creó el universo, pero fue Avraham quien introdujo a Dios en la tierra de los hombres. De otra manera, Dios hubiera permanecido sólo como motivo de especulación teológica para algunas mentes privilegiadas. Esta constante relación directa entre el Creador y el ser humano, de causa y efecto, es la enseñanza primordial de los patriarcas. Con el tiempo, Dios revelará al hombre, con todo detalle, cuáles son las implicaciones prácticas de esta relación. Esto se dará en el segundo libro Shemot, Éxodo, en el episodio de la revelación Divina de los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí.

La Bondad como Plan de la Creación

BERESHIT-Génesis I - VI,8

Los primeros capítulos de la Torá son fascinantes. La Biblia describe con abundancia de detalles tanto la creación del cosmos como la de nuestro primer antepasado universal Adam. Todo se lleva a cabo en seis días, y el séptimo día Shabat, es el día de descanso para todas las criaturas vivientes que han sido creadas. A diferencia, de los otros días sagrados de nuestro calendario, el Shabat es proclamado como el día cuando cesa el trabajo para toda la humanidad, la cual es condición esencial de la creación del mundo. El día semanal de descanso no tiene nada que ver ni con el color de la piel del individuo ni con la religión que éste profece o que incluso desconoce. Este concepto del derecho inherente al descanso, está siendo ampliado hoy en muchas sociedades donde a sus integrantes se les otorgan dos días de descanso semanales. En un futuro relativamente mediato, podríamos tener que enfrentar situaciones que obliguen a otorgar un número mayor de estos días para poder repartir el trabajo existente entre muchos. En la antigüedad en cambio, la noción de un día obligatorio de descanso semanal fue una idea revolucionaria cuya aceptación por los estamentos de poder requirió de un largo período de tiempo.

Nuestros jajamim entendieron que la creación del universo se hizo yesh meayin, una creación “de la nada”. O sea que Dios no utilizó ninguna materia existente para crear nuestro universo. Dios recurrió a elementos que existían antes para formar el mundo. Aristóteles, en cambio consideraba que la materia siempre existió y que el universo era el resultado de la transformación de dicha materia. Existen razonamientos, aparentemente válidos, que conducen a conclusiones similares a las del pensamiento griego. La tradición judía, en cambio, sostiene que únicamente Dios es anterior al universo. El, Dios, es el único Ser, la única existencia que no obedece a los parámetros de tiempo y de lugar, conceptos y medidas físicas pertenecientes a nuestro mundo, y, por lo tanto, creadas igualmente por Dios. Rambam en sus trece aní maamín, un poema que recitamos en la sinagoga y que resume estos trece principios, considera la eternidad de Dios como uno de los pilares de nuestra fe. Empieza con las palabras Adón Olam, el Eterno Señor, que es una referencia a la eternidad de Dios.

Los parshanim, los expositores del Pentateuco, están divididos en cuanto a la manera como se llevó a cabo la creación. Rashí, por ejemplo, considera que la creación total se realizó en el primer instante, (la teoría del big bang). Durante los siguientes seis días, se concretó la ubicación correcta de cada uno de los elementos de la creación. De tal modo, el sol y la luna, que regulan nuestros días, fueron creados en el primer instante. Su colocación celestial específica tuvo lugar recién en el cuarto día. Otros comentaristas comparten la noción de que el universo fue efectivamente creado en seis días. Obviamente, existen muchas interrogantes que se prestan a diversas explicaciones. Si el sol fue creado en el cuarto día, ¿cómo se mide el primer día de la creación? La duración del día depende del sol, o sea del tiempo de la rotación de la tierra alrededor de su eje y que puede medirse únicamente a través de algún punto de referencia externo. Por lo tanto, el primer día de la creación pudo haber tenido una duración de segundos o tal vez fue un lapso de centenares de millones de años.

En su primer comentario sobre el texto, Rashí cuestiona el comienzo de la Biblia con Bereshit, que es el relato de la creación del universo. Según la pregunta de Rabí Yitzjak, a quien Rashí cita la Biblia debería haber comenzado por un capítulo diferente. El capítulo que sugiere como propio para Bereshit es aquel en el que se ordena al pueblo judío seleccionar un cordero para ofrecerlo en sacrifico antes de la salida de Egipto. Parece, entonces que en la concepción de Rashí, y seguramente en la de muchos otros, la Biblia no es un libro de historia, sino el documento que contiene las instrucciones Divinas para el comportamiento humano. Por lo tanto, la Torá debería haber empezado con la primera enseñanza que recibieran nuestros antepasados. Según el criterio de nuestros jajamim, cada una de las palabras contenidas en este Libro de Libros tiene que ser analizada y estudiada. Cada versículo exige una reflexión para deducir lo que podemos aprender de cada relato bíblico. Incidentalmente, Rashí, tal como lo señalamos, cita a Rabí Yitzjak. En vista de que el padre de Rashí tenía el mismo nombre, (la palabra Rashí está compuesta por las iniciales de Rabí Shimón Yitzjaki) algunos fueron de la opinión que la cita de este Rabí Yitzjak fue producto de la imaginación de Rashí, que quiso rendir homenaje a su difunto padre quien tenía el mismo nombre, ya que la fuente primaria de esta cita no ha sido encontrada. El padre de Martín Buber, gran investigador de los textos sagrados de nuestra tradición, descubrió un texto original del Midrash Tanjuma, y en efecto, allí, en esa versión del Midrash, aparece el citado comentario de Rabí Yitzjak. (Esta versión del Midrash es conocida como el Tanjuma de Bober).

El lenguaje bíblico de los primeros capítulos tiene riquezas y tesoros especiales que se han incorporado a nuestro folklore y al lenguaje cotidiano. Por ejemplo, al final de la creación de cada día, la Torá dice: vayar Elohim ki tov, “y Dios vio que era bueno”. Según el relato de la Torá, Dios no concluyó un trabajo completo el día lunes, y al día siguiente, martes, Dios terminó la obra del lunes y la del día martes. Dado que al término del día viernes se da por terminada la obra de la creación, la Biblia reza: vayar Elohim… vehiné tov meod. “Dios vio… que era muy bueno”. Haciéndose eco de estas dos particularidades, se considera que los días martes y viernes son especialmente favorables para el inicio de una nueva empresa. Por este motivo, muchas personas escogen estos días para mudarse a un nuevo hogar. El martes por la repetición de la frase ki tov y el viernes por las palabras tov meod.

Este mismo versículo vayar Elohim…, “y Dios vio que era bueno”, también es motivo de un comentario muy original. Según el cual La Biblia parece implicar que Dios sería como un artista humano quien después de unas cuantas pinceladas sobre el lienzo, se aleja del mismo para gozar de una visión panorámica, y así poder emitir un juicio sobre la obra. Es como si Dios, al término de la creación del día, al pronunciar ki tov, emitiese un juicio favorable, aprobase lo hecho. Se sugiere que tal vez deberíamos traducir la palabra vayar, en el sentido de “mostrar”, o sea que en lugar de “y Dios vio”, deberíamos entender “y Dios mostró”, hizo visible su creación. O sea que Dios creó el mundo en una dimensión diferente y luego permitió que Su creación pudiera verse en nuestro mundo tridimensional. ¿Qué quieren decir, entonces, las palabras ki tov, “porque era bueno”? La referencia ya no es a la obra concluida. Según esta interpretación, ki tov, se refiere al mismo Dios, y quiere decir “porque Dios es bueno”. Dios mostró, o hizo visible Su creación, porque El es bueno. Bondad, por tanto, quiere decir compartir. Dios hizo visible al mundo para que la humanidad pudiera ser partícipe de Su creación. Una de las primeras lecciones que podríamos aprender del texto bíblico es que ser bueno quiere decir compartir las cosas. Ser bueno quiere decir ayudar a los que tienen menos. El afortunado tiene que repartir lo que tiene con el menos afortunado, el rico tiene que darle al pobre. Compartir quiere decir “partir con” lo que tenemos con otros seres humanos, tal como Dios lo hizo en el acto de la creación. Porque si no compartimos no puede haber existencia y sobrevivencia en nuestro universo. Ki tov, ser bueno, de acuerdo con esta interpretación, forma parte integral de la creación.

ALGUNAS MARAVILLAS DE LA CREACIÓN

Parashá Bereshit

El ciclo anual de la lectura y el estudio de la Torá, empezando nuevamente con Bereshit, conduce al asombro y la reverencia por el majestuoso despliegue y formulación de las etapas de la creación del universo. Seis días de creación que colocaron cada elemento en su sitio, desde la luz, que fue creada en el primer día; un proceso que culminó con la creación del hombre en el crepúsculo del séptimo día.

Desde sus inicios, la ciencia cuestionó la veracidad de este relato, que consideró simplista y elemental. Las últimas estimaciones científicas ubican la edad del universo en unos quince mil millones de años, cifra muy diferente al año 5765 que iniciamos. Existen numerosas explicaciones para esta diferencia cósmica, explicación es que tiene base científica y que, al mismo tiempo, toma en cuenta el primer capítulo de Bereshit. Personalmente, me identifico con quienes afirman que el número 5765 es un aproximado para la edad del mundo civilizado, tal como lo conocemos.

Moshe Kaveh, presidente de la universidad Bar Ilan, ha reflexionado sobre este tema haciendo varias observaciones interesantes. En el relato de Bereshit tropezamos con una primer dificultad al indagar de dónde provino la luz que Dios creó el primer día, en la ausencia del sol que recién sería creado el cuarto día. Debido a esta aparente incoherencia, Rashí sostiene que todas las luminarias en efecto fueron creadas durante el primer día, sólo que fueron colocadas en su lugar apropiado recién el cuarto día. Esto implica que la probable duración del día durante el proceso de la creación era totalmente diferente a nuestra experiencia actual. De tal manera que la cifra 5765, de años integrados por días de una duración de veinticuatro horas, no corresponde necesariamente a la edad del universo.

¿Qué quiere decir la Torá en los primeros versículos con la frase que Dios pronuncia: “¡Que se haga la luz!”? De acuerdo con Kaveh, dado que el ojo humano está limitado a cierto sector del espectro, si la temperatura de la superficie del sol fuese significativamente diferente, el ser humano no podría “ver” la luz.

La creación de dos luminarias, una para regir durante el día y la otra para reinar durante la noche es comentada en el Midrash. Aparentemente, la luna se había quejado ante Dios y alegó que no era posible que dos entidades compartieran una sola corona. Como un castigo por este injusto clamor que exteriorizaba el celo y la envidia, el Creador decidió disminuir el tamaño de la luna. Kaveh apunta que aunque más del sesenta por ciento de las estrellas nacen en pares de las grandes nubes de gases y polvo en el universo, nuestro sistema pertenece al grupo que contiene una sola estrella, el sol.

¿De dónde provino la luna? Existen varias teorías. La más probable atribuye su origen a una colisión cósmica entre un cuerpo celestial del tamaño del planeta Marte y la Tierra. El resultado fue la creación de la Luna, que contiene un material proveniente de este cuerpo espacial y el polvo terrenal. Y aunque la Luna es muchísimo más pequeña que el Sol, su relativa cercanía a la Tierra, en una perfecta proporción con la distancia entre la Tierra y el Sol, permite que se visualice tal como si fuera de un tamaño similar al Sol. Y así tenemos dos luminarias: una para el día y la otra para la noche, cuando la Luna refleja la luz del Sol.

La Torá no es un libro de cosmología, no obstante, al encontrar una concordancia entre las teorías científicas y el texto sagrado, este hecho constituye una prueba adicional acerca de su autenticidad y veracidad.

Esta breve incursión en algunos aspectos del primer capítulo de Bereshit no debe desviar nuestra atención de su contenido aleccionador, porque la Torá es, ante todo, un tratado moral que identifica con gran precisión cuál debe ser el comportamiento del ser humano. Cada relato que contiene debe ser visto como una enseñanza por la conducta ética del hombre. Incluso el capítulo de la creación debe producir el respeto por todos los elementos que integran la naturaleza, porque todo proviene de Dios.

De acuerdo a la tradición judía, el hecho de que el ser humano haya sido creado al final de este proceso, implica de cierta manera que todo fue hecho para el beneficio del hombre.

Al mismo tiempo, Dios marcó cuál debía ser el comportamiento del hombre cuando al colocarlo en el Gan Eden le instruyó que debía leovdó uleshomró, trabajar y cuidar el jardín. Aunque esta instrucción fue indicada para la primera pareja, continúa vigente hasta el presente.

EL PACTO DIOS-HOMBRE

Parashá BERESHIT

Cada lectura de los textos bíblicos es diferente. El texto es inmutable, el lector cambia. Por ello, el comienzo de un nuevo ciclo de la Torá consitutye un hito en la evolución intelectual y espiritual del judío.

El reto de los primeros capítulos del Génesis no desaparece: es el desafío de quienes proponen que la Torá es en realidad un compuesto basado en textos primarios. Este hecho resalta con la repetición de la historia de la creación del universo porque, según algunos, representa una huella de los textos que sirvieron al supuesto autor o autores humanos de las Sagradas Escrituras.

Según muchos exégetas tradicionales, existe una razón didáctica para las dos versiones. Mientras que el primer capítulo constituye un relato general sobre los orígenes de lo que nos rodea, el segundo capítulo es específico: se concentra en la historia del hombre, quien es el punto de referencia terrenal de la creación y, en especial, su relación única con el Creador: sólo el ser humano puede entrar en una correspondencia mutua con Dios, un berit que establece obligaciones de parte y parte. La historia religiosa de la Humanidad se refiere a la estructura y condiciones de este berit, las violaciones y los cumplimientos que invariablemente tienen que ver con ese “pacto” con Dios. Cuando la relación con Dios se fractura, encontramos la semilla de la destrucción, hecho que se ve incrementado con el proceso imparable de la globalización, que ha convertido al globo terráqueo en una aldea.

Los jajamim estaban atentos a las dificultades textuales, por ello sostuvieron serias discusiones acerca de la inclusión de algunos textos en el compendio del Tanaj. En particular, el libro de Ester presentó la gran interrogante: ¿acaso es posible insertar dentro de las Escrituras Sagrados un texto que no menciona el nombre de Dios? Tomaron una decisión afirmativa debido a la frase: kiyemú vekibelú hayehudim aleihem veal zaram veal kol hanilvim aleihem veló yaavor lihyot osim…, “los judíos decidieron que ellos, su simiente y todos los que se les unieran, continuasen observando escrupulosamente conforme a lo establecido…”. El cumplimiento de los instructivos de Ester y Mordejai a la población judía fue el hecho decisivo para que el libro de Ester fuese incluído en el canon de la Biblia. Además de la crítica que se puede efectuar con referencia al texto, se debe tomar en cuenta la influencia que el escrito ha ejercido para corregir y perfeccionar la disposición y actitud moral de la sociedad.

El relato del Génesis es majestuoso. La creación no es el resultado de una colisión de voluntades entre los dioses, el producto de cataclismos que se produjeron en el cosmos. El mundo nace como expresión de la voluntad de Dios, quien con la expresión Vayomer Elohim, “Y Dios dijo”, colocó a la idea y al pensamiento por encima de cualquier actividad física. Bereshit enseña que hay propósito en la creación, no se trata de un universo en el cual reinan el caos y la incertidumbre, el capricho y el azar. Existe un creador y por lo tanto coexiste la finalidad y el designio.

La ubicación del hombre y de la mujer en el idílico Gan Eden muestra una naturaleza amiga que provee el fruto para el sustento. Cuando esta naturaleza se rebela puede ser amaestrada o controlada, se puede hacer construcciones antisísmicas, por ejemplo. En cambio, quien hace peligrar, de manera sostenida, la existencia de la especie humana es el hombre mismo debido a su agresividad, cualidad probablemente indispensable para el crecimiento y el desarrollo, la evolución y el perfeccionamiento, pero que demanda un precio altísimo. Por ello, la Torá exige que la conducta del hombre se rija por un conjunto de leyes que sabiamente enseña el judaísmo, según una revelación directa del Creador que recibió en Sinai. Dios no podía abandonar su creación en manos de esos seres a quienes dotó con gran inteligencia y cuyo potencial puede tomar el rumbo de la construcción o de la destrucción. Para asegurar la supervivencia de la especie y de la naturaleza junto con la flora y fauna que posee, legisló la mitsvá para asegurar un comportamiento que garantice Yemot HaMashíaj, una era de convivencia que no será una consecuencia de la Voluntad de Dios, sino que será el producto del convencimiento de su creación de última hora, en el sexto día: el ser humano.

Dejó D-ios de hablarnos?

A veces pensamos que la comunicación con el creador es un espacio exclusivo de los patriarcas bíblicos o de aquellos muy elevados espiritualmente. Será que D-ios no nos habla hoy en día? Este y otros conceptos interesantes comento en la entrega que les presento hoy. Escuchen disfruten y comenten. Gracias por el constante apoyo y los comentarios que me impulsan a ofrecer más y mejores videos.

La bondad como plan de la Creación

Génesis I - VI,8 - BERESHIT

IMG_0088Los primeros capítulos de la Torá son fascinantes. La Biblia describe con abundancia de detalles tanto la creación del cosmos como la de nuestro primer antepasado universal Adam. Todo se lleva a cabo en seis días, y el séptimo día Shabat, es el día de descanso para todas las criaturas vivientes que han sido creadas. A diferencia, de los otros días sagrados de nuestro calendario, el Shabat es proclamado como el día cuando cesa el trabajo para toda la humanidad, la cual es condición esencial de la creación del mundo. El día semanal de descanso no tiene nada que ver ni con el color de la piel del individuo ni con la religión que éste profese. Este concepto del derecho inherente al descanso, está siendo ampliado hoy en muchas sociedades donde a sus integrantes se les otorgan dos días de descanso semanales. En un futuro relativamente mediato, podríamos tener que enfrentar situaciones que obliguen a otorgar un número mayor de estos días para poder repartir el trabajo existente entre muchos. En la antigüedad en cambio, la noción de un día obligatorio de descanso semanal fue una idea revolucionaria cuya aceptación por los estamentos de poder requirió de un largo período de tiempo.

Nuestros jajamim entendieron que la creación del universo se hizo yesh meayin, una creación “de la nada”. O sea que Dios no utilizó ninguna materia existente para crear nuestro universo. Dios recurrió a elementos que existían antes para formar el mundo. Aristóteles, en cambio consideraba que la materia siempre existió y que el universo era el resultado de la transformación de dicha materia. Existen razonamientos, aparentemente válidos, que conducen a conclusiones similares a las del pensamiento griego. La tradición judía, en cambio, sostiene que únicamente Dios es anterior al universo. El, Dios, es el único Ser, la única existencia que no obedece a los parámetros de tiempo y de lugar, conceptos y medidas físicas pertenecientes a nuestro mundo, y, por lo tanto, creadas igualmente por Dios. Rambam en sus trece aní maamín, un poema que recitamos en la sinagoga y que resume estos trece principios, considera la eternidad de Dios como uno de los pilares de nuestra fe. Empieza con las palabras Adón Olam, el Eterno Señor, que es una referencia a la eternidad de Dios.

Los parshanim, los expositores del Pentateuco, están divididos en cuanto a la manera como se llevó a cabo la creación. Rashí, por ejemplo, considera que la creación total se realizó en el primer instante, (la teoría del big bang). Durante los siguientes seis días, se concretó la ubicación correcta de cada uno de los elementos de la creación. De tal modo, el sol y la luna, que regulan nuestros días, fueron creados en el primer instante. Su colocación celestial específica tuvo lugar recién en el cuarto día. Otros comentaristas comparten la noción de que el universo fue efectivamente creado en seis días. Obviamente, existen muchas interrogantes que se prestan a diversas explicaciones. Si el sol fue creado en el cuarto día, ¿cómo se mide el primer día de la creación? La duración del día depende del sol, o sea del tiempo de la rotación de la tierra alrededor de su eje y que puede medirse únicamente a través de algún punto de referencia externo. Por lo tanto, el primer día de la creación pudo haber tenido una duración de segundos o tal vez fue un lapso de centenares de millones de años.

En su primer comentario sobre el texto, Rashí cuestiona el comienzo de la Biblia con Bereshit, que es el relato de la creación del universo. Según la pregunta de Rabí Yitzjak, a quien Rashí cita la Biblia debería haber comenzado por un capítulo diferente. El capítulo que sugiere como propio para Bereshit es aquel en el que se ordena al pueblo judío seleccionar un cordero para ofrecerlo en sacrifico antes de la salida de Egipto. Parece, entonces que en la concepción de Rashí, y seguramente en la de muchos otros, la Biblia no es un libro de historia, sino el documento que contiene las instrucciones Divinas para el comportamiento humano. Por lo tanto, la Torá debería haber empezado con la primera enseñanza que recibieran nuestros antepasados. Según el criterio de nuestros jajamim, cada una de las palabras contenidas en este Libro de Libros tiene que ser analizada y estudiada. Cada versículo exige una reflexión para deducir lo que podemos aprender de cada relato bíblico. Incidentalmente, Rashí, tal como lo señalamos, cita a Rabí Yitzjak. En vista de que el padre de Rashí tenía el mismo nombre, (la palabra Rashí está compuesta por las iniciales de Rabí Shimón Yitzjaki) algunos fueron de la opinión que la cita de este Rabí Yitzjak fue producto de la imaginación de Rashí, que quiso rendir homenaje a su difunto padre quien tenía el mismo nombre, ya que la fuente primaria de esta cita no ha sido encontrada. El padre de Martín Buber, gran investigador de los textos sagrados de nuestra tradición, descubrió un texto original del Midrash Tanjuma, y en efecto, allí, en esa versión del Midrash, aparece el citado comentario de Rabí Yitzjak. (Esta versión del Midrash es conocida como el Tanjuma de Bober).

El lenguaje bíblico de los primeros capítulos tiene riquezas y tesoros especiales que se han incorporado a nuestro folklore y al lenguaje cotidiano. Por ejemplo, al final de la creación de cada día, la Torá dice: vayar Elohim ki tov, “y Dios vio que era bueno”. Según el relato de la Torá, Dios no concluyó un trabajo completo el día lunes, y al día siguiente, martes, Dios terminó la obra del lunes y la del día martes. Dado que al término del día viernes se da por terminada la obra de la creación, la Biblia reza: vayar Elohim… vehiné tov meod. “Dios vio… que era muy bueno”. Haciéndose eco de estas dos particularidades, se considera que los días martes y viernes son especialmente favorables para el inicio de una nueva empresa. Por este motivo, muchas personas escogen estos días para mudarse a un nuevo hogar. El martes por la repetición de la frase ki tov y el viernes por las palabras tov meod.

Este mismo versículo vayar Elohim…, “y Dios vio que era bueno”, también es motivo de un comentario muy original. Según el cual La Biblia parece implicar que Dios sería como un artista humano quien después de unas cuantas pinceladas sobre el lienzo, se aleja del mismo para gozar de una visión panorámica, y así poder emitir un juicio sobre la obra. Es como si Dios, al término de la creación del día, al pronunciar ki tov, emitiese un juicio favorable, aprobase lo hecho. Se sugiere que tal vez deberíamos traducir la palabra vayar, en el sentido de “mostrar”, o sea que en lugar de “y Dios vio”, deberíamos entender “y Dios mostró”, hizo visible su creación. O sea que Dios creó el mundo en una dimensión diferente y luego permitió que Su creación pudiera verse en nuestro mundo tridimensional. ¿Qué quieren decir, entonces, las palabras ki tov, “porque era bueno”? La referencia ya no es a la obra concluida. Según esta interpretación, ki tov, se refiere al mismo Dios, y quiere decir “porque Dios es bueno”. Dios mostró, o hizo visible Su creación, porque El es bueno. Bondad, por tanto, quiere decir compartir. Dios hizo visible al mundo para que la humanidad pudiera ser partícipe de Su creación. Una de las primeras lecciones que podríamos aprender del texto bíblico es que ser bueno quiere decir compartir las cosas. Ser bueno quiere decir ayudar a los que tienen menos. El afortunado tiene que repartir lo que tiene con el menos afortunado, el rico tiene que darle al pobre. Compartir quiere decir “partir con” lo que tenemos con otros seres humanos, tal como Dios lo hizo en el acto de la creación. Porque si no compartimos no puede haber existencia y sobrevivencia en nuestro universo. Ki tov, ser bueno, de acuerdo con esta interpretación, forma parte integral de la creación.